Sentado en la terraza de una cafetería en Pocuro, a unos cuantos metros de la Librería Lolita, uno de los lugares que más frecuenta dirá más tarde, y a otros cuantos de su casa, se encuentra Néstor Cantillana, protagonista de los Premios Caleuche 2019: ganador del Premio del Público y, también, elegido Mejor Actor Protagónico en la categoría teleserie. Pero aún faltan 13 días para la premiación: son apenas las once de la mañana del segundo miércoles de enero y, mientras pide un espresso, Cantillana enumera las dificultades que le presentó la construcción de Marco Toselli, personaje que encarna en Pacto de Sangre, el que precisamente le valieron las nominaciones. Y, hoy, todo el reconocimiento.

—Es un tipo que aparentemente es fanfarrón y súper seguro de sí mismo, pero en realidad es súper inseguro y esa inseguridad le gatilla esos celos como enfermizos —explica el actor—. Es un hueón que tiene una idea del amor totalmente torcida y que, incluso, a veces, por ese amor malentendido, hace las estupideces que hace.

Pasó la primera semana de noviembre, durante la emisión del capítulo 25: allí, Marco dejó ver su lado más oscuro. En la escena aparece descolocado, con la mirada algo perdida, whisky en mano, sentado a los pies de su cama. Cuando lo ve Josefa, su esposa, interpretada por Loreto Aravena, luce intimidada: le pregunta cómo está, le cuenta cómo estuvo su día, un forzado diálogo que termina de golpe cuando le hace saber su intención de volver a trabajar. La bomba finalmente explota. Marco se abalanza sobre ella, la agarra firme de la cara, la insulta y la acusa de querer engañarlo. La golpea.

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—Al leer el texto, sabíamos que tenía que ser brutal, verse brutal, que la gente quedara pa' adentro. No era llegar y pegarle, también tenía que ser violento verbalmente, insultarla —recuerda Cantillana—. La mayor dificultad era que yo no quería tocarle ningún pelo a la Loreto: en los 90 o antes, en una teleserie o una cosa heavy, si alguien le tenía que pegar una cachetada a una mujer, se la pegaba, ¿cachái?

La comentada escena, explica, requirió mucho más tiempo del pensado. Su entrenamiento durante la grabación de Prófugos también lo ayudó: memorizaron la coreografía, la distancia que debía tener su mano para no impactar, los gestos intuitivos y el registro. Fue agotador: Cantillana, dice, cuando terminó la grabación abrazó a Loreto Aravena y se fueron a almorzar, a hablar de otras cosas, a intentar escapar por un rato de esa temática tan intensa.

Pese a todo, a la violencia, a sus vicios, y particularmente a las reacciones que genera en el público, a los comentarios en redes sociales, escenario que permite de cierta manera certificar que Cantillana consiguió moldear un personaje detestable, el actor se niega a creer que Marco sea malo: "Hasta ahora, a mis papeles, sean del teatro, la tele o del cine, no los juzgo. Yo no hago al malo. Para mí, Marco no es malo: es un tipo que está enfermo".

—Pero algo te pasó por la cabeza cuando asumiste el papel...

—Es jodido, es verdad, una bombita de tiempo. Uno dice, chucha, me van a odiar. Pero hay que hacerlo, tiene que ser desagradable, no puede ser a medias tintas, para que la gente se dé cuenta de algunas hueás que son horribles.

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Cantillana estima que su día comienza, oficialmente, cerca de las ocho y media de la mañana. Es a esa hora cuando está citado en el canal para comenzar las grabaciones de Pacto de Sangre. Su rutina, desde hace unos meses, no ha variado mucho: hace, en promedio, unas quince escenas y vuelve rápido a su casa. Hay días que aprovecha para escalar, una de sus actividades favoritas, en el Gimnasio El Muro. Otros tantos, mata las horas ojeando libros en la Librería Lolita, de Pancho Mouat. En las noches, se encierra a estudiar sus próximas escenas. Se acostumbró a esa intensidad, un modo de vida que sostiene desde hace ya más de 20 años.

El actor entonces rebobina la historia: en la pantalla chica debutó en 1998, en Iorana, como Patricio Tepano. En TVN, su primera casa televisiva, estuvo una década: interpretó, por ejemplo, al primer personaje portador de VIH (Rodrigo Marín, en El Circo de las Montini). Pero Raúl Escudero, de Romané, es el personaje del que más disfruta hablar, explica entre risas de qué se trataba. Con él, ganó el Premio Altazor a mejor actor en televisión en 2001 y, dice, fue el que más gozó: en su construcción, se apropió de distintos elementos de amigos y compañeros, incluso de su apariencia.

—Yo quería que el hueón se vistiera como lo vestía la abuela —dice, riéndose—. Luchamos por eso y para que no tuviera cambios de ropa. ¿Viste cómo son los monitos animados, que nunca se cambian? Así. Con Pancho Melo nos reíamos mucho en las grabaciones. Fue muy bonito, me entretenía mucho.

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Néstor Cantillana como Raúl Escudero en Romané (2000).[/caption]

—10 años en TVN, ¿qué te genera su situación actual?

—Me da pena, porque se tomaron muchas malas decisiones hace mucho tiempo y eso ha tenido consecuencias fomes pa' la industria, porque no es solo que se cierra un área dramática y son actores sin pega: son muchas más personas que están detrás de la cámara que los que estamos delante. Es fome, porque yo creo que la ficción es importante. Canal 13 es lo que es gracias a lo que fue el área dramática años atrás, TVN también en su momento. Mega es lo que es gracias al área dramática o la ficción que salió, digamos, de TVN.

—¿Y qué piensas sobre el futuro de la ficción?

—No sé qué pase con el futuro de las teleseries, producciones que se graban durante seis meses con muchos actores. No sé si eso tenga un futuro esplendor. Al parecer se están haciendo elencos más pequeños con teleseries más cercanas a series, a pesar de que igual se graban muchas escenas por día. El resultado sería incluso mejor si se hicieran menos. Cuando nosotros hacíamos Los 80, se grababan alrededor de seis escenas por día, en Prófugos también, a veces era todo un día para hacer una escena. El estándar audiovisual también es otro: la gente ya no se compra tan fácilmente un bastidor penca.

—Extrañas un poco esa época, los 90 y comienzos de los 2000...

—Es que fue también una época muy linda. Hoy, cada vez todo es más rápido, se quiere hacer lo mismo, de mejor manera, en menos tiempo y más barato, como son las leyes del mercado. En cualquier negocio, se quiere ojalá invertir menos plata, que la retribución sea lo más posible en el menor tiempo posible y pagando lo menos posible.

En este punto, Cantillana se detiene y ejemplifica con Wena Profe, teleserie con la que regresó al canal público en 2017: "Antes teníamos dos o tres meses de previa. En Wena Profe tuvimos una previa de dos semanas con suerte, empezamos a grabar y teníamos como tres o cuatro guiones…, una cosa que el sentido común te decía "esto no va a funcionar". Y, claro, no funcionó, fue un fracaso".

—El mundo de la actuación, sobre todo en el último tiempo, se transformó en una suerte de punto de partida para denunciar el acoso. ¿Qué te parece todo esto?

—Creo que una de las cosas más positivas de todo esto es que ya las nuevas generaciones, y nosotros también, dejen de naturalizar el acoso. Como ese típico 'Oye, pero si estoy hueveando, es una talla', o que el jefe se pueda acercar un poquito más. Ese terreno que era un poco ambiguo, que en el mejor de los casos, se decía que el tipo era medio fresco y quedaba ahí. Ahora no, ahora cualquier persona puede decir que no, que no corresponde, la gente está más empoderada para no aguantar ese terreno que parecía difuso.

***

Néstor Cantillana, 43 años, sigue enfrente, sentado, con su café a la mitad, pero desde hace unos pocos minutos lo acompaña su hijo, Lautaro (10). Ahora mostrará su lado más íntimo: dirá que le encanta la música y que incluso llegó a ser el vocalista de una banda con el también actor Pablo Schwarz y unos excompañeros de colegio en Curicó; que aprendió a tocar piano a los 12 años y que le gustaría estudiar música en serio; que le gustaba practicar kung-fu, pero lo dejó porque el entrenamiento era muy duro; que intentó hacer yoga, pero su cabeza no era compatible: solo se preguntaba ¿qué chucha estoy haciendo acá?

—¿Te interesa la política? Eres bien crítico del sistema...

—Cuando era más joven, intenté militar en las Juventudes Comunistas, era bien de izquierda. Ahora sigo teniendo un pensamiento más tirado pa' allá. No creo que este sistema sea un buen sistema, ni económico ni político..., no creo que el dinero sea lo más importante. Me parece injusto que el mejor sistema de salud, de educación, tenga solo acceso la gente que tiene plata. Me parece medieval. Hay muchas cosas que me gustaría que cambiaran.

—¿Qué cosas?

—A ver, tampoco creo en la expropiación, es demasiado. Pero creo que la educación debería ser de calidad y no debería ser un negocio. No puede ser que una familia de clase media deba estar endeudada hasta las cachas para poder pagar la educación de sus hijos. Lo que le interesa a la gente que tiene plata es que lo que se paga, que no es solo la educación, sino un circuito: se paga el amiguismo, no hay cruce social. Igual, estoy seguro de que si la educación fuera gratuita y de calidad para todos, la gente con plata y con poder se iría lo más lejos posible y se metería a colegios donde igual habría que pagar, para no juntarse con los otros.

Me dijiste que te gustaba Boric, que te sentías representado.

—Me encanta él, y también Giorgio Jackson, la Camila Vallejo y Karol Cariola. Cuando escuché a estos cuatro hueones, cuando eran chicos, dirigentes, y escucharlos hablar de corrido, con ese pensamiento clarísimo, y llevando a tanta gente…, realmente me emocionaron. Gracias a ellos yo salí a la calle a apoyar a los pingüinos, porque claro, yo estaba juntando plata pa' pagarle la escuela a los niños en vez de decir que esto tenía que ser gratuito y de calidad para todos. Me encantaría que ese cuarteto virtuoso pudiera seguir pa' adelante para equiparar la balanza.

—¿Y qué te pasa cuando escuchas a José Antonio Kast, por ejemplo?

—Kast me parece de otro planeta, la Van Rysselberghe también: como sacados de Handmaid's Tale. Y me parecen tipos peligrosos porque tienen poder. Porque Trump y Bolsonaro lo lograron, radicalizan un discurso que llega a personas que no son capaces de decir con tanto desparpajo esas barbaridades. Personas que quieren que se vayan los haitianos, los peruanos, todo ese pensamiento horrible, repugnante.