Tras una temporada particularmente débil, la marca de una serie puede devaluarse a niveles casi irrecuperables. Lo vivió de ese modo True detective, la ficción antológica de HBO protagonizada por detectives atormentados, que hoy difícilmente alguien podría considerar que sostiene el mismo estatus de joya de su estreno en 2014.
La serie despide hoy su tercer ciclo (23 horas), reconquistando parte de las sensaciones y virtudes de su inicio, pero sin repetir el impacto de cuando llegó a la pantalla hace cinco años con la dupla conformada por Matthew McConaughey y Woody Harrelson, que dejaron huella como dos policías asediados por un caso de 1995 en Louisiana.
El creador de la ficción, Nic Pizzolatto, buscó sacudirse de una segunda temporada duramente criticada -situada en California-, con menos estrellas y volviendo a echar mano a parte de los recursos que convirtieron a la producción en ese diamante que deslumbró a meses del fin de Breaking bad y cuando Netflix estaba por estrenar el segundo ciclo de House of cards.
Con el ganador del Oscar Mahershala Ali (Luz de luna) como protagonista exclusivo, el guionista fijó la historia en Ozarks, Arkansas, en tres épocas distintas: 1980, 1990 y 2015; cuando estalla el caso de la desaparición de dos hermanos de 10 y 12 años, cuando este se reabre por el surgimiento de nuevos antecedentes y cuando el detective Wayne Hays (Ali) intenta recordar los detalles al ser entrevistado para una producción de historias criminales que busca revivir el misterio.
El viaje de la serie es, como siempre, sombrío e inquietante, pero todo lo concentra en las dudas y el tormento de un hombre que estuvo en la guerra de Vietnam y era conocido como un "rastreador", por su olfato y paciencia para pasar horas en solitario hasta conseguir su objetivo.
Pizzolatto, aprendiendo lecciones, aquí se olvidó de los hasta tres detectives que tuvo en el ciclo dos, y apostó por "menos es más". Y en estos ocho nuevos capítulos dotó su historia de un elemento poderoso: los severos problemas de memoria de Hays, abrumado años después por el caso de los hermanos Purcell, un laberinto sin salidas que se originó en la misma época que conoció a la que sería su futura esposa y madre de sus hijos, Amelia (Carmen Ejogo), y cuando hacía dupla con Roland West (Stephen Dorff).
Su actor principal, quien tuvo que convencer a Pizzolatto que podía interpretar el rol protagónico y que este, por tanto, debía ser afroamericano -modificando así el guión-, se erigió como una de las grandes fortalezas de la serie, interpretando a Hays en tres momentos cruciales y diferentes de su vida.
Como McConaughey en su momento, Ali podría ganar el Oscar (compite por Green book, que le daría su segunda estatuilla) en el mismo año que protagoniza la ficción de HBO, pero sobre todo sella una actuación de alto vuelo para un rol particularmente complejo que fue ganando capas con el paso de los episodios. Al mismo tiempo, y quizás dando la razón de que alcanzó su mejor punto en 2014, la historia aludió directamente a los personajes y hechos del primer ciclo, de Rust Cohle y Marty Hart; se reveló, así, como una serie antológica, pero que no transcurre en universos distintos.
Luego del término de su segunda temporada, en 2015, pasaron dos años antes de que HBO anunciara oficialmente la renovación de True detective, algo que nada ni nadie asegura no se vuelva a repetir.
Sobre todo si lo que termina gravitando es únicamente el rating en Estados Unidos: la serie ha alcanzado los números más bajos de su historia en su actual ciclo, en promedio y en cada capítulo. Pero el canal parece haber recuperado calidad en el que hace no tanto fuera uno de sus productos estrellas. El mismo que probablemente lo ayude a ser protagonista en la próxima temporada de premios y en los recuentos de fin de año.