El viejo Earl Stone conduce bien, demasiado bien. Su destreza le permite llegar a cualquier parte, no meter mucho ruido, soportar muchas horas de viaje de sur a norte y, sobre todo, convertirse en un ser invisible para la policía. Tan buen chófer es Earl Stone que la mafia mexicana le sube el sueldo y el hombre que alguna vez fue un horticultor en bancarrota se entusiasma más de la cuenta con su trabajo de "mula". Es decir, de transportista de drogas para los carteles mexicanos.

Este es el clima narrativo que ampara La mula, el regreso de Clint Eastwood a los cines chilenos tras su fallida 15:17, tren a París, película que el año pasado llegó en estas mismas fechas al país. Si aquella producción inspirada en el caso real de tres estadounidenses que frustraron un atentado terrorista en Europa se encontró con las peores críticas del cineasta en su carrera, La mula funciona como una suerte de retorno a la época de gracia del director.

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La película se estrena hoy en los cines chilenos y se basa en el caso real de Leo Sharp (1924-2016), el horticultor que durante diez años sirvió de "mula" para el cartel de Sinaloa de México. En la singular historia historia de Sharp, recogida en un reportaje de The New York Times en el 2014, salieron a la luz todos los ingredientes humanos y narrativos que son carne de Hollywood. No pasó mucho tiempo hasta que los derechos de la crónica pasaron a manos de los grandes estudios y en el 2018, con 88 años, Clint Eastwood dirigió la adaptación fílmica. El escurridizo viejecillo de Detroit tenía 87 años cuando fue descubierto por la policía, uno menos que Eastwood.

La mula es, además, la primera película en que Eastwood se dirige a sí mismo desde Gran Torino (2008), donde con 78 años, interpretó a otro indomable jubilado de Michigan: el cascarrabias Walt Kowalski. Las coincidencias entre ambas producciones son varias, empezando por el guionista Nick Schenk, que hace del "transportador" Earl Stone una suerte de Kowalski con mejor humor y algo más amable en sus modales.

Por lo demás, ambos son veteranos de la Guerra de Corea, manejan muy bien y son tan solitarios como un perro callejero. En Estados Unidos, la crítica fue en general receptiva, destacando la de Richard Brody, en The New Yorker, que le dio dimensiones sociales: "Clint Eastwood es uno de nuestros grandes cineastas políticos. La mula es una vigorosa película que sobrevive a las viejas creencias y mira hacia atrás con pesar".

En Francia, donde el director siempre ha sido reverenciado incluso más que en su propio país, la respuesta de los principales medios fue unánimemente cálida. Mientras la prestigiosa revista de cine Cahiers du Cinéma dijo que "no se había visto un filme así en mucho tiempo, capaz de ramificarse en muchos tonos", Le Monde afirmó: "Como suele pasar con Eastwood, esta es una gran película que se esconde detrás de una apariencia inofensiva".

A estas alturas, La mula es la cuarta cinta consecutiva que el director de Los imperdonables realiza a partir de personajes cotidianos de la vida americana. Antes fueron El francotirador (2014), sobre un condecorado y solitario militar en Iraq; Sully, acerca del piloto que salvó un avión de pasajeros de la inminente catástrofe en Nueva York; y la mencionada 15:17, tren a París. Se trató de héroes. La mula, por otro lado, es todo lo contrario: la historia de un antihéroe que buscó el trabajado equivocado para salir de la crisis económica que el sistema le regaló.