Francia es reconocida como un país ligado a lo intelectual como cuna del pensamiento ilustrado y la revolución que se opuso a la permanencia del Absolutismo. La Toma de la Bastilla en 1789, o las marchas de mayo del 68, son muestra de una larga historia en que la ciudadanía se ha manifestado con el fin de luchar por sus derechos. Es en este contexto, que el movimiento de los chalecos amarillos y su revuelta por mejoras sociales, forma parte de este legado de reivindicaciones a punta de gritos y carteles.
Los síntomas del malestar que ha estallado con la inestabilidad económica, fue retratado en varias novelas contemporáneas del país galo. El ejemplo más reciente es Serotonina (2018, Anagrama), la más reciente obra de Michel Houellebecq. Publicada hace un par de semanas, el texto relata la historia de un grupo de campesinos que, frustrados por su precaria situación, deciden protestar cortando el tránsito en una autopista, acto que provoca el enfrentamiento entre la policía y el movimiento "Gilets jaunes". Pese a que Houellebecq lo escribió antes de la crisis ciudadana, logra describir de manera honesta una sensación que parecía estar escondida hace mucho tiempo.
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Otro libro que ha captado los síntomas que han llevado a explotar esta situación, pertenece a Nicolas Mathieu. Este joven y desconocido autor, en su segunda obra Leurs enfants après eux (2018,Actes Sud) presenta a Anthony, un adolescente que a mediados de los noventa, sufre el problema que ocasionaron las marchas por París: el alto precio de la gasolina. El diario ibérico relata un fragmento del relato en el que el narrador observa: "El problema es que no se encontraba a la puerta de al lado de su casa, toda la paga se iba en el carburante, o casi". Si bien Francia es uno de los países más igualitarios del mundo, las clases sociales están marcadas, algo que también está presente en esta obra en que solo la burguesa escapa de aquella especie de mundo post industrial donde se proyectan los dramas y las ilusiones de dicho país de finales del siglo XX. "Esta vida que se tejía casi a pesar de ellos, día tras día, en este agujero perdido que todos habían querido abandonar, una existencia parecida a la de sus padres, una maldición lenta", dice el libro.
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Quizás, la obra más cercana a la realidad, y que de igual forma conecta con la situación social en este país, son las experiencias de Florence Aubenas, reportera que durante la crisis económica del 2008, ejerció como empleada doméstica en la costa de Normandía. Su historia, expresada en El muelle de Ouistreham (2010, Anagrama), recopila el trato y los consejos recibidos por quienes eran sus empleadores. "Usted necesita un coche", le dice su jefe en un trabajo como limpiadora de un ferri. "También le aconsejo que se agrupen varios para compartir el precio de la gasolina, si no, perderá la paga en carburante". La investigación de Aubenas es un relato del mundo de las empresas de trabajo temporal, en lo más bajo del escalafón salarial, la cual busca reflejar una realidad en base a anécdotas desarrolladas en lugares comunes con personas que trabajan solo con el objetivo de sobrevivir, afirma El País.
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Si algo tienen en común estos tres textos elegidos, es que evocan a las causas que llevaron a la indignación de la ciudadanía local: los salarios bajos, la decadente educación y cultura, como señales de las diferencias sociales, entre otros aspectos que estuvieron a la vista de estos escritores, pero no en la atención de quienes se debían preocupar de la población.