El tiempo avanza implacable. Si hace unos años Robert Plant, David Byrne y Duran Duran llegaron con el mote de "clásicos" al Lollapalooza chileno, hoy ese lugar lo ocupará Lenny Kravitz. Un joven veterano para la próxima fiesta musical del Parque O'Higgins, quien con sus 54 años dobla en edad a Post Malone, Twenty One Pilots, Rosalía y otras estrellas del evento de marzo, de cuyos detalles Kravitz no está muy al tanto.
"Ni siquiera sé quienes estarán pero al que sea que esté lo intentaré ir a ver, porque eso es lo interesante de estos festivales", dice a Culto el músico estadounidense, para quien el tiempo pareciera haberse detenido. A 30 años de su irrupción discográfica, con una fórmula que aggiornó el rock y el soul clásico -todavía muy presente en el dial-, Kravitz aún suena juvenil y vital. Su apariencia sigue siendo la del sex symbol capaz de conquistar a la estrella del momento, y aunque un par de episodios recientes lo han convertido en viral -entre ellos un accidentado show en el que su pantalón se rajó a la altura de la entrepierna-, asegura no ser fan de las redes sociales "porque puedes perder la vida en eso".
La misma vibra impera en su casa-estudio de Bahamas, la tierra natal de su madre (la actriz Roxie Roker), donde todavía se trabaja como antes: grandes solos de guitarra eléctrica, una fascinación casi religiosa por lo análogo y la posibilidad de despertar en la mitad de la noche con la idea de su próximo álbum en la cabeza.
Así nació Rise vibration (2018), el disco número 11 de su carrera. Un trabajo cuyo título invita "a elevar la vibración y llevar los sentimientos hacia un nivel superior", explica. Allí, Kravitz vuelve a hacer gala de su capacidad para registrar todos los instrumentos, con los que construye sus habituales piezas de rock, funk y R&B de la vieja escuela ("la escuela Quincy Jones", como la llama) para cantar sobre tópicos diversos: desde las críticas al racismo y la corrupción de "It's enough!", a la exploración de su propia sexualidad (y la mitología en torno a ésta) de "Low", tal vez el mayor éxito que trae el LP.
"Nunca sé exactamente qué voy a hacer cuando entro al estudio", aclara el autor de "Fly away". "Mi trabajo es intentar escuchar lo que algo dentro de mí me dicta. En el caso de este disco, eso se me apareció durmiendo en la mitad de la noche, soñando con esta música".
-Sus canciones se asocian por lo general a emociones personales, pero un tema como "It's enough!" rompe con esa percepción.
-Por supuesto, pero eso es algo que ha estado presente desde mi primer disco. He compuesto acerca de temas muy diversos y en este caso me pareció interesante hacer un llamado de atención sobre la forma en la que nos estamos tratando unos a otros, que claramente no es como debiera ser.
-¿Calificaría este álbum como parte de la escuela Quincy Jones? Como en varios de sus discos, hay una especial preocupación por las texturas y la instrumentación.
-Eso es un parte de lo que hago. Para Raise vibration tomé mucho de esa escuela, pero he aprendido mucho de varias escuelas distintas. Pero sí, me sigue gustando el sonido de mis manos sobre los instrumentos, que es lo que le da personalidad a la música.
-Esa idea no parece tan habitual en la música pop de hoy.
-Es que ese no es mi tema, no me preocupa. Solo me preocupa lo que yo hago. ¿Hacia dónde va el pop? No lo sé. Todo el mundo tiene el derecho a expresarse como quiera. Yo al menos no encuentro ninguna inspiración en el pop de hoy, pero esa es solo mi opinión.
-A diferencia de otros colegas, no ha trabajado junto a algún artista juvenil o compositor de moda. ¿Por qué?
-Prefiero crear mi propio arte. Si alguien interesante aparece en el camino obviamente lo pensaré. Creo que ahora muchos artistas hacen estas colaboraciones en busca de un éxito, pero yo trabajo para poder expresarme. Eso es finalmente un éxito: presentarme a mí mismo de manera auténtica. Eso es un hit.
-Su gira 2019 comenzará en Sudamérica. ¿Le motiva partir el año tocando en nuevos lugares?
-Yo siempre estoy motivado. Por supuesto que ir a lugares a los que no he ido nunca es algo que me entusiasma, como Colombia o Perú, pero no podría decir que me motivan más que cualquier otro lugar. Me encanta poder seguir haciendo lo que hago, que es expresarme a través de mi arte y compartirlo con otras culturas. En Chile será mi segunda vez así que tengo muchas ganas de volver a tocar, de volver a familiarizarme con la gente.
-¿Recuerda bien su concierto en el Estadio Nacional de 2005?
-Había una gran energía en ese lugar. Conocí a gente maravillosa así que me alegra estar de vuelta, ver cómo está todo por allá y ojalá poder conocer un poco más. A mí me gusta estar en las calles, ver gente, no ser el típico turista sino que tratar de vivir algo de la experiencia local.
-Muchos jóvenes lo reconocen más por su faceta actoral. ¿Piensa retomarla?
-Lo primero en lo que estaré trabajando es en mi propia película. No puedo adelantar demasiado porque todavía está en desarrollo, pero será una película musical y de ficción. Hay una posibilidad de que yo mismo la dirija, pero no está definido.