Frank's white canvas, dúo de rock moderno chileno formado por Francisca Torés en batería y Karin Aguilera en voz y guitarra, termina su set como el primer número de Lollapalooza 2019 con aplastante sonido y atrayendo al público que comenzaba a arribar al parque O'Higgins pasado el mediodía. De inmediato les sigue la banda francesa The Inspector Cluzo, también un dúo y una muy agradable sorpresa. Desafían las leyes de un show en vivo por razones como no tener un set list definido sino inspirarse según el feedback del público, y batirse solo con guitarra y un set mínimo de batería para canciones que oscilan entre el rock clásico, el funk y el sonido garage con cautivantes giros rítmicos. Por supuesto esa variable la conocemos de clásicos contemporáneos como The White Stripes y The Black Keys, pero The Inspector Cluzo incluye además dosis de humor, mensajes contingentes (atacaron a Monsanto en su condición de granjeros cuando no hacen giras) y guiños teatrales. En la última parte del show el guitarrista fue retirando los escasos elementos de la batería hasta que su compañero volteó el bombo, se subió y golpeó con una baqueta el parche mientras con la otra sostenía el tiempo en la caja. Casi acrobático, muy divertido y sin dejar de expresarse como una pequeña aplanadora rock de singular propuesta y muy buenas canciones.
Un par de horas después Los Tres se tomaron uno de los escenarios mayores para demostrar a) que Álvaro Henríquez está felizmente recuperado de sus graves problemas de salud b) que lo ganado en energía en esta última etapa con músicos más jóvenes acompañando a los históricos Henríquez y Roberto "Titae" Lindl lo han perdido en detalles. Con los años es una banda algo endurecida y no queda tan claro que ese barniz sea el adecuado para la delicada artesanía musical plagada de melodías y detalles de las composiciones de este emblema musical nacional. "Tu cariño se me va", la última del set, fue en tosca versión exprés, como "Bolsa de mareo" con la compañía de Pedropiedra en voces, quedó desprovista de su aire lisérgico. Con Los Tres cabe cruzar los dedos para que en algún momento la alineación original decida reunirse para felicidad de sus seguidores.
Siguieron los irlandeses Snow Patrol, un grupo que encarna un resumen de los lugares comunes del brit pop y la influencia de U2 en el rock de estadios. Lo más impresionante de su trayectoria es la insistencia durante un cuarto de siglo, un nombre correcto a lo sumo. Si se llegan a separar no nos vamos a dar cuenta.
Terminaron su set antes de las 18 horas, lo que dio tiempo suficiente a la masa para trasladarse tranquilamente por la explanada del parque hasta el show de Vicentico. El astro argentino se lo tomó con la calma que le caracteriza. No se complicó y montó un show de guitarras en Lollapalooza suprimiendo su costado caribe. Es tal el nivel de confianza que tiene con el público chileno que hizo consultas sobre la calidad del sonido y el volumen apenas escuchó quejas. Le preguntó a los de adelante, a los de atrás y lanzó un par de chistes. Guitarreó y la gente le siguió de inmediato porque Vicentico es un regalón de la casa, un clásico sin discusión. De existir dudas sobre cómo encajaría su música en un festival como Lollapalooza, las disipó en apenas un rato a pesar de los reclamos por el sonido que al menos a media distancia se percibía impecable.
Caetano Veloso toca "Diana" de Paul Anka en versión acústica en el nuevo escenario Lotus hacia el sur poniente del parque. Se acompaña de bajo y dos guitarras que además urden coros. Las armonías evocan romanticismo y con el sol acaramelado del otoño colando entre los árboles el maridaje era perfecto. Luego la leyenda del Brasil relató el origen de una canción y habló de su hijo Zeca que le acompaña en el escenario. El primogénito se pasó al piano eléctrico para interpretar una composición suya. Apenas cantó quedó claro que heredó la elegancia del padre.
A pesar de su posición histórica Caetano también implicaba cierta interrogante sobre esta apertura estilística del festival. Su calidad -ese talento extraordinario que le permite cantar y tocar guitarra con extraordinaria naturalidad- junto a la complicidad del público, confirmaron el acierto de sumarlo a la parrilla.
Las últimas horas de luz natural acogieron a Greta Van Fleet en uno de los escenarios principales y su arsenal de trucos prestados de Led Zeppelin, la atractiva cáscara que es sólo eso, el aura fantasmal del rock duro de otros tiempos. Hacia el fondo del escenario su nombre se leía con letras grandes, quizá demasiado grandes. Como una especie de broma, en algunos pasajes de su número sobrevoló la zona un zepelín a escala, todo un símbolo de su relación con la histórica banda inglesa.
El público juvenil vitoreó la sobredosis de solos de guitarra y la voz elevada y a ratos enervante de Josh Kiszka, el pequeño cantante de poderoso caudal que suele dispararse en agudos como una demostración de poder. Es cierto que Greta Van Fleet tiene fuerza pero la creatividad sigue pendiente.