"El flaco de oro". Así bautizaron los animadores del Festival de Viña, María Luisa Godoy y Martín Cárcamo, a Marc Anthony: puede que sea esmirriado, que a momentos parezca un latin lover de aspecto trasnochado y ojeroso, de aquellos que han vivido demasiado; pero el salsero siempre se ha caracterizado por imponer su presencia y su profesionalismo más allá de las etiquetas.
En su debut en el evento en 2009, acordó una presentación de larga duración, casi como si se tratara de un concierto en solitario, obligando a la organización a programar sólo a los chilenos de Natalino como número anexo. Ayer, el escenario se levantaba parecido. De hecho, los conductores presentaron casi de inmediato al artista bajo el conteo de "tres, dos, uno: ¡Marc Anthony!". Aunque la emisión dio paso a un video del artista en camarines, no salió al escenario como se esperaba, por lo que optaron por presentar a las autoridades de las primeras filas. Ese pequeño desacierto se vio algo extraño.
Cuando dieron la bienvenida a la alcaldesa de la Ciudad Jardín, Virginia Reginato, se escuchó una sonora pifiadera, quizás como consecuencia de las irregularidades financieras detectadas durante su gestión.
Pero el público iba a gozar más que a provocar. Godoy y Cárcamo lo entendieron así y aseguraron de distintas maneras "esta va a ser una noche caliente", como si el lugar fuera una salsoteca sumergida en el baile, la penumbra y el sudor.
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Imagen: Leonardo Rubilar, AgenciaUno.[/caption]
Marc Anthony recoge precisamente ese legado de los salseros clásicos que cambiaron la música latina en los 60 y 70. A las 22.00 horas, empezó su tercera vez en el espectáculo, con su rúbrica de siempre: introducción de su banda de músicos para dejar una escalera libre en el centro del montaje por donde apareció el intérprete.
Con el rostro camuflado entre sus lentes oscuros, chaqueta y camisa blanca abierta en la parte superior, Anthony tampoco esperó demasiado y partió al grano, sin rodeos. Valió la pena, uno de los clásicos de su catálogo, fue el primer mazazo. Después llegó Y hubo alguien, cantada a coro por casi la mayoría de los espectadores.
Un campeón
La galería estaba llena desde antes del inicio de la emisión televisiva, aunque no sobrepoblada como en el debut del pasado domingo con los reggaetoneros Wisin & Yandel. Pese a ello, el griterío era generalizado, con una audiencia agitándose y bailando desde la partida. Devoción total por una de las figuras del cancionero hispanohablante que ha tejido uno de los vínculos más permanentes con el público nacional, con visitas que se repiten casi cada año y que pocas veces descienden en convocatoria.
Desde los primeros minutos, el neoyorquino tenía a la Quinta en el bolsillo. Una química distinta a la que desplegó en los días previos: aunque llegó el domingo, varios días antes de su show, el solista prácticamente no se ha visto por Viña del Mar, con apenas unas apariciones esporádicas al bajar del avión privado que lo trajo desde Estados Unidos. Tampoco quiso hacer conferencia de prensa ni alguna actividad extra a su aplaudido retorno de anoche.
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Imagen: Leonardo Rubilar, AgenciaUno.[/caption]
A los presentes poco les importó. Lo relevante y lo decisivo siempre está en el escenario. Aunque con un matiz: el audio nuevamente se sintió confuso y quedó en deuda.
Pese a ello, parece que Godoy y Cárcamo tenían razón: sería una noche caliente. A ritmo de salsa e histrionismo por parte del "flaco de oro". El clima siempre frío de la Quinta Vergara por un rato se acercó al ardor intenso del Caribe.