Sigue siendo aquel
Su sexta pasada por la Quinta Vergara fue un tapabocas para quienes creímos que con su figura ya está todo dicho y visto.
En el papel no era la mejor de las ideas. Raphael estuvo hace apenas un par de meses en la Teletón y se presentó en junio en el Movistar Arena. Sus visitas son parte de la tradición de la cartelera internacional y el show de la segunda noche del festival arrancó marcado por notorios vacíos de público en la platea a pesar de las entradas regaladas y esa galería ahora subdividida por una lamentable reja para cobrar más a los que quedan bajo la línea del cerco. Fue la jornada pensada para un público mayor apto para el humor recocido de Dino Gordillo y los recuerdos ochenteros de Yuri.
Acompañado por 70 músicos de la Orquesta sinfónica de Chile bajo la dirección de Rubén Díez, el espectáculo bautizado RESinphónico tal como el álbum editado en noviembre, resultó una completa sorpresa y toda una lección de arrojo artístico para una figura que podría estar girando eterna e invariablemente con un abultado repertorio de grandes éxitos. Pero Raphael es un artista excepcional y no se conforma con la consabida adaptación para instrumentos de cámara de un gran cancionero, sino que aborda un proyecto ambicioso con retoques electrónicos que lejos de ahuyentar el gusto de un público acostumbrado a las versiones originales consiguió enganchar desde el primer minuto.
Es cierto que la voz de Raphael no es el portento de hace medio siglo y contando y resulta bastante obvio que no lo sea para un profesional que gira y canta ininterrumpidamente. Con los mismos 75 años de Mick Jagger el ídolo español encarna la misma energía y una audacia superior a la del colega británico con un caudal que tras apenas un par de temas se afirmó sin problemas en casi dos horas de espectáculo.
Raphael no solo se dio el lujo de dirigir la orquesta con la sonrisa de un niño cumpliendo un sueño al turno de "Escándalo" y "Qué sabe nadie", sino que desde "Promesas", la primera de la noche, estableció que el lenguaje de las bases electrónicas maridaba perfecto con títulos como "No vuelvas" y "Digan lo que digan".
Afanado en un número completo hizo versiones de "Gracias a la vida" de Violeta Parra y "La quiero a morir" de Francis Cabrel, como ofreció un guiño a "Day tripper" de The Beatles en "Estuve enamorado", y respetó el diseño de fábrica de hits como "Provocación" y "La Noche".
Su sexta pasada por la Quinta Vergara fue un tapabocas para quienes creímos que con su figura ya está todo dicho y visto. Rotundo error. El escenario es su segunda piel y la respuesta del público la sangre requerida por su carácter incansable en busca de renovación y vigencia.
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