Que los tres rostros que animaron el Festival de Viña en los últimos ocho años (Carolina de Moras, Eva Gómez y Rafael Araneda) estén, en este minuto, fuera de la televisión chilena, es un síntoma: ser anfitrión de la cita veraniega dejó de tener la importancia de antaño. Se volvieron prescindibles, rotativos y ni siquiera les pagan extra por hacerlo, como era la norma hasta hace no mucho.
Cecilia Bolocco ganó $60 millones en 2001, Ricardo Montaner $115 millones en 2005 y Felipe Camiroaga $65 millones en 2009, por citar tres ejemplos. María Luisa Godoy y Martín Cárcamo recibirán "el cariño del público", como versa esa frase cliché, y ningún peso extra por estar en el evento durante seis noches. Incluso, no hay seguridad de que vayan en repetir en 2020 y ya asoman Tonka Tomicic y Cristián Sánchez como posibles reemplazantes.
Los artistas del show han conseguido total protagonismo sobre la Quinta Vergara y los animadores se han vuelto meros presentadores. Por un lado, el evento se profesionalizó al punto de que todo lo que dicen es libreteado y, por otro, hay una absurda intención por mantener el estilo empaquetado y paternalista que le imprimió Antonio Vodanovic a ese escenario, durante 29 años, que no se condice con la televisión de la última década, donde los conductores deben ser espontáneos y cercanos en sus programas durante el año, pero cuando llegan a Viña se les exige lo contrario.
Ese es el dilema que deberá enfrentar desde el domingo Martín Cárcamo, una de las dos figuras televisivas más importantes de la actualidad (el otro es Francisco Saavedra) y con un estilo reconocible por su tono humano y lúdico. Sus fortalezas como rostro están en esas cualidades y no en leer libretos y bromas escritas por otros, por lo que cabe preguntarse si Canal 13, que lo eligió para Viña 2019, lo lleva por lo que es o será obligado a intentar ser lo que no es. En analogía futbolística, es como que un equipo contrate a Alexis Sánchez y el entrenador lo ponga en la cancha como defensa.
El caso de María Luisa Godoy es diferente, porque aún está construyendo su sello y todo lo que haga en el Festival será ganancia personal y para su canal, partiendo porque su figuración la hará reconocible para una parte de gente que todavía no es capaz de asociar su cara con su nombre. Sí, ella estuvo en el lugar correcto y en el minuto indicado para animar Viña (la otra figura que tenía TVN para nominar era Karen Doggenweiler, pero los estudios indican que el público la rechaza), pero Godoy ha conducido los festivales de Olmué, Talca y Dichato. Por experiencia, llega bastante más preparada y con más oficio que cuando lo hizo Soledad Onetto, por ejemplo.
Descontando a Vodanovic, solo Tonka Tomicic y Sergio Lagos han logrado darle un sello propio en la animación del Festival de Viña y hasta hoy resulta un recuerdo claro y fresco.
El resto, en cambio, ha aceptado traicionar su ADN, asumiendo un empaquetamiento que los hizo invisibles sobre el escenario y donde a fin de cuentas no ganaron nada tras conducirlo. Resta por ver si Godoy y Cárcamo consiguen imponer un estilo o engrosan la lista rotativa, donde nadie parece extrañar que los conductores del festival pasado no estén en esta nueva versión.