Hace dos semanas HBO estrenó la tercera temporada de True detective, pero para quienes no han visto la serie, el número del ciclo es irrelevante, ya que se trata de una producción "antológica", de temporadas autoconclusivas que parten de cero en la siguiente, manteniendo algunas reglas. En este caso, las reglas son claras: cada temporada gira en torno a detectives sombríos y complejos, todas tienen saltos en el tiempo y siempre hay un caso extraño por resolver.

La acción de estos ocho capítulos ocurre en 1980, 1990 y 2015, y parte en una tarde de invierno, cuando un chico de 12 años y su hermana de 10 salen en bicicleta para nunca más volver. Al final del primer episodio ya hay un cuerpo y unos muñecos que sugieren que la verdad estará rodeada de algo macabro. Una década después, el caso ha sido reabierto, y 15 años después, un programa de televisión lo está volviendo a revisar.

Al centro de esos tres períodos está el detective Wayne Hays, interpretado de gran manera por Mahershala Ali, ganador del Oscar a Mejor Actor Secundario por Moonlight. Él se lleva una parte del peso de una temporada que viene con carga extra, ya que retoma una producción que tuvo un primer ciclo brillante y un segundo que no llegó a cumplir ni de cerca con las expectativas. Luego de ese bajón, hubo más de un año de especulación en torno a su futuro, hasta que HBO optó por otra oportunidad.

Y aunque alguien que nunca haya visto la serie puede enfrentarse a estos capítulos sin prejuicios, para los que sí la vieron es imposible no hacer comparaciones. ¿Es tan buena como la primera? ¿Está más cerca de la segunda? De alguna forma, ahora se presenta como una historia menos compleja y filosófica, pero no por eso peor en calidad.

Aquí la apuesta es por una trama pausada y reflexiva, pariente de otras como Broadchurch o Sharp objects, pero donde el caso y sus giros son lo más importante, por sobre las meditaciones personales.

True detective 3 es tanto la historia de los detectives como la de un pueblo de gente pobre y no muy feliz, y del crimen que los destruye y los hace desconfiar de todos. También el juego de la sospecha que cambia de mano en mano, para ponerse por turnos sobre el raro del pueblo; los jóvenes aproblemados o el tipo con antecedentes. Junto con todo esto, es la historia de un padre con una vida que ya parecía estar colgando de un hilo y donde la desaparición de sus hijos se ve como la gota que rebalsará el vaso. Aquí asoma la segunda gran actuación con Scott McNairy (Halt and catch fire, Godless), que interpreta con maestría a un hombre desesperado.

Para quienes tienen el primer ciclo sobre un pedestal, puede ser que los nuevos capítulos queden bajo sus expectativas. Una mejor idea es aprovechar que es un producto de borrón y cuenta nueva, y verla como la más reciente buena serie de detectives. Porque, sin duda, eso es lo que es.