El Instituto de Música de la Universidad Alberto Hurtado acaba de celebrar sus 10 años de existencia, con un ciclo que cerró en diciembre con Carmina Burana presentada en GAM. Creado por la compositora Sylvia Soublette, bajo el nombre de Corporación Cultural Instituto de Música de Santiago, en 2008 se incorporó a la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UAH con su sobrina Violaine Soublette en la dirección. Desde entonces, uno de los desafíos ha sido hacer funcionar este espacio en una lógica universitaria, distinta a la de una academia estrictamente musical.

De eso se ha encargado el musicólogo Juan Pablo González (1956), desde que llegó en 2012 a asumir la dirección. "Mi labor fue meter al instituto de lleno a una universidad que estaba en desarrollo y crecimiento. A una universidad joven", comenta. Actualmente ofrecen las carreras de Pedagogía en Música e Interpretación Superior en Canto. Pero también hay una preocupación desde la perspectiva docente y la investigación.

-¿Qué diferencias ve entre que se instale un instituto de música en una universidad a una academia específicamente musical?

El desarrollo de la investigación y también de la creación. La investigación tiene una lógica dentro de las universidades, quienes investigan tienen que ser doctores, que producen conocimiento original. Se necesita tener a ese tipo de personas en el equipo de profesores, pero la investigación que hacen no apunta directamente a la formación de músicos. El músico necesita un profesor que le enseñe cómo tocar un instrumento. Con mi llegada, el instituto se hizo más complejo, porque agregó a la formación, el área investigativa.

-Además de la investigación ¿qué otros acentos ha puesto en su dirección?

Creo que el tema de la investigación está bien instalado en este momento, producimos libros, generamos artículos, tenemos un equipo de gente que está trabajando, tenemos archivo, ayudantes, etc. El otro énfasis fue que los profesores que trabajan con nosotros fueran músicos profesionales, no solamente profesores del instrumento. Creamos una planta no académica, sino que una planta docente-artística donde el profesor está activo musicalmente.

Son esos académicos los que junto a estudiantes avanzados conforman los cuerpos artísticos del Instituto de Música de la UAH: el coro dirigido por Jessica Quezada; la camerata de cuerdas, dirigida por el violinista Felipe Hidalgo; la unidad de música barroca, y la compañía del Salón al Cabaret, a cargo del mismo González. Todos los años realizan una temporada de conciertos que se presenta en diferentes espacios como el GAM, el Museo de Bellas Artes y la Fundación Cultural de Providencia. 2018 lo cerraron con Carmina Burana, de Carl Orff.

Dentro de la programación contemplada para 2019 ofrecerán conciertos dedicados a Bach, al barroco italiano y a la canción estadounidense. También, celebrarán al compositor Juan Orrego Salas. "Es el último en su generación, cumple 100 años, está radicado en Estados Unidos y por supuesto que estamos preparando un homenaje", adelanta.

Sin embargo, la gran apuesta es la realización de una nueva ópera. Con música de René Silva, libreto de la actriz Marcela Sáiz, y elenco del Instituto de Música estrenarán La rara, un montaje inspirado en Violeta Parra, que se presentará el 21 de noviembre en el GAM.

A pesar de las dos carreras que ofrece el Instituto de Música de la UAH, su pedagogía tiene diferentes especializaciones. "Puedes salir como director de orquesta juvenil, músico de conjunto instrumental, director de coro o compositor", explica González.

-¿Cómo ve la relación entre la cantidad de músicos y los espacios que hay para trabajar?

Chile es un país muy musical, con mucho talento que se va encausando en las escuelas de músicas que hay. Paradójicamente, uno de los trabajos que tienen los músicos es ser profesores y formar a otros músicos, es el trabajo más seguro. Ha habido políticas de Estado de desarrollo de centros culturales en todo Chile, entonces hay más espacio donde tocar ahora. Los fondos de la música también favorecen mucho la itinerancia. Donde haya un músico, van a salir 10 más. Los músicos se van como duplicando porque forma parte de su ADN, tanto formando, congregando, porque la música siempre congrega, es colectiva.