Primer movimiento: Serú Girán

La idea era, como casi siempre, una suerte de ruleta rusa comercial. Pero Charly García ya acumulaba varias en el cuerpo, así que tampoco era de extrañarse. Abandonando el (muy exitoso) folk amable de Sui Generis con un último disco más duro en letras y sonido (Pequeñas anécdotas sobre las instituciones), no encontró nada mejor que, una vez disuelto el dúo con Nito Mestre, formar una banda progresiva llamada La Máquina de Hacer Pájaros. ¿Y qué sucede cuando el público por fin se acostumbró a ello? Bueno, hacer un nuevo plan. De cero, como le gustaba al bigote bicolor.

Instalados en Búzios, Brasil, a inicios de 1978, con otro solista con pedigrí como David Lebón (Pappo's blues, Pescado Rabioso), su nueva banda se completó en las siguientes semanas con el batería Óscar Moro (Los Gatos, La Máquina de Hacer Pájaros) y con un chico de escasos 19 años al bajo. Proveniente del mundo del jazz y la fusión, Pedro Aznar, era a juicio de Charly, según su biografía No digas nada escrita por Sergio Marchi, "un pibe divino que toca el bajo como los dioses. Directamente (…), una biblia".

Quienes iniciaron el proyecto fueron García y Lebón, y entre ellos se repartió el protagonismo, las voces y composiciones. Moro, baterista talentoso y práctico también, se dedicó exclusivamente a la base rítmica, mientras que Aznar ganaría un papel creciente en los 4 años de vida de la banda. No sólo aportaría su reconocida pericia en el bajo, sino que armonías vocales, apoyo en teclados y algunas composiciones instrumentales. Motivo suficiente para estimular, sin quererlo, la disolución de la banda cuando decidió irse a estudiar a Berklee, Estados Unidos.

Los "Beatles argentinos", como al cuarteto no le disgustaba ser llamados, vivieron un arco de popularidad desde la indiferencia total al momento de editar su primer disco al fervor popular al momento de separarse en 1982. También hubo un regreso, una década después, con el caos suficiente como para no obviarlo en estas líneas. Pero eso es materia de otro movimiento.

Segundo movimiento: Clics modernos

Se cumplen poco más de 35 años del momento en que Charly García (re)inventó el (nuevo) lenguaje del rock latinoamericano. Y al que diga que empatamos con una exageración, ahí le tiramos un sampler de James Brown y alguna letra de denuncia social con excusa bailable como "Nos siguen pegando abajo", para que vea que hablamos en serio.

El paso previo se llamó Yendo de la cama al living (SG, 1982), primer disco solista en estudio de Charly, con la colaboración puntual de Aznar en "Peluca telefónica", al lado de otro ilustre como Luis Alberto Spinetta, transformando el momento histórico en una jugarreta con hermosa melodía y chistes sobre drogas incluido.

Un año después y con la base económica de quien ha lanzado un exitoso álbum solista y llenado un estadio con 25 mil personas, García tocaría la puerta (así, literal) de los míticos estudios Electric Lady en Nueva York para grabar su nuevo disco. Billetes en mano (también, literal, que esto es Sudamérica) pidió la lista de ingenieros de la casa y optó por Joe Blaney, quien tenía en su incipiente currículum un trabajo con The Clash y que sería pieza fundamental en la modernización de su sonido.

En un momento en que García miraba al resto a cinco cuadras de distancia sacando la lengua, Clics modernos (SG, 1983) renovó el rock argentino con el uso de samplers y una estructura más pop en canciones que serían la banda sonora del retorno a la democracia trasandina. "Él se canso de hacer canciones protesta/ y se vendió a Fiorucci", se autobromeaba Charly en "Dos cero uno (transas)", poniéndose a tono con las nuevas bandas modernas que cuando no se inspiraban en él, lo tenían derechamente como productor (Los Twist, Los Abuelos de la Nada).

Clics modernos sería un disco solista propiamente tal, con García haciéndose cargo de casi toda la instrumentación y con la presencia de Aznar (quien tocaba con Pat Metheny y vivía en Estados Unidos) limitada a aportes puntuales en el bajo. Igualmente ese período sería el germen de la creación de Tango, ese proyecto intermitente que generaría discos, haría de banda de apoyo, daría contención emocional a sus miembros y crearía varias páginas hermosas dentro del rock latinoamericano.

Siguientes movimientos: primeros pasos de tango

Luego de cambiar (de nuevo) de plan maestro con el disco casi en vivo Piano bar (SG, 1984), saldría al mercado en 1986 el EP homónimo de Tango. Aun cuando las expectativas superarían los resultados, hubo un par de singles de éxito y algunas actuaciones con mediana crítica. En un álbum en el que las mejores piezas seguían siendo las de Charly ("Pasajera en trance", "Hablando a tu corazón"), Pedro comenzó a acercarse tímidamente al pop después de unos primeros discos solistas orientados al jazz.

Los siguientes tangos serían una aventura puntual llamada Radio Pinti (Tango 2), donde la dupla musicalizó monólogos del humorista Enrique Pinti y luego una reunión soñada, pero efímera y mitificada llamada Tango 3. Así, por lo menos, se conoció al proyecto que los juntó en algunos ensayos con Gustavo Cerati en 1989.

La internacionalización de Soda Stereo y una gira de Aznar con Metheny impidieron que la idea prosperara. Como recuerdo quedaría "No te mueras en mi casa", una canción compuesta en conjunto que aparecería en Filosofía barata y zapatos de goma (Sony, 1990) de Charly. Además de los compromisos de cada uno, comenzaban tiempos convulsos en la salud mental de García, quien estaría tres meses en una clínica psiquiátrica en 1991. Aunque bien se podría haber pedido el reembolso considerando la conducta de Charly poco después, una consecuencia positiva tangible sería el disco definitivo de la dupla.

Últimos movimientos: Tango 4 y el regreso de Serú Girán

La historia cuenta que Aznar llegó a un acuerdo con la clínica y que, como suerte de partner-chaperón del bigote bicolor, las horas de salida se transformarían en Tango 4 (Sony, 1991), álbum donde compartirían al fin crédito y nivel de importancia. Un disco donde, además de contar con los primeros hits pop de Aznar en la forma de "Tu amor" o "Mientes", se lograba armar, con una producción casi espartana, un conjunto coherente de ejercicios de estilo, experimentaciones y un par de fantásticos homenajes.

El primero de ellos, "God only knows" de The Beach Boys con un gran trabajo del bajista en las armonías vocales. Y el segundo, "Break it all", de los uruguayos Los Shakers con Sandro guardando el smoking y robándose la película. Y rechazando cualquier tipo de pago por la colaboración. Hace unos años, García lo recordaba así para el diario Clarín: "En un momento Pedro le dice a Sandro: 'hay que ver como arreglamos lo del pago' a lo que Sandro respondió: 'Yo vine acá porque soy amigo de Charly. Y además, sabes, yo no tengo precio'".

Envalentonados con la excelente recepción de Tango 4, el año siguiente se produjo la esperada reunión de Serú Girán. Con un par de dificultades, eso sí. El errático comportamiento de Charly, que ya comenzaba a saynomorizar su música y grabaciones, por una parte; y la ausencia de grandes composiciones, por el otro. En un disco más bien regular, las mejores canciones corrieron por cuenta de Aznar ("A cada hombre, a cada mujer", "Déjame entrar"), quien además ofició de mediador involuntario entre un Charly algo pasado de revoluciones y un David Lebón, explícitamente molesto en los escasos, pero multitudinarios recitales que dieron.

Encore

Si bien no han existido reuniones formales de la dupla posterior al complicado 1992, las colaboraciones puntuales se han mantenido. Ya en 2002, García se subía al escenario del teatro Astros para participar de En vivo (Tabriz, 2002), primer disco en directo de Aznar. Algunos meses después, inéditamente, embaucarían al embaucador máximo. En la actuación de Charly en el Festival de Viña del Mar de 2003, Aznar, miembro del jurado, se subía supuestamente sólo para hacer "Tu amor", pero se quedaba, frente a la sorpresa de Charly, también interpretando un improvisado "Mientes". La sola expresión de sorpresa de alguien acostumbrado a epatar al resto, es impagable.

Porque, se sabe, más bien es Charly García el que se impone al resto. O, por lo menos eso hacía a principios de siglo cuando subía a un escenario y, como definía su biógrafo-amigo Sergio Marchi, ya no lograba hacer cosas con los otros, sino que eran ellos quienes tenían que seguirlo. Como en la exitosa serie de conciertos de Pedro Aznar con David Lebón en 2007, cuando subió Charly al escenario (luego de arrojar un vibrador, según el diario Clarín) para aportar algo de caos a tan pulida actuación.

Seis años después y con Charly transformado en un buen ciudadano y amigo de Palito Ortega, se produciría el último encuentro de Serú Girán en el Festival Cosquín Rock de 2013, ya sin Óscar Moro, fallecido tiempo antes. Ahí, a más de tres décadas del primer encuentro y obviando las marcas de la vida, la imagen bien podía retrotraer a Búzios. Como reiniciando el tango.