Nikki Sixx se mandó un tuit buenísimo ayer diciendo que los fans adoran la flamante biopic de Mötley Crüe The Dirt mientras los especialistas la odian. "Nunca he visto a un crítico agotar un arena o un estadio", remató implacable. El chiste ratifica que los fanáticos cumplen su rol y la prensa igual. Anoche el público repletó el teatro Caupolicán para el debut de Greta Van Fleet en uno de los sideshow más exitosos en la historia de Lollapalooza Chile, para testificar entusiastamente que la cuestionada banda ganadora este año del Grammy como mejor álbum de rock, encarna el presente y el futuro del género antes favorito de la juventud. Porque Greta Van Fleet es algo así como la última esperanza del rock para recuperar su antiguo sitio remontando épico como en ataque de caballería, y que las guitarras manden otra vez.
Otros confirmamos que la joven banda de Michigan se aferra al pasado de manera literal sin rastros de novedad y demasiada nostalgia para ser tan jóvenes. Si este es el mañana mejor quedarse en los recuerdos del pasado.
Con un promedio de 21 años los hermanos Josh, Jake y Sam Kiszka (voz, guitarra y bajo respectivamente) junto al batero Danny Wagner, parecen sacados de alguna gira de rock duro recorriendo EE.UU. a mediados de los 70 con cobertura exclusiva de la revista Rolling Stone o entrevistas con Creem, emblemática publicación que se derretía por el formato banda blanca anglosajona de riffs marcados con cantante de voz chillona, pelilargo, pantalón ajustado y alguna ligera prenda para cubrir el torso desnudo.
Greta Van Fleet cumple con todos los requisitos estéticos de esa era y luego las obligaciones musicales. La guitarra solea sin descanso, el cantante sube escalas estratosféricas, el bajo es una masa compacta y precisa, la batería martilla muscular.
Por supuesto, omnipresente el factor Led Zeppelin que resalta y genera polémica en torno al cuarteto, aunque en directo dado el volúmen y la energía logran exorcizar el fantasma a ratos. Igual hay guiños a los ídolos. Versionaron "That's all right", conocida por Elvis y ocasionalmente parte del repertorio en directo de Led Zeppelin. Los pasajes con aires de jam que Greta Van Fleet introduce en algunas canciones se desarrollan con la misma mecánica del tótem británico.
Obviamente hay que tener talento interpretativo para emular a una banda así con convicción, pero por ahora eso es todo lo que tienen para ofrecer. Conocen el manual, ensayado y ejecutado a la perfección incluyendo toda la clásica línea de movimientos del hard rock con los músicos recorriendo el escenario mucho antes que las bandas shoegaze pusieran de moda tocar mirándose los zapatos; el cantante luce atento a devolver los gestos de cariño, saludar a la gente que está más lejos y apuntar al cielo mientras la garganta dispara un agudo ascendente y taladrante.
Una banda así es la quimera de revivir un pasado en que el rock híper masculinizado dominaba al mundo aunque la versión de Greta Van Fleet no contiene la oscuridad ni la carga erótica que solían irradiar esos artistas. No es exactamente lo que A*Teens representaba como una tierna versión de ABBA para el disfrute de nuevas generaciones, pero hay algo de eso en lo que respecta a las similitudes de GVF con Led Zeppelin. Te hacen pasar un buen rato por la energía y la destreza de tocar rock como se hacía hace más de cuatro décadas, cuando dominar un instrumento costaba trabajo y paciencia. Este grupo maneja esa faceta sin discusión pero un talento así merece ideas propias que por ahora no asoman en ninguna parte.