Un hombre camina por la borda de un ferry.

Y salta.

Un hombre desaparece en el fondo del East River, en Nueva York. Corte.

No hay risas.

Ni aplausos.

Hace poco ese mismo hombre se subía a escenarios para narrar monólogos. Y sus monólogos, de alguna forma, trataban sobre aquel posible y trágico final.

Aunque entonces sí había risas.

Y aplausos.

Nacido en 1941, en Estados Unidos, Spalding Gray fue autor de varios monólogos autobiográficos que escribió y realizó para el teatro en los años ochenta y noventa, así como por las adaptaciones cinematográficas de estas obras. Por ejemplo, cintas como Cambodia, dirigida por Jonathan Demme (Filadelfia). O Gray's Anatomy, dirigida por Steven Soderbergh (Sexo, mentiras y video).

Mucho antes de las redes sociales y la agotadora narrativización del yo, Gray le escribió odas a su persona. Sus monólogos se anticiparon a las ansiedades que hoy sufren casi todos aquellos y aquellas con una conexión a Internet.

Gray venía del teatro vanguardista neoyorquino (fue parte de los fundadores del Wooster Group, el mismo que vino a Chile hace unos años), pero luego comenzó a flirtear con textos personales. Al parecer, asegura, todo nació ya que no podía comprar una televisión. Porque así comenzó a escribir sus monólogos, crónicas sobre su propia vida, que eventualmente presentó en vivo y publicó en formato libro. Son todos textos llenos de historias personales, así como otros temas (en Camboya, luego filmado por Jonathan Demme, la narración se centra en la cinta, pero también explora la responsabilidad de los Estados Unidos por los estragos en Camboya).

Si bien en su mayoría verdaderos, también es cierto que Gray exageraba e inventaba sobre la marcha. Las manifestaciones más irreales de sus neurosis eran por lo general ficticias (decía que durante un ataque de ansiedad sudó a través de sus zapatos y hasta dejó huellas húmedas).

Hasta que luego de luchar con varias depresiones, y un accidente de tránsito en Irlanda, Gray se suicidó en Nueva York, el 2004.

*

Casi toda la obra de Gray gira sobre la idea que el filósofo Ernest Becker explica en La negación de la muerte, un libro que Gray aseguraba tener subrayado profusamente en rojo.

Dice Becker: "Lo irónico de la condición humana es que su necesidad más profunda es librarse de la ansiedad de la muerte y la aniquilación, pero es la vida misma la que despierta esta ansiedad, y de este modo nos alejamos de estar completamente vivos".

Y sí: tanto este libro de Gray como otros de sus monólogos (en su mayoría están en Youtube) se sustentan en esa incómoda verdad. Todos vamos a morir. Todos lo sabemos. Aún así, o por eso mismo, lo negamos. Y algunos, como Gray, logran reírse de esa ansiedad por negar la muerte: "Nunca había hecho nada por siete horas en mi vida, salvo dormir. ¡Siete horas sin pensar en la muerte ni una vez!", dice en un momento de No sé si lo estoy pasando bien o estoy tratando de matarme, su libro/monólogo que la editorial Hueders acaba de publicar en Chile.

Lo divertido es que Gray, en esa frenética y neurasténica carrera por negar la muerte, busca refugio en cosas muchos más banales que la filosofía. Como, por ejemplo, la nieve. Porque No sé si lo estoy pasando bien o estoy tratando de matarme debe ser uno de los libros más nevados del último tiempo.

De esta forma describe su primer encuentro con un centro de esquí:

"Estaba fascinado por esa cosa, esa montaña, porque se veía como un desierto exótico. Podía ver esos dedos blancos a través de los árboles como salsa de caramelo derretida sobre un helado de café. No entendía cómo la cima de la montaña podía tener ese aspecto hasta que descubrí que esos dedos blancos eran pistas de esquí."

La nieve, las montañas nevadas de Aspen, provocan un deseo tan excepcional como definitivo en Gray: esquiar. Pero esquiar casi como un acto religioso.

"De modo que, en vez de tomar clases de esquí, volvía a mi pieza y fantaseaba con esquiar. Volvía a mi pieza en la residencia estudiantil y soñaba despierto con esquiar mientras escuchaba las sinfonías de Beethoven, las nueve".

*

No sé si lo estoy pasando bien o estoy tratando de matarme (traducción de Ariel Magnus) es un de los libros más narcisistas del último tiempo. Si bien se puede leer como una divertida (y hasta valiente) lucha contra la depresión, también es (como varias películas de Woody Allen) una oda al narcisismo.

Porque su narrador avanza por la vida sin tomar demasiado en cuenta a los demás. En otras palabras: en el mundo de Gray solo existe Gray. "Me usaba a mí mismo para jugar el papel de mí mismo —estaba jugando conmigo mismo— en una especie de narcisismo creativo", narra el explicar el inicio de sus monólogos.

Otro ejemplo de su narcisismo sucede más adelante en el libro, cuando su amante queda embarazada. Y esta es su reacción:

"Cuando Kathie me contó que estaba embarazada, caí al suelo y me puse en posición fetal. Cuando salí de eso, dije:

-Quítatelo.

-Es mi cuerpo —dijo ella—. Yo seré la que toma la decisión. Si tengo al niño, lo criaré yo, pero tengo que pensarlo de verdad.

-Bueno, mientras lo piensas, yo me voy de aquí.

Y me fui."

A todo esto: Gray se acaba de casar con su novia de toda la vida, Ramona, a quien engaña cuando se va de gira para presentar sus monólogos. Sus affaires, claro, son otra de las tantas maneras en que niega la muerte. Y por supuesto, en episodios como estos Gray no queda muy bien parado. Pero bueno: son sus propias palabras las que describen a un neurótico que sale corriendo al enterarse de que su amante tendrá un hijo suyo.

"Me encontré con Kathie solo una vez, en la calle, para pasarle el dinero para un aborto, diciéndole:

-Quítatelo.

-Sigo pensando —dijo ella."

*

No sé si lo estoy pasando bien o estoy tratando de matarme se publicó unos diez años antes de su muerte, sucedida el 11 de enero del 2004.

Aquel día –aquel día en que se decide a acabar con la negación y simplemente morir– Gray va al cine con sus hijos. Ven El gran pez de Tim Burton, una película sobre un padre mitómano que termina con esta frase:

"Un hombre cuenta una historia una y otra vez tantas veces que se convierte en la historia. De esa manera, es inmortal".

Según Kathie Russo, su viuda (la misma que primero fue su amante), Gray lloró después de ver esa película. "Creo que le dio permiso para morir", le dijo Russo a la prensa.

Y un poco más tarde de esa función de El gran pez, Spalding Gray se subió al ferry que conecta Manhattan con Staten Island, el mismo que, lleno turistas, pasa cerca de la estatua de la libertad.

Se puso cerca de la borda.

Y saltó.