Luis Miguel: un regreso de menos a más
El astro mexicano inició su residencia en el Movistar Arena superando su discreta última visita en 2015 pero acusando los tics de siempre. Gestos de molestia por la calidad de audio empañaron la primera hora de show para luego remontar épico y sin discusión.
Tras décadas de conciertos impecables a una velocidad crucero garantía de calidad y escasa sorpresa, Luis Miguel (48) mostró en su última visita a Chile en noviembre de 2015 su momento más bajo, una desidia indisimulada en medio de rumores de mala salud. Esa era la vara a vencer esta noche en el inicio de una residencia en el Movistar Arena que se extiende hasta el sábado y tras el repunte de su figura en 2018 gracias a la serie biográfica en Netflix que suavizó su imagen de tipo espeso. Por la serie se confirmó que esa deidad distante de incontables éxitos en casi 40 años era víctima del desarraigo, el maltrato y tempranos excesos.
Para sus parámetros arrancó relativamente temprano. A las 21:24 la pantalla mostró imágenes en blanco y negro, su silueta caminando y luego su característica patada con resabios de Karate Kid. La banda comenzó a tocar, Luis Miguel a escena y de pronto un silencio, algo totalmente fuera de su libreto inamovible donde los músicos suelen hilvanar un extenso medley hasta su irrupción. Esta vez se paró al centro a contemplar al gentío femenino que repletó hasta la última fila del Arena como un gesto de cercanía atípico. Fue ovacionado y vitoreado y la sonrisa en su rostro parecía sincera disfrutando del aplauso de un público que escasamente se renueva.
Arrancó con "Si te vas" seguida de "Tú solo tú". Entonces comenzó el drama con el sonido. Así, por casi una hora dotó a su espectáculo de una tensión que de alguna manera se hermana con la figura de Axl Rose, un carácter volátil que parece más pendiente de los yerros que de disfrutar el show, buscando motivos para manifestar una especie de ira apenas contenida en medio del rictus de su sonrisa.
Comenzaron las extensas pausas entre temas y a repetirse de manera creciente los gestos manifestando inconformidad con el retorno, a veces interpretables sobre su propia voz, otras sobre el volumen de sus músicos o los acentos en la interpretación instrumental. Al menos dos veces golpeó el micrófono totalmente enojado, sin contar todas las ocasiones en que se acercó hacia el costado derecho del escenario reclamando airado.
El público reaccionó notable porque lo conocen desde hace mucho y evidentemente lo idolatran. Varias veces la gente empezó a cantar antes que el astro como una manera de decirle que todo estaba bien. Es cierto que el sonido no era óptimo en esos primeros minutos -algo chillona la mezcla y con su voz muy arriba- pero Luis Miguel sigue siendo un cantante fuera de serie. Su interpretación fue muchísimo mejor que en 2015 pero solo él parecía no darse cuenta. Los aplausos reiterados, el grito infaltable proclamando su condición de mijito rico y los coros espontáneos lograron finalmente relajar al perfeccionista que lleva dentro y que termina encarnando un enemigo íntimo innecesario.
Pasados 50 minutos y tras una seguidilla de clásicos como "Amor, amor, amor", "Suave" y "No se tú", recién Luis Miguel comenzó a disfrutar de una noche que tenía ganada desde el primer minuto.
La costumbre de los medleys fue tratada con mayor cuidado que en otras visitas donde todas las canciones perdían sus detalles sumidas en un mismo latido rítmico y con arreglos escasamente diferenciados. En clásicos como "Fría como el viento", "Tengo todo excepto a ti" y "Entrégate", interpretados tranquilamente en un taburete Luis Miguel se olvidó por un rato de mirar hacia el costado o de los gestos rabiosos clamando volúmen. Fue un punto de inflexión en la noche, por lo demás el arranque de una gira que lo llevará por sud y centroamérica.
El concierto se convirtió en una máquina del tiempo que se remontó a sus hits ochenteros y de inicios de los noventas como "No me puedes dejar así", "Palabra de honor" y "La Incondicional", esta última acompañada de las imágenes del mejor de sus videos, cuando encarnó a un cadete de aviación. El público prácticamente se derritió con esa seguidilla y lo mismo ocurrió con canciones pretéritas como "Los muchachos de hoy", "Ahora te puedes marchar", "La chica del bikini azul", "Isabel", "1 + 1 = 2 enamorados". Curiosamente todos esos clásicos fueron respetados en sus arreglos originales mientras Luis Miguel hizo lo contrario jugueteando con las melodías.
No hubo sección de mariachis en este regreso sino una férrea concentración en sus mayores clásicos y siempre con la posibilidad de aumentar un listado generoso.
Luis Miguel superó los fantasmas de noches flojas y letras olvidadas como apuntó la prensa en sus conciertos en México a fines del año pasado y que motivaron que el festival de Viña finalmente no le considerara para celebrar sus 60 años. El astro mexicano inclinó la balanza a su favor y la quinta Vergara se ha quedado sin un número estelar de un astro sin parangón.
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