Este mundo es la alcantarilla del universo: el regreso de True Detective
Dos nuevos capítulos con la firma de Nic Pizzolatto devuelven las esperanzas a una serie que parecía extraviada en su segunda temporada.
1.
Que la historia está narrada en tres épocas distintas, que se centra en el misterio de la desaparición de dos niños de West Finger, en Arkansas, y en cómo el llamado caso Purcell afecta al protagonista, el detective Wayne Hays, interpretado por Mahershala Ali, y sus más cercanos. Que el personaje de una profesora que luego escribirá un libro sobre el caso, interpretada por Carmen Ejogo, parece ser clave, y que un ex marine devenido en recolector de chatarra sobre un go kart y un grupo de adolescentes problemáticos que escuchan "Sugarlight" de X en un escarabajo púrpura, son los primeros sospechosos del extravío de William y Julie. Todas esas cosas se saben de la tercera temporada recién estrenada de True Detective. Estas otras se saben un poco menos: que, Nic Pizzolatto, su creador, dirige un par de episodios, y que, cuando arranca el primer capítulo, hay un guiño a los comienzos de la serie aunque pronto se desvanece: un hombre en sus últimos años está a punto de ser entrevistado por un programa de televisión. Que la idea es reconstruir el crimen que investigó veinticinco años atrás, en 1980, cuando era un detective en Arkansas. Que los recuerdos del hombre se alternan con sus respuestas para otra entrevista, en donde sus interlocutores son dos policías y el calendario marca 1990. Que la memoria del hombre nos lleva a la calle Shoepick, donde desaparecieron dos hermanos menores de edad. Que el hombre no es otro que el detective Hays y que la idea es darle sentido a ese universo ficticio que se ha construido en los dieciocho capítulos que hasta hoy conforman la serie True Detective. Que, ese hombre que habla, complicándoles la vida a los policías que lo interrogan, y a la periodista de un programa que recuerda al espacio de telebasura de Netflix Real Detective, logra aparentemente desentrañar y resolver el caso junto a su compañero el detective Roland West, interpretado por Stephen Dorff. Pero en la serie de Pizzolatto, como en todo policial, algo más ha ocurrido y los detectives y la mujer —y luego sus cercanos, los sospechosos y la familia de las víctimas— apenas insinúan partes de un rompecabezas por armar.
Wayne, un ex combatiente en Vietnam y experto rastreador, evoca a ese hombre flaco y desgarbado de la primera temporada de True Detective, el enorme pesimista Rust Cohle, interpretado por Matthew McConaughey, y la serie vuelve a llenarnos de paisajes y oscuridad como lo hizo alguna vez el director Cary Fukunaga con Louisiana y las pistas del crimen de Dora Lange. De alguna manera regresamos sobre ese sur ignorante y violento, que recuerda a Faulkner, aunque "sobre unos sólidos cimientos filosóficos muy poco frecuentes en el ámbito audiovisual", como apuntan Iván de los Ríos y Rubén Hernández en el prólogo de True Detective: antología de lecturas no obligatorias (Errata Naturae). En el libro, los autores aseguran que la serie de Pizzolatto establece un verdadero mapa de influencias, diálogos y confrontaciones con sus referentes literarios, como un extraño laberinto metaficcional. "¿Carcosa? ¿El Rey de Amarillo? ¿Nietzsche? ¿Un tal Ligotti? ¿De verdad andaba por ahí Roberto Bolaño? ¿Y los mitos de Cthulhu? ¿Y papá Hammett?", enumeran allí. Precisamente en el primer capítulo, sobre una carretera en movimiento, asistimos a uno de los grandes diálogos que mantiene Rust con su compañero Marty Hart, interpretado por Woody Harrelson:
Rust: Me considero un realista, pero en términos filosóficos soy lo que llaman un pesimista.
Marty: ¿Qué significa eso?
R: Que no soy agradable en las fiestas.
M: Te diré algo, tampoco fuera de las fiestas.
R: La conciencia humana es un error en la evolución. Nos volvimos muy conscientes de nosotros mismos. La naturaleza creó un aspecto de sí misma separado de sí. Nosotros no deberíamos existir por ley natural.
M: Eso suena terrible, Rust.
R: Funcionamos creyendo que tenemos una identidad. Una acumulación de experiencias sensoriales y sentimientos. Pero con la absoluta seguridad de que somos alguien. Cuando, de hecho, nadie es nadie.
M: Yo no diría eso por ahí. La gente de por aquí no piensa así. Yo no pienso así.
R: Creo que para nuestra especie lo honorable sería negar nuestra programación. Dejar de reproducirnos. Y caminar de la mano hacia nuestra extinción. Una última medianoche. Hermanos y hermanas escapando de un mal negocio.
M: ¿Cuál es el punto de levantarse por las mañanas?
R: Me digo a mí mismo que seré testigo. La verdadera respuesta es que estoy programado para eso. Y no soy suicida.
M: Qué mala suerte haber elegido este día para conocerte. En tres meses no escucho una palabra de tu parte.
R: Tú preguntaste.
M: Sí. Y ahora te ruego que te calles.
2.
Un poco antes de que existiera True Detective, cuando un piloto era lo mejor que podía salir de un acuerdo con una señal de abono, vino David Fincher y cerró dos temporadas completas de House of Cards con Netflix. Con ese norte, el productor Richard Brown negoció con HBO el debut de Nic Pizzolatto como creador de la serie. El productor tenía en mente el trabajo de David Lynch con Twin Peaks, y reclutó a un desconocido en la industria, un profesor universitario que había escrito una novela, Galveston —traducida al español por el sello especializado en noir Salamandra Black y que tiene una película estrenada el año pasado, dirigida por Mélanie Laurent y protagonizada por Elle Fanning y Ben Foster—, con un tono fuerte y muy en la línea de lo que terminó siendo la primera temporada. La idea era armar una serie de ocho horas, que disolviera la frontera entre cine y televisión, con un director como Fukunaga, que permitió el ingreso de McConaughey —originalmente, según contó en distintas entrevistas, no quería hacer una serie pero sí trabajar con él— y luego de Harrelson, que, de hecho, fue él mismo quien lo llamó. Fukunaga es responsable del milimétrico plano secuencia de seis minutos que se roba el cuarto capítulo y que saca a relucir los notables cambios de ritmo en la narración de la serie. Ese primer ciclo de True Detective recuerda cuando, a comienzos del milenio, HBO era el metro con el que se medían los productos de calidad. Con Los Soprano y The Wire como referentes, la televisión pasó a entregarle poder a los guionistas, con directores que operaban más bien como técnicos, y a albergar un modelo de mostrar historias y contarlas. Uno con mundos internos densos y contradictorios, con emoción y desafío intelectual por partes iguales. Pero entonces vinieron los showrunners, que además de guionistas y creadores eran productores y tomaban decisiones importantes, a veces por sobre el director. Así ocurrió en la conflictiva relación entre Fukunaga y Pizzolatto, quien decidió trabajar con otros nombres para la segunda temporada e incluso se atrevió a dirigir. Esa segunda parte de True Detective, que arranca con Leonard Cohen cantando que "la historia se cuenta con hechos y con mentiras", fue muy resistida. Algunos dijeron que Pizzolatto aflojó el tono y que cambió, para sorpresa de todos, el modelo de mostrar y contar una historia. Parte de la crítica lo acribilló. "Intriga pero no cautiva", fue el comentario más suave y apareció en el New York Times. Hoy la noticia es que el hombre de Galveston y La profundidad del mar Amarillo está de vuelta con dos capítulos introductorios a la altura de la temporada que arranca con "Far from any road" de The Handsome Family.
3.
"Se parece más a la primera temporada", vino a confirmar hace poco Mahershala Ali, el nuevo protagonista, en una entrevista reproducida por Culto. "Esta vez, el desarrollo de los personajes lleva el peso de la historia, pero en cualquier caso estamos ante una temporada única, sobre todo por cómo jugamos con el tiempo", aclaró de inmediato el actor de House of Cards, Moonlight y Green Book y que guía las cuerdas de la investigación.
“Este mundo es la alcantarilla del universo”, dice el detective Rust Cohle en el primer episodio de True Detective y el crimen que investiga termina por darle la razón. “Nadie presta atención a los asesinatos, pero en ellos se esconde el secreto del mundo”, escribió Roberto Bolaño en 2666, autor del que Nic Pizzolatto se declaró un lector voraz, y esa pista pudo resolver las primeras temporadas de True Detective. Pero, ¿qué pasa con la tercera? “Las comparaciones se irán desvaneciendo con el paso de los episodios”, aclaró hace poco el mismo Ali. Después de todo, como escribió hace un tiempo el escritor y guionista Simón Soto en paniko.cl, la serie de HBO “es la narración de un crimen y a la vez de un viaje (...) El de Rust Cohle hacia la fe y el de Marty Hart hacia el descubrimiento de su condición humana. El resto, que son los personajes que pululan por la trama de la serie y nosotros como espectadores, estamos en una posición similar a la de los policías que entrevistan a ambos ex detectives: de alguna manera intentan e intentamos comprender de qué va la serie y qué ocurre con el caso de Dora Lange, cuando la serie no quiere narrar sino los tránsitos internos que realizan Rust y Marty”.
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