Miles de personas transitan estos días de fiesta por el céntrico Paseo Bandera, en Santiago, que les regala una inmensidad de colores en sus murales en el suelo, las paredes e, incluso, el techo de la parte soterrada que cruza la Alameda Bernardo O'Higgins, la principal avenida del centro de la ciudad.
Un derroche de color que agradecen los viandantes, ya sean los habituales residentes de la zona que aprovechan la reducción del tránsito por las festividades de fin de año, o los turistas y curiosos que merodean por el centro de Santiago y se topan con esta peculiar calle peatonal.
Este paseo recién inauguró un nuevo tramo de pinturas, comprende 3 cuadras entre la Alameda, que cruza Santiago de este a oeste, y el Palacio de Justicia, junto a la Plaza de Armas.
La idea comenzó hace un año cuando se abrió al público el primer tramo, que solo cuenta con los murales en el piso, pero se complementó hace unos días con una nuevo tramo que comprende un paso subterráneo bajo la avenida principal que envuelve a los transeúntes a 360 grados.
Los colores morados y rosáceos del mural en este parte del paseo llenan el suelo, las paredes y el techo mientras se transforman metros más allá en un patrón lineal que entremezcla los colores del arcoíris.
Estos últimos días del año, ya entrados en las vacaciones de verano, el buen tiempo y la menor afluencia de peatones es el momento propicio para curiosos y turistas se tomen su tiempo para recorrer esta obra de arte de unos 10.000 metros cuadrados.
Mientras los niños corretean y juegan en la colorida calle, los padres aprovechan la dispersión para tomar un café sentados en las butacas con forma esférica que fueron instaladas en una de las cuadras.
Metros más allá, varias parejas conversan despreocupadas entre la vegetación instada en grandes maceteros ubicados en la mitad de la calle que permiten un impás bajo la sombra de los árboles de las veredas.
Todo ello en mitad del centro histórico de Santiago, una cuadrícula de calles habitualmente saturadas de tráfico inmersas en el frenesí diario de las oficinas y comercios que inundan esa parte de la ciudad.
En mitad del paseo, el marinero de 67 años José Bruno Vera, originario de Arica, explicó a Efe que viajó a Santiago para hacer unos trámites y se sorprendió de lo llamativo de la propuesta artística.
"Es bastante impresionante porque Chile me parece que está creciendo en la parte cultural, estamos pareciéndonos a Europa. Yo viajo mucho en barco por todo el mundo y veo que Chile está progresando en este sentido de la cultura tanto en las poblaciones como acá en Santiago", afirmó Vera.
Agregó que, tras conocer ciudades europeas en sus viajes marítimos de trabajo, reconoce que la capital chilena comienza a salir del clasicismo del que domina su centro histórico y comienza a parecerse a urbes de Alemania, Francia o España "muy coloridas".
"Esta bonito Santiago, me parece fantástico lo que están haciendo. Uno ve a la gente y todos miran lo mismo, todos se recrean con lo que han hecho acá", acotó Vera.
Entre esas personas se encontraba la venezolana Ana Borges, de 32 años, quien lleva viviendo en Santiago desde hace 10 meses y decidió conocer por primera vez el Paseo Bandera junto a dos amigas.
Posando para una fotografía con uno de los murales a su espalda, explicó que conoció la propuesta tras ver las fotografías que se compartían en las redes sociales y decidió darse un paseo y conocerlo por sí misma.
"Tengo 10 meses viviendo acá (en Santiago) y me parece que de verdad se preocupan mucho por lo que es crear áreas de esparcimiento y recreación para los ciudadanos. Yo invito a todos para que venga así como yo a conocerlo porque de verdad es muy bonito", indicó Borges.
"Creo que están un poco mezclando lo que es la arquitectura clásica con el modernismo y de verdad me gusta muchísimo", valoró.
Entre el ir y venir de gente, Borges reconoció que es algo particular ese tipo de instalación artística en mitad de una ciudad grande como Santiago.
"Voy a recorrerlo completo y a hacerme muchas fotos y enviársela a mi familia y a mis amigos de Venezuela", dijo Borges.