¿Puede hacerse una secuela de un clásico más de medio siglo después, con equipo y reparto totalmente nuevos? Disney no vaciló: sí. ¿Le interesa al público reencontrarse con los personajes? Todo indica que también. Son incógnitas que la compañía parece tener despejadas, porque si evocar los recuerdos del público es parte del ADN del Hollywood de este siglo, Disney se ha puesto en la delantera en ese ámbito. El éxito de las nuevas versiones de El libro de la selva (2016) y La bella y la bestia (2017) sólo hicieron acelerar los planes de la compañía, que con El regreso de Mary Poppins -estrenada hace tres semanas en EE.UU. y desde mañana en cines chilenos- da inicio a meses en que el estudio se abocará a revisitar clásicos.
En la secuela de la película de 1964 sobre la niñera mágica han transcurrido 30 años, y ya no está Julie Andrews como protagonista, pero los lineamientos de la trama resultan familiares y continúan inspirados en los libros de P.L. Travers. Esta vez los niños de la cinta original, Michael y Jane Banks, son adultos que enfrentan una compleja situación familiar y peligran perder su casa, la misma que la audiencia conoció hace 54 años. Para socorrerlos, vuelve Mary Poppins (Emily Blunt), ahora para quedar al cuidado de los hijos del apesadumbrado Michael.
El compañero de aventuras de la niñera mágica en esta ocasión no es Bert (Dick Van Dyke en la original), sino que Jack (Lin-Manuel Miranda), un entusiasta lamparero que se suma a una estadía en que Poppins hace lo conocido: sumergir a los niños en su imaginación e iluminar a la familia. La cinta, dirigida por Rob Marshall (Chicago), está acompañada de nuevas canciones y secuencias de animación 2D, junto a la aparición de Meryl Streep, un Colin Firth villano, y cameos de Angela Lansbury y Van Dyke.
Siendo conservadora en cuánto propone de novedoso, puede ser encantadora y "un regalo en tiempos oscuros", como expresó Streep; además de funcionar en lo comercial, con más de US$ 250 millones recaudados.
Un efecto que Disney buscará repetir con sus próximos estrenos: llenar las salas con una cuidada fórmula de nostalgia. De otro modo no se entiende que este año, en un lapso de cuatro meses, la firma vaya a estrenar versiones live-action de tres clásicos animados. Todo parte el 28 de marzo con Dumbo, dirigida por Tim Burton, el nuevo acercamiento de Disney que más toma distancia con la cinta original (1941). Después, el 23 de mayo, vendrá Aladdin, que tiene a Will Smith como el Genio (en la animación de 1992 tuvo la voz de Robin Williams). Y el momento de volver a ver a Mufasa y Simba será el 18 de julio, cuando llegue El rey león, dirigida por Jon Favreau (El libro de la selva). En los mismos meses se asistirá al estreno de Toy story 4 (20 de junio), lo nuevo de Pixar, que reconfirma que la compañía propiedad de Disney seguirá mezclando animaciones originales y secuelas. En marzo del próximo año vendrá Mulan, que revive la cinta de 1998. Y ya se trabaja en traer de vuelta a Pinocho, La Sirenita y Blancanieves.