Examina el "Yo" desde todos los ángulos. "Es la figura ineludible de la contemporaneidad", anota Lorena Amaro (47) y señala que su "reflejo" está presente en "diversas superficies: Twitter, Facebook, Instagram", agrega en su libro La pose autobiográfica.

Doctora en filosofía y magister en literatura, en su nueva publicación la académica del Instituto de Estética de la UC reúne ensayos elaborados a lo largo de 10 años. La narrativa chilena es la base del volumen donde desarrolla conceptos como la "Memoria", la "Autoficción" y las "Tentativas autobiográficas".

En ese recorrido Amaro elabora un mapa, principalmente de los libros autobiográficos publicados en el país desde fines del siglo XIX, hasta los inicios del XXI.

Así hay huellas del recuerdo personal como colectivo, en obras como Vida y costumbres de los indígenas araucanos en la segunda mitad del siglo XIX (1930), de Pascual Coña y en Tres meses en Río de Janeiro (1911), de Joaquín Edwards Bello.

"Comencé orientada por Leonidas Morales, quien ha escrito sobre el tema, pero lo que más había cuando empecé eran cosas dispersas, y en mi libro trato de darle un hilo conductor", dice Amaro, quien también reserva un capítulo a las mujeres. En él asoman las obras de Inés Echeverría (Iris), Rita Salas (Violeta Quevedo), Delia Rojas (Delie Rouge) y Marta Vergara.

Además, la autora examina las memorias de Pablo Neruda, Confieso que he vivido, así como los Diarios de Luis Oyarzún, para luego explorar la infancia en la narrativa nacional. En esa categoría está la "literatura postdictadura" y la "literatura de los hijos".

Entre los títulos analizados aparece Memorias prematuras (1999), de Rafael Gumucio; Correr el tupido velo (2009), de Pilar Donoso; Formas de volver a casa (2011), de Alejandro Zambra; El sur (2012), de Daniel Villalobos; Space invaders (2013), de Nona Fernández y La edad del perro (2014), de Leonardo Sanhueza.

"En Chile y Latinoamérica los grandes relatos se desarticulan con la dictadura y después el proyecto histórico se reduce a la memoria", señala Amaro, y agrega que a fines de los 90 la Nueva Narrativa fue "dinamitada" por la obra de Roberto Bolaño: "Cuando llegan sus textos rompe con esas narrativas que son bastante convencionales, sin riesgo. Bolaño trajo una voz nueva. También fue importante para los jóvenes que estaban comenzando y se volvió un referente que propuso modos distintos de lecturas y escrituras".