La metáfora le gusta a Álvaro Henríquez. La imaginó Ismael Oddó, músico de Quilapayún y hoy director musical del nuevo grupo con que el cantante revivirá gratis el 9 de marzo en el Teatro Regional del Biobío su primer disco solista. Ese ya lejano título homónimo de 2004 que asoma entre lo mejor de su obra, pero rezagado en el tiempo, pese a tener canciones como "Amada" o "Sirviente y no patrona".
"Ismael me dijo que ese álbum es como un auto precioso, pero que está estacionado a la sombra y hace mucho tiempo que la gente no lo ve. Entonces ahora la gente lo tiene que ver", dice el cantautor en torno a la producción que fue reeditada el año pasado, que nunca mostró demasiado en vivo y cuya carátula lo exhibe en una foto de su niñez vestido de hombre rana.
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Pero cuando Henríquez se sacude de las alegorías, el viaje en reversa a 2004 se hace mucho más real. Ya en esa temporada había separado a dos grupos -Los Tres en 2000 y Los Pettinellis cuatro años después- y su carrera adquiría una inesperada dirección en solitario para un hombre acostumbrado al trabajo colectivo.
"Para mí fue una época de bastante duda. Después de Los Tres, para nosotros fue bien pesado llevar eso a cuestas, ser un ex Los Tres. De hecho, cuando se acabaron, en ese momento dije: 'filo, no voy a hacer más música'. Así de heavy. Era muy difícil seguir, porque hubo una decepción con Los Tres y después con Los Pettinellis. Entre medio me había divorciado, era una época muy turbulenta. Tuve un sentimiento muy fuerte de no querer seguir haciendo música. El punto es que continué haciendo canciones. Entonces me dije: '¿qué voy a hacer con estos temas? ¿Se los voy a regalar a alguien?' No pues. Y ahí se me ocurrió hacer un disco solista. Y uno muy personal".
Entre esas composiciones figuraban ácidos retratos de relaciones personales ya fracturadas ("Marcas en el alma", la propia "Sirviente y no patrona"); dedicatorias muchísimo más amables a su hija Olivia ("Amada"); un cover de la banda mexicana Los Tigres del Norte que originó un apodo que para muchos hasta hoy lo define ("Jefe de jefes", aunque también advierte: "eso fue una broma, la gente se lo tomó muy en serio"); y otro tema singular, la cueca "Tengo más alcohol que sangre", donde confiesa envalentonado: "Caramba tengo más alcohol que sangre/ caramba me lo dijo una enfermera", para luego rematar con que "la sangre siguió oscura, la vida es plana/ Muerte no me persiga, vuelvo enseguida".
"Eso fue proverbial, proverbial", precisa en torno a esa canción casi profética escrita 14 años antes del período más crítico de su vida: cuando el 1 mayo de 2018 debió someterse a un trasplante de hígado debido a un daño hepático crónico producto, como informaron sus médicos, del consumo de alcohol.
-¿Qué sensación le da hoy tener que tocar ese tema y ver ese título: "Tengo más alcohol que sangre"?
-Lo que me da es risa: escribí mi propio futuro (se ríe). Lo mismo me pasa con "Hospital". Cuando estaba en la clínica decía: pensar que yo escribí esa canción. La hice yo solito. Pero ya lo veo como una diversión y que tiene que ver con la diversión de las cuecas. Las cuecas y el folclor no tienen por qué siempre estar asociados al alcohol, al copete o al hueveo. Como las cosas han cambiado tanto para mí, ahora lo veo como cuando era niño y hacía una maldad. Cuando la escucho ahora, me da risa, alegría. Y mientras la he cantado en los ensayos, pienso: 'pensar que después me pasó esto mismo'.
-Habla de "cuando un niño hace una maldad". ¿Es una etapa que da totalmente por superada?
-Totalmente, porque uno va pasando por muchas etapas, sobre todo en este tipo de operaciones grandes. Entonces empecé a escuchar de nuevo algunos discos de Los Tres, cosa que no había hecho en años, décadas. Yo nunca escucho la música que hago. O sea, la hago, la mezclo, y después de cien tomas de mezcla, uno queda tirado, agotado; ya no quieres escucharlas más. Pero he estado oyendo algunas cosas y viendo otras por Internet y el comentario siempre es el mismo: 'puta que somos buenos' (se ríe). Digo: 'qué bien todo, qué bien hecho, me siento orgulloso'.
-¿Por qué ahora retomó los discos de Los Tres? ¿Puede que su recuperación lo haya llevado a un ánimo más nostálgico?
-(Piensa) Como que he tenido más recuerdos de cosas, recuerdos más nítidos de cosas que hicimos con Los Tres o cosas privadas mías. No soy muy nostálgico, a mí me gusta ir siempre para adelante nomás. Hacer las cosas, dejarlas, asegurarse que estén lo mejor posible, y después de eso uno avanza, uno sigue. Es más bien ordenar mi obra, porque mucho de ello no estaba en Spotify. Y el hecho de revisitar Fome era una deuda pendiente con nuestros fans. Y las deudas se pagan.
-Desde que en agosto volvió a tocar, sólo tres meses después del trasplante, ¿cómo ha sentido su regreso más permanente a los escenarios?
-Una delicia. Podrás imaginar que, después de la recuperación, tocar en vivo es una delicia siempre. Lo disfruto mucho y en ese sentido también uno ve las cosas distinto. Uno las ve más ordenadas y más brillantes. Estoy pasando por un período bastante brillante.
-¿Fue una recuperación más rápida de lo que usted esperaba?
-Todos los doctores estaban bastante impresionados con la recuperación. Yo también, pero era lo que yo quería hacer. O sea, hay que tener mucho valor para darle y no bajar los brazos nunca. Al contrario, hay que hacer todo lo que hay que hacer, tener los controles con los doctores, etc.
-¿Siente que, para superar este momento, tuvo una fuerza de voluntad distinta a la de otros momentos de su vida?
-Bueno, el kinesiólogo con el que trabajo dijo que mi recuperación ha sido épica. Me cagué de la risa. Eran 24 sesiones y yo en 12 ya estaba bien. Aunque sigo con kinesiología y todo eso. Pero me sorprendí a mí mismo, me sorprendí al ir a tocar con los Café Tacvba (en agosto). Yo los quería sólo saludar, me dijeron: '¿nos aventamos una rolita?'. Me pasaron una guitarra de ellos, ensayamos rápido y al salir al escenario dije: 'yo voy a ver las caras de la gente, en vez de que ellos me vean a mí'. Eso me motivó mucho a darle con más fuerza para la recuperación y ordenarme con las medicinas, ir a la clínica regularmente, hacerme chequeos.
-¿Hoy tiene una vida normal?
-Hoy mi vida es completamente normal, me siento muy bien y feliz de estar tocando de nuevo, porque eso es lo que uno mejor hace.
-¿Cree que cambió como persona a raíz del trasplante?
-Eso no lo sé, porque es un proceso largo, a nivel de sentimientos, de sensaciones. No es un período donde te pueda resumir cómo me siento. Yo me siento muy bien, contento, está todo funcionando, pero es mucha información la que uno tiene que procesar. Es un cambio de vida, eso sí, absolutamente. Un cambio de vida radical, pero que me gusta, lo estoy disfrutando mucho.
-¿No se arrepiente de haber hecho antes este cambio, de sentir que quizás desaprovechó su tiempo?
-Creo que las cosas pasan cuando tienen que pasar nomás y este fue el momento para pasar a otra vida. De lo que era antes a otra cosa. Pero lo que no sé es identificar exactamente qué, cuál es esa cosa.
-¿Es una etapa más iluminada?
-Sí, claro. Tuve una etapa Marilyn Manson, pero ya se me pasó. Menos mal que ya pasamos por eso. Pero algo muy importante: todo siempre de la mano de mi familia, que se portó increíble, y de la música. Mi hija, mi mamá, mi hermana, mi hermano, que se portaron increíbles. Uno ahí empieza a tomar la importancia que tienen esas cosas. Una familia fuerte, una familia unida, es muy importante. Pero es un cambio grande en la vida lo que me pasó, es muy marcador, es como tener un hijo. Así de fuerte. Es otra existencia, con otros paisajes, con otras personas. He caminado tanto por el otro lado y ahora me toca caminar por este lado y lo estoy disfrutando mucho.
-¿No extraña ese "otro lado"?
-No se extraña, porque también lo viví a full. Y esto es igual de fuerte, pero para bien.
-¿Un cambio definitivo?
-Si po. Claro, imagínate. Tiene que ser así. Un cambio de vida a meses de cumplir 50 años y me siento muy bien, con ganas de seguir haciendo música, de tocar, de hacer giras. Eso es lo que ahora me tiene feliz.