Aquí estamos otra vez en el papel de testigos de una leyenda como David Gilmour, integrante de una institución que nunca veremos en vivo, nuevo premio de consuelo ante la ausencia de Pink Floyd. Se suma a las visitas de Roger Waters como parte de un rompecabezas para imaginar a la banda que definió grandes trazos de la sicodelia, el space rock y el progresivo. La mayoría de los deudos viste viejas poleras con el nombre de la desaparecida banda. Y sorprende observar que el culto se renueva: el público joven es considerable. La gente se impacienta a las 21:05 y solo 22 minutos más tarde las luces se apagan y comienzan a escucharse sonidos de pájaros como si se tratara de una amanecida. Y es así. David Gilmour inaugura la noche con los sonidos de 5 A.M., la primera canción de Rattle that lock, el álbum que le trae de gira, el cuarto de su carrera solista, y el primero en nueve años.
A las 21:30 exactas la banda en pleno arranca con el corte homónimo al título en promoción y el sonido, de inmediato, ronda la perfección. La audiencia guarda silencio sepulcral hasta que se aprecia el primer solo de la noche y la rúbrica característica de David Gilmour asoma: la tensión de la cuerda, la nota que se estira, el contacto de la uñeta que se puede sentir por los altoparlantes. Su voz suena muchísimo mejor que en el álbum, más entera, quizás más ruda incluso para un artista que hizo del canto mullido otra de sus cualidades. Y luce como si fuera un viejo capitán de un barco de la era victoriana, muy lejos de su aspecto de modelo y sex symbol en los años de gloria de Pink Floyd. El primer momento verdaderamente emotivo asomó con los prístinos acordes de "Wish you were here". El Estadio Nacional se encendió por completo y se convirtió en una sola voz, cantando cada línea de aquel himno de 1975.
Por cierto, si se trata del odioso terreno de las comparaciones, en cuanto a despliegue y espectacularidad escénica, su ex compañero Waters le lleva muchísima ventaja. Se extrañó la presencia de pantallas gigantes complementarias a la pantalla circular al centro del escenario. Los 50 mil asistentes de anoche merecían ver en mejor detalle al legendario artista británico.