Cuenta Irvine Welsh (1958) que algunos de sus mejores amigos han sido taxistas. Incluso uno, a quien conoce desde los 14 años, aún maneja por las calles de Edimburgo. Todos se criaron en barrios populares y no han salido de allí en décadas. El dato viene a propósito de la publicación de A decent ride, su décima novela, cuya traducción al español como Un polvo en condiciones ya está disponible en librerías locales. La historia, de hecho, tiene como protagonista a un chofer: Terry Lawson, a quien el lector memorioso recordará de obras anteriores como Cola y Porno, la secuela de Trainspotting.
Han pasado más de 20 años desde aquel debut explosivo. Atrás quedaron los diarios desde donde salieron las historias de desenfreno que el gran público conoció a través de la película dirigida por Danny Boyle. Welsh es hoy un señor de 60 años. "Un caballero bastante privilegiado", según sus propias palabras. Vive en un apacible barrio de Chicago, al otro lado del sitio del suceso, lo que en este caso corresponde a los lugares de la capital de Escocia por donde se mueve el taxi de Lawson, un sátiro incorregible cuyo único propósito en la vida consiste en conseguir a la siguiente mujer para llevarse a la cama, al asiento trasero del taxi o donde sea. Lawson siempre quiere, siempre está dispuesto, siempre está con ganas. Es su forma de soportar la rutina.
"Conducir un taxi es el mejor trabajo que he tenido en mi puta vida", dice sin mucha convicción. "Aquí me tienes, un puto búho nocturno con la cabeza girando a todos lados, mirando a través de las ventanilla".
Uno de los méritos de la narrativa de Welsh en su idioma original es su particular oído para captar el habla, para construir desde la voz de sus personajes un retrato de la clase media de su país. En caso del español, los tres traductores que necesitó la novela de 450 páginas barrieron con todo aquello y en su lugar entintaron el relato con una apabullante retahíla de modismos ibéricos.
Con todo, la historia no pierde agilidad. Cuando Terry Lawson no está en su taxi, figura actuando en películas triple X, hace reparto de drogas a domicilio, ayuda en la administración de un sauna y cierra tratos con personajes de paso por la ciudad. Es así como conoce a Ronald Checker, un magnate inmobiliario y estrella de televisión que pasará algunos días en Escocia y lo contrata como chofer. Se trata de un hombre atribulado que así como ha construido decenas de rascacielos intentando acercarse a Dios, también es capaz de ofrecer 100 mil dólares por una botella de whisky de 150 años de maduración.
Escandaloso
"He creado algo que llegó a ser un fenómeno sin tener que sentirme un prisionero de mi estilo", dijo Welsh respecto de esta novela que suma todas las temáticas de su obra, con el añadido, al comienzo, de un huracán que amenaza con destruir el país. El hecho está inspirado en Friedhelm, un ciclón extratropical que los personajes de la novela llaman "Tocapelotas" y lo esperan bebiendo desaforadamente en un bar.
"Ese es el problema de Escocia. La gente siempre se lo toma todo a la risa", dice la voz narradora que va en paralelo a los personajes a través de 50 capítulos. "Ahora se reían de este pobre huracán. Era como reírse de la naturaleza, de Dios. Era como llamar a gritos los problemas".
La crítica reaccionó a la altura de la provocación: mientras The Washington Post confirmó aquello de que Welsh es "el escritor más escandaloso de la literatura en lengua inglesa" y Financial Times calificó la novela como "una aventura narrativa morbosamente exuberante", la reseña de The Guardian se tituló "Escritura pobre y chistes sobre el pene". En ella el columnista Stuart Kelly remató su juicio lapidario asegurando que a quien haya pagado las 12.99 libras que cuesta el libro, por traducirlo de manera decorosa, "se lo llevaron de paseo".
Pero esto tiene sin cuidado a los seguidores de Welsh. La mezcla de personajes estrambóticos, el uso y abuso de sustancias y las situaciones caóticas siguen allí como marca de fábrica. Un polvo en condiciones se mantiene fiel a los patrones narrativos de su literatura: hablar de la gente que conoce, de los lugares por donde ha caminado y, como ha dicho el escritor, no olvidar que sus lectores "responden" a la repetición.
En Welsh todo está allí. Nadie engaña a nadie. Todos saben a lo que vienen.