Dio sus primeras clases de Castellano en 1977, en el Instituto Nacional y el Liceo Carmela Carvajal. Por ese entonces, configurar un plan de estudio capaz de incentivar a los más jóvenes a iniciarse en la lectura parecía un reto mayor, dice la escritora y Premio Nacional de Literatura Diamela Eltit (1949), quien por años ha sido, en paralelo, docente en la UTEM, en Chile, y en la U. de Nueva York, en EE.UU.
-Una crítica frecuente es que las listas ministeriales se exceden en títulos clásicos y que el acceso al libro sigue siendo bajo. ¿Cómo replantearía usted estas listas?
-Pienso que hay que democratizar las lecturas, repensar cánones, establecer líneas de tiempo, incorporar escritoras, recuperar de manera decidida a los escritores mapuches.
-A partir de lo que ocurrió con Lemebel en Independencia, ¿cree que los alumnos deberían elegir qué leer?
-El caso de Lemebel y la negativa a leer un libro de su autoría pertenece enteramente a una expresión machista y homofóbica. Es el resultado de una educación sexista. El punto es entender que la educación es un viaje que se realiza por tramos. De la misma manera que leer podría ser un viaje apasionante por los tiempos del tiempo. Se podrían ensayar experiencias lectoras entre grupos de estudiantes y profesoras y profesores que pensaran lecturas desde una perspectiva cultural que recorriera lo fundacional hasta lo contemporáneo, para encontrar allí el territorio de las similitudes y diferencias. Se trata, en definitiva, de "leer el mundo" para establecer así el mapa de una gran metáfora.
-¿Qué otras instancias dentro o fuera del aula podrían incentivar la lectura?
-En el sentido más intenso del término, leer tiene que ver con el deseo y con ciertas formas de soledades compartidas. Tiene que ver con fugas de lo real y entradas a espacios simbólicos. Por eso, las y los jóvenes que leen siempre serán interesantes, singulares, y habría que pensar en cómo generar comunidades lectoras para multiplicar ese poder que tienen las personas adolescentes de hacerse únicos, extraordinarios, creativos, sin renunciar a los signos y particularidades que les ha ofrecido su tiempo.
-¿Qué autores y títulos incorporaría a los listados sugeridos por el Mineduc?
-No puedo formular una lista de autores, porque habría que pensar en un gran sistema de lecturas, ya dije no sexista, que recorriera el poder y sus excesos, la familia, la crisis y la armonía interna. Pero sí puedo decir que los libros comerciales rotulados para adolescentes me parecen macabros, porque estandarizan a los jóvenes. Un adolescente puede leer todo lo que se ponga ante sus ojos y abrirse a dilucidar imágenes y a ensayar interpretaciones. La complejidad es necesaria porque, precisamente, el acto de vivir es complejo, nunca trasparente, incierto.
-¿Cómo ve a Chile en estas materias en comparación con otros países de la región o que usted conozca?
-Bueno, los argentinos sí que leen mucho. Pero los lectores están en todas partes; en Chile quizás más sumergidos, pero sí se lee y se escribe, a pesar de todo.