En el año 2006, la esposa de Pawel Pawlikowski (1957) enfermó de cáncer y el director abandonó el rodaje de su película The restraint of beasts para cuidarla. Seis meses más tarde, ella ya no estaba, el largometraje se había esfumado y el realizador comenzó a trabajar a tiempo completo en la National Film School para costear los estudios de sus dos hijos. La pérdida familiar dejó sus huellas y Pawlikowski, más desconectado y desorientado que nunca, emigró de su adoptiva Gran Bretaña para rodar en cualquier parte.
Primero fue París, la ciudad donde transcurrió The woman in the fifth (2011), pero más temprano que tarde volvió al país de sus padres: en Polonia realizó Ida (2013) y Guerra fría (2018), los dos filmes que lo hicieron conocido en el mundo. Con el primero ganó el Oscar a la Mejor película extranjera 2015 y con Guerra fría logró el galardón a Mejor director en el Festival de Cannes 2018. El largometraje, gran triunfador este fin de semana en los European Film Awards (EFA), se estrenará en Chile el próximo 3 de enero.
En Estados Unidos, donde entra a salas este viernes, Guerra fría busca adherentes para ser nominada al Oscar extranjero, donde Roma de Alfonso Cuarón corre con más ventaja y una campaña mediática arrolladora. Con aquella cinta comparte su magnífica construcción visual en blanco y negro y, más oblicuamente, una raíz autobiográfica: si Roma es la recreación de la infancia de su director, Guerra fría está inspirada parcialmente en la tempestuosa relación afectiva de los padres de Pawlikowski. A ellos, un médico y una bailarina que se separaron cuando el hijo tenía 12 años, está dedicada, tal como dice en los créditos finales.
Ganador de los EFA a Mejor película, director, actriz y guión, Guerra fría transcurre en los 50, desde los primeros años del comunismo en Polonia hasta las iniciales defecciones a Occidente a fines de la década. Sus protagonistas son Zula (Joanna Kulig) y Wiktor (Tomasz Kot), una cantante y un pianista que se enamoran cuando la primera es reclutada para un grupo musical gubernamental del que Wiktor es examinador.
Los consejos de Cuarón
Es curioso que Guerra fría se cruce en el camino a los Oscar con Roma. Pawel Pawlikowski contaba en mayo al portal Deadline que es amigo de Alfonso Cuarón y que el mexicano fue un indirecto impulsor del largometraje: "Una vez le conté el proyecto de Guerra fría y me respondió: 'Cabrón, debes hacer esa película. Es la mejor historia que me has contado'".
La trama anidaba entre los proyectos de Pawlikowski desde hacía muchos años. En esa misma entrevista afirmaba que sólo después de hacer Ida encontró la manera de contar una historia de amor, utilizando mucho la elipsis y optando por el blanco y negro.
De la misma manera que en aquella cinta, las circunstancias históricas y políticas definen el destino de los protagonistas de Pawlikowski. En la ganadora del Oscar, la Segunda Guerra determinaba la vida de monja de su protagonista, que ya tarde se enteraba de que sus padres eran judíos y habían muerto en el Holocausto. Al respecto, hay que decir que el propio Pawlikowski supo sólo en su adultez que su abuela paterna terminó sus días en Auschwitz.
En Guerra fría, las cortapisas y leyes del socialismo real distancian una y otra vez a los dos amantes, que se enfrentan de diferente manera a esas reglas del juego: Zula parece ser más pragmática y no tiene problemas en asegurarse el futuro bajo los auspicios del gobierno, Wiktor es un irremediable romántico que detesta la verticalidad de mando, la propaganda oficial y huye a París.
La película fue filmada en el "formato académico", que era el más común en Hollywood hasta que en 1953 apareció el formato panorámico. En estas coordenadas los rostros tienen especial relevancia, destacando cada una de las inflexiones faciales de Zula y Wiktor en sus sucesivos enamoramientos, separaciones y reencuentros.
Herido por la promesa incumplida de que su amante lo seguiría en su exilio en París, Wiktor se gana la vida como melancólico pianista de club de jazz en la capital francesa. No pasará mucho hasta que sus caminos se crucen en un país "neutro", la Yugoslavia socialista de Josip Broz Tito que se lleva bien con Occidente, donde Wiktor se salva de ser mandado de vuelta a Polonia.
No lo reenvían a su Varsovia natal, pero sí otra vez a París, donde por segunda vez se reencontrará con la inestable Zula, algo alcoholizada, aburrida de su matrimonio con un burócrata y decidida a vivir para siempre con Wiktor.
No conviene revelar un segundo más de la trama de Guerra fría: dura apenas una hora 28 minutos, nada le sobra y todo merece ser visto. Durante el Festival de Cannes era candidata firme a la Palma, pero la japonesa Shoplifters pudo más. En la entrega de los Premios del Cine Europeo de este sábado en Sevilla, la cinta polaca ya no tenía a la nipona enfrente y se consolidó como el largometraje europeo más premiado del año, con cuatro galardones. A sus espaldas quedaron las italianas Lazzaro felice y Dogman, la sueca Border y la belga Girl, todas de primer nivel.
Pawlikowski, que a pesar o quizás debido a sus desgracias personales tiene un sentido del humor algo fatalista, recibió así los premios: "Quiero agradecer a mis padres por haber tenido una tan desastrosa, pero finalmente hermosa vida".