La muerte de Denis Johnson, ocurrida hace casi 2 años, pasó prácticamente inadvertida entre nosotros, o al menos no le dimos al hecho la importancia que merecía: uno de los escritores estadounidenses más notables de nuestra época moría relativamente joven, a los 67 años, muy poco después de terminar un magnífico volumen de cuentos largos en el que la mortalidad juega un rol crucial. El libro pasaría a titularse El favor de la sirena en castellano, cuando en realidad, si nos apegamos a las leyes elementales de la traducción, debió llamarse "La prodigalidad de la sirena". Allí, al final del relato "Triunfo sobre la tumba", Johnson expresó lo que sigue: "Es evidente para usted que mientras escribo esto no he muerto. Pero puede que sí cuando lo lea".
Visto en conjunto, El favor de la sirena (Random House, 2018) contiene varias de las peculiaridades narrativas que convirtieron a Johnson en un autor de culto, primero en su patria y luego fuera de ella, a pesar de que su obra no alcanzó la trascendencia universal que le correspondía con largueza. Entre los atributos aludidos resaltan el humor tenebroso, ciertos oscuros coqueteos con la noción de la muerte y la admirable humanidad trizada de sus personajes, seres por lo general derrotados que consolidan la sospecha de que Johnson hablaba bastante de sí mismo a través de ellos. En "El Starlight de Idaho", un cuento fuera de serie, el protagonista declara así su honestidad: "Pero como digo: soy, soy y soy sincero. Soy sincero. Presento aquí pruebas fehacientes: es la tercera vez que estoy en rehabilitación, pero la primera que paso del cuarto día".
El primer relato, "El favor de la sirena", presenta una seguidilla de momentos específicos en la vida de un publicista retirado, momentos que sin preámbulos transfiguran la normalidad asfixiante en un dramatismo excepcional y muchas veces anonadante. En "El Starlight de Idaho", el entrañable Mark Cassandra se dedica a escribir un número de fabulosas cartas a remitentes selectos, que van de su desatinada y muy cristiana abuelita hasta Satanás. "Bob el estrangulador" trata las experiencias del protagonista en un correccional de jóvenes durante el año 1967, mientras que en "Triunfo sobre la tumba" el narrador se concentra en la muerte de seres cercanos para tender mantos tiesos y oscuros sobre cualquier otra existencia.
Finalmente, en "Doppelgänger, poltergeist", Johnson desata la maestría escénica que lo hizo grande para armar un caso fenomenal en torno al supuesto asesinato de Elvis. "[…] siendo todavía menor de edad, Mark formó parte del intento por parte de varias personas de robar el cadáver de Presley de su tumba original". En opinión del narrador, un profesor universitario experto en poesía, es probable que su amigo Mark sea el mejor poeta vivo de Estados Unidos, pero el joven demuestra tener una obsesión mayor que la poesía: las truculentas vidas y muertes de Elvis y su gemelo Jesse, fallecido al nacer.
En torno a este último cuento, me arriesgo con un pálpito: pocas veces lo que en un principio parece ser una monomanía excéntrica, sustentada en teorías conspirativas vulgares, alcanza la magnitud de lo literariamente perfecto. Johnson escribió varios libros de buena poesía y aquí cita a un cercano nuestro. Leída con intencionalidad, la mención también alude a su propia obra, que no es otra cosa que "ese abismo que constituye mi mundo interior, ese abismo 'que nos separa -como dijo el poeta Nicanor Parra- de los otros abismos'".