Tras 45 años como académico de la Facultad de Arquitectura de la U. Católica, que lo llevaron a moverse siempre en un breve tramo entre su casa de Pedro Valdivia Norte y el campus Lo Contador, el arquitecto Fernando Pérez Oyarzún (1950) ha debido variar por primera vez su rutina. Ahora tiene que trasladarse hasta el Parque Forestal, donde está su actual oficina: el 14 de enero, el Ministerio de las Culturas lo anunció como ganador del concurso público para ser el nuevo director del Museo Nacional de Bellas Artes.
Ocho meses atrás, la principal pinacoteca del país quedó acéfala, luego de que se le pidiera la renuncia a Roberto Farriol, tras seis años en el cargo, por "pérdida de confianza en su gestión". También se habló de "división dentro del equipo" y "falta de liderazgo".
Hoy, ya sentado en el que será su escritorio por al menos tres años, Fernando Pérez hace el primer diagnóstico de la institución tras la crisis y lanza las primeras líneas sobre lo que quiere para su periodo. Eso sí, advierte que todo está en estudio y deja claro que las decisiones no serán personales, sino consensuadas por el equipo del museo y por el Servicio Nacional del Patrimonio, del cual depende.
-¿Cómo se enfrenta a un equipo que estuvo en crisis?
-El museo es una institución pública y sus avatares se ventilan públicamente, así que no estaba ajeno a esta situación. Pero hay que ser objetivo: hay elementos reales y otros que han sido una exageración. Yo recibí un museo en funcionamiento, con toda su programación andando y con un plan 2019 listo. Nunca dejó de prestar servicio al público y eso es muy importante. Efectivamente, los conflictos dejan huellas, cicatrices, y no es mi intención ignorarlas. Pero he procurado, sobre todo en este tiempo, crear un ambiente laboral abierto y poner como foco el museo, levantarlo y mejorar su imagen. Hay profesionales muy capacitados y de gran experiencia, y planeo trabajar con el mismo equipo.
-¿Cuáles son sus principales tareas al mando del museo?
-El museo debe afinarse y ponerse en sintonía con el siglo XXI. Hay una tarea grande con la colección, para mostrarla más y mejor; hay que aumentar las adquisiciones de obras, mejorar la infraestructura y los sistemas de seguridad. El trabajo de mediación es central y en internet sería ideal que hubiese un tour virtual disponible para todos, además de potenciar la territorialización, o sea, mejorar los vínculos con la red de museos regionales, para que el museo palpite en todo el territorio nacional. Son tareas que se hacen, pero que quiero potenciar aún más.
-¿Cómo le dará más cabida a la colección?
-Me parece esencial que exista un núcleo donde se muestre la colección de forma permanente. Es algo que hacen prácticamente todos los museos del mundo: saber que si uno va a ese museo, se va a encontrar con tal obra. No adelantaría aún cuáles, porque eso debemos discutirlo, pero, por ejemplo, hace poco hubo una exposición con las obras de Roberto Matta del museo, y se debió levantar entera. Algunas podrían estar permanentemente.
-Sin embargo, el museo siempre ha tenido problemas de espacio. ¿Cree que es posible ampliarse?
-Varios directores antes que yo han intentado dar soluciones, y la más importante fue la construcción de la Sala Matta, hecha por Nemesio Antúnez. Se ha pensado ampliar subterráneamente hacia el parque, ocupar espacios laterales y comprarle al MAC la parte de su edificio. Esas conversaciones con la Universidad de Chile se han reanudado, y espero que esa sea la solución y que se pueda lograr en los próximos años.
-¿Hay falta de recursos?
-El presupuesto anual está en el orden de unos mil millones de pesos y, efectivamente, es una cifra bien medida para un museo de estas características, pero existen otros mecanismos para atraer financiamiento. Debemos reactivar la fundación asociada al museo, para atraer a los privados, y también se puede postular a una serie de fondos del Servicio. Espero poder entusiasmarlos con proyectos interesantes.
Musas y Nemesio
Sin ir más lejos, el 17 de abril se abrirá al público una exposición que, dada su importancia, acaba de ser financiada extraordinariamente con recursos del Servicio Nacional del Patrimonio: Yo soy mi propia musa, curada por Gloria Cortés, incluye obras de artistas latinoamericanas del periodo 1919-1939, traídas de museos y colecciones privadas del extranjero. Entre ellas, las mexicanas Frida Kahlo y Leonora Carrington, la brasileña Tarsila do Amaral, la argentina Raquel Forner y las autoras locales Laura Rodig e Inés Puyó. Una semana antes, se inaugura la muestra del Centenario de Nemesio Antúnez junto al MAC, y que Pérez también destaca.
No es raro que el fundador del Taller 99, quien fuera director del MAC y arquitecto de formación, sea un referente para Pérez, quien lo menciona varias veces en esta entrevista. "Nemesio insertó en el museo el quehacer contemporáneo de su tiempo con mucha fuerza, y es importante seguir esa tensión", dice Pérez. Claro que, a diferencia de Antúnez, que se apartó rápido de la arquitectura, él ha dedicado su vida a la formación de profesionales de la talla de Alejandro Aravena, Smiljan Radic, Mathias Klotz y Cecilia Puga. Ahora deberá demostrar que no es demasiado tarde para probarse en la escena oficial del arte.
-¿Qué piensa de adquirir y exhibir obras de arte contemporáneo?
-Creo que hay que seguir la política de adquisiciones: sería absurdo ponerle un taco y decir, ya no más. Claro que siempre hay que evaluar y poner la calidad en primer lugar. Hay que establecer una política de desarrollo de la colección. Me interesa que el museo tenga un diálogo de generaciones, aumentar las obras del período, digamos, histórico, y dar un espacio a lo emergente. Además, en su origen esta colección fue internacional y me gustaría ofrecer a la ciudadanía una visión más amplia, así como adquirir o pedir en préstamo obras por periodos largos y traer exposiciones de alto impacto. Hacer un contraste histórico de pasado-presente, pero también un diálogo dentro-fuera. Son metas difíciles, pero hay que planteárselas. Además, soy extraordinariamente ambicioso.