Los ganadores de Santiago en 100 palabras en los últimos diez años

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Con motivo de la inauguración de la nueva línea de Metro este martes, en Culto recopilamos los textos ganadores de los últimos diez años.


Este martes se dio inicio al funcionamiento de la línea 3 del Metro de Santiago, con un recorrido que contempla 18 estaciones desde Quilicura-Conchalí hasta La Reina.

Hablar del sistema de transporte -en su mayoría- subterráneo es también hablar de intervenciones artísticas (de hecho, ya se anunció la creación de un mural en Fernando Castillo Velasco) y del concurso Santiago en 100 palabras.

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Organizado por Plagio, y presentado por BHP/Minera Escondida y Metro de Santiago desde 2001, Santiago en 100 palabras se ha vuelto, con el paso del tiempo, en el certamen literario más masivo de nuestro país, recibiendo actualmente cerca de 50 mil textos (según afirman desde su sitio web oficial).

Anónimos y otros no tanto, dentro de sus ganadores han aparecido personas de todo tipo: estudiantes, profesionales del área de las ciencias como también escritores nacionales reconocidos, como es el caso de Arelis Uribe (2016), quien compartió con nosotros en Mi selección de Culto.

Además de ello, ya está abierta la convocatoria para participar en la edición 2019, la que estará recibiendo historias hasta el 23 de abril de este año (con un tope de 5 trabajos por persona).

Por ello, con motivo de la inauguración de la nueva línea de Metro, suponiendo con ello también más espacios para la difusión de este programa, en Culto recopilamos los textos ganadores de los últimos diez años, los que puedes leer a continuación.

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2009 - Adrián y yo

Con Adrián vivimos en el centro. Me hace reír mucho. Está convencidísimo de que es un asesino en serie. "Soy un roba almas", dice mientras nada inquieto de un lado a otro en la pecera que le compré. Últimamente está muy callado. Intenté hacerle cariño, pero inmediatamente comenzó a dar saltitos acrobáticos queriendo morderme algún dedo. Se cree piraña. Un domingo lo vi devastado, así que disolví 1/4 de fluoxetina en su agua y me tomé otra pastilla yo. Estuvimos toda la tarde mirando fijo por la ventana, tarareando canciones en inglés. Es que a veces nos sentimos muy solos.

Paloma Amaya, La Reina.

2010 - La desordenada

A doña Clara te la encuentras en la esquina de Bandera con Catedral. Se la pasa tejiendo animalitos con coloridas hebras de crin de caballo que ella misma tiñe. En un trapo extendido en la vereda descansa su delicado zoológico, el que se niega a pinchar con alfileres aunque se le vuele. Por eso, día por medio, a un taxista le golpea el vidrio una libélula azul o a una señora pituca le pega en el ojo una ranita anaranjada. Doña Clara no hace ni el amago de rescatarlas. Se ríe no más de la cara que pone la gente.

Nathalie Moreno, La Reina.

2011 - Nadan

Se encuentran todos los lunes. Nunca se saludan en la superficie. Son imágenes difusas las que tienen el uno del otro porque el agua les empaña los lentes. Al principio nadan muy rápido, con ansiedad. Luego lo hacen al mismo tiempo, más pausadamente, como ahogándose y riéndose a la vez. Ella sale primero de la piscina. Se tapa con la toalla apenas sube la escalera metálica. Él espera algunos minutos. Flotando boca arriba, mira las nubes a través del techo de vidrio. En sus camarines se duchan cantando para sacarse el olor a cloro que les queda en la piel.

Begoña Ugalde, Providencia.

2012 - Soldado de terracota

Li Piang Hua, soldado de terracota del emperador Qin Shi Huang, escapó de los subterráneos de La Moneda. Caminó hacia el norte, pasó la noche tomando chelas con unos emigrantes peruanos. Conoció a una chica de Rengo que vino a Santiago persiguiendo una hora plan AUGE para un oftalmólogo. Ahora viven en La Pintana y tienen un puesto de comida china. Es noche. En un pequeño patio junto a un triciclo y dos balones de gas, Li ejecuta una silenciosa danza; blande su ballesta apuntando a la luna. En sus oídos, canto de bambú acariciado por viento.

Luis Alberto Tamayo, Peñalolén.

2013 - El Jony, la Dámaris y la Tais

El Jony es lanza profesional. Se crió en la caleta Chuck Norris. La Dámaris está enamorada del Jony, porque encuentra que habla bonito. Los dos son amigos de la Tais, quien trabaja con las piernas en un café. A veces, se juntan los domingos y salen a comer. El Jony no toma y a la Dámaris le gusta cómo el Jony le ordena al mozo que le traiga una Fanta. El Jony sabe todo, desde el Meridiano de Greenwich hasta el Apocalipsis. Dice que a las finales "todos somos calaveras", y la Dámaris lo mira y le brillan los ojitos.

Pablo Barrientos, Santiago.

2014 - Escafandra

A Moreno le gusta la palabra escafandra. Un día la oyó revoloteando en el aire caliente del metro y la guardó en algún lugar cerca de su estómago. No sabe qué significa, e imagina que, si la buscara en una enciclopedia, encontraría la imagen de un animal fantástico, quizá similar a una libélula (porque una palabra como esa seguro debe tener alas). Como un reflejo, cuando Moreno oye el pitido del cierre de puertas, la escafandra aletea en la boca de su estómago y escapa planeando por el vagón, a ver si algún otro pasajero la captura al vuelo.

Laura Soto, Providencia.

2015 - La mujer triste

La mujer triste sale con collar de perlas y acidez en el estómago. La mujer triste amenaza con un salto al Mapocho. La mujer triste entra a una peluquería y pide una manicure francesa. La mujer triste pasa el día siendo la mujer triste. La mujer triste recibe a su marido con una sonrisa de muñeca de plástico. La mujer triste se siente una muñeca de plástico. La mujer triste busca una aguja y la encuentra. La mujer triste se la entierra en su cuerpo para ver si revienta, para ver si sucede algo, como la sangre.

Ana María Moraga Silva, Ñuñoa.

2016 - Lionel

Lionel aprendió a nadar solo, tirando el cuerpo a los ríos de la Araucanía. Estudió internado en el liceo y se tituló de contador en un pueblo donde la única empresa era un supermercado chico. Migró a Santiago para entrar al Ejército. Al final, se convirtió en guardia y trabaja de lunes a sábado en la farmacia de un mall. Arrienda una pieza en un cité de Mapocho. Algunas noches fuma parado en el borde del puente, tirando las colillas a la corriente del río.

Arelis Uribe Caro, Providencia.

2017 - Los vampiros

Les decían los vampiros. Caminaban por el asfalto hirviendo, a paso lento y vestidos de implacable negro. Salían de noche a pasear a su perro, que era negro y se llamaba Fassbinder. Ella estudiaba Pedagogía en Castellano, y él trabajaba en una tienda de animales. No hablaban con nadie. Nunca sonreían. No había nadie en el barrio como ellos. Siempre les quise hablar, pero nunca me atreví. Desaparecieron de un día para otro. Años después, cuando yo trabajaba en una caja de cambio, aparecieron. Iban a comprar euros. Seguían juntos, seguían vestidos de negro.

Macarena Araya Lira, Ñuñoa.

2018 - Dolor o molestia

Ahora que sus logros lo acercaban a sus sueños. Ahora justo ahora, irrumpe esta noticia. Bajando por la Costanera, el tono neutro de la voz de Sara, lo acompaña: "Murió el papá. ¡Mamá pregunta si vendrás!". Vuelve a aparecer con nitidez, aquella niñez y juventud de calles polvorientas, de un pueblo sin sueños, de gritos con aliento a alcohol, de carencias y de silencios. Todo muy lejano al café latte, a la inmediatez de sus respuestas, a la seguridad de su abundancia. Aun así, no podía descubrir si la partida de su padre, era dolor o molestia.

César Rodríguez Alarcón, Santiago.

Nota: Puedes encontrar estos y muchos más cuentos en el sitio web oficial de Santiago en 100 palabras.

*Créditos de las imágenes de la nota: AgenciaUno.

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