No para. En nueve años ha dirigido cinco películas y la próxima semana estrena la sexta, una de horror, en el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici). En el mismo período también ha entregado tres obras sui géneris: una "bitácora" de cine (Cinépata), una "cartografía" de escritores (Tránsitos) y unas memorias (VHS). Y, para el mundo público, Alberto Fuguet (1964) también salió del clóset de la manera más "fuguetiana" posible: en dos narraciones, primero a través de su muy directa y breve No ficción (2015) y luego en la extensa Sudor (2016).

En esta búsqueda por retratar la atracción entre hombres y al mismo tiempo en su infatigable interés por la cultura pop de sus años de juventud (los 80), el escritor y cineasta filmó Cola de mono (2018), que la próxima semana se estrena en Chile.

Protagonizada por los hermanos Santiago Rodríguez Costabal y Cristóbal Rodríguez Costabal como Vicente y Borja, Cola de mono transcurre desde el atardecer de la víspera de Navidad hasta la mañana siguiente. Es el año 1986 y los hermanos descubrirán sus inclinaciones sexuales.

-¿Cola de mono es su ingreso al mundo homoerótico en el cine?

-No lo veo así. No creo mucho en estas divisiones o interpretaciones. Quizás con esta cinta ingreso al cine "full frontal", con más desnudos y sin censuras, pero no al homoerótico. Ya he estado ahí qué rato. Es cosa de ver cómo filmaba a Pablo Cerda en Velódromo (2010). Basta mirar mis películas anteriores de manera atenta. Esta es más explícita en todos los sentidos, tiene humor, es sexy y sobre todo creo que es para todo el público. Por algo se está estrenando comercialmente, algo que no hacía hace tiempo.

-¿Por qué en Cola de mono quienes tienen sexo parecen pagar con el castigo físico?

-Eso sucede en el contexto de la película, no en la vida real. Pero Cola de mono es otra cosa y coloca en una juguera las cintas con culpa y paranoia de esa época con el contexto chileno de hace más de 30 años. Yo vivía aterrado en los 80 por mi deseo. Cola de mono nació como una especie de Carrie (1976) pero con chicos. ¿Por qué no puede haber una cinta con chicos duchándose a lo Vestida para matar (1980)? ¿Es por el tema patriarcal? ¿Es por miedo o pudor? Esta película remixea De Palma y Stephen King y las cintas producidas por Amblin (la compañía de Spielberg), y Cruising (1980) y capaz que las Martes 13 pero desde Chile y desde los 80. Quise volver a mi época de adolescente y recordar experiencias y deseos y masturbaciones mezcladas con el cine que veía en ese entonces, además del contexto: la película transcurre en los 80, pero también en Chile. Ese es el verdadero horror. El Chile de los 80 y la represión sexual. Parece una película muy joven, pero gatillará muchas cosas a los que se toparon con el sexo fuera de la norma conservadora antes de los 90 o el nuevo siglo. Por algo se llama Cola de mono: busca ser masiva, no de gueto, no de elite, ni siquiera de nicho gay.

-¿Se puede filmar estéticamente el cuerpo masculino? ¿Es posible darle al porno cierta categoría?

-Claro que sí. Espero que sí. Es lo que hay que hacer. Si son bellos. Antiguamente se lo pintaba, celebraba, esculpía. Luego comenzó la culpa, la iglesia expandió la culpa y comenzó la idea machista y patriarcal que el único cuerpo bello, estético, era el de la mujer, al que explotaron de manera cruda a veces. Las cosas están cambiando y ahora sobre todo los hombres no tienen miedo de mostrarse o ser deseados. Toda gran estrella de cine lo es porque al final le provoca deseo a todos los sexos. Ahí está Paul Newman, Alain Delon, James Dean, Matt Dillon, todos los grandes. Cola de mono no es ni cerca porno, pero sí desea mostrar a sus protagonistas deseables. El cine debe hacer atractiva a su gente. Me llama mucho la atención cómo el desnudo en algunas cintas latinoamericanas está usado para asquear o repeler.

-En la película, el hermano menor lee a Stephen King y el mayor a Vargas Llosa, ¿cuál es usted?

-La cinta bebe de aguas personales pero no es literal a mi vida. Yo leí a los dos autores. Ambos chicos tienen cosas mías, pero al final capaz que el más parecido a mí sea el menor porque yo era rebelde y curioso y adicto a lo pop. No fui un universitario típico de esa época justamente por leer a King o Robin Cook; era muy curioso y con ganas de aprender y saber mientras que mis compañeros vivían en burbujas de prejuicios. Le temían más al pop y a lo gay y a lo anglo que a la dictadura. Pinochet, lo tenían claro, tenía fecha de expiración, pero el pop no.

-Su nueva película, Siempre sí, fue hecha en México, ¿qué puede contar de ella?

-Sí, la rodé en México en noviembre pasado con un grupo de fotógrafos homoeróticos (el Colectivo Feral) y se estrena ahora en Buenos Aires. La película es una oportunidad y un experimento. Oportunidad porque me interesaba rodar en un país como México con un equipo de allá y con actores amateurs y otros profesionales (incluyendo una estrella porno local) dispuestos a mostrar su más completa y hermosa intimidad frente a las cámaras. Quise que la cinta tuviera un look realista y celebrar la raza mexicana. Se hizo a pulso, tal como Cola de mono. aunque esta última es más estilizada. Siempre sí es más documental. Quise explorar si es posible llevar al porno hasta otros niveles dramáticos o, desde otro punto de vista, si se puede salpicar porno (sexo explícito) a películas realistas. Se me ocurre que sí. Siempre sí es el segundo eslabón de una trilogía que se inicia con Cola de mono y que espero completar este mismo año con un documental acerca de unos fotógrafos que rodaré en Madrid y Barcelona. El nexo de unión es el homoerotismo, celebrar la belleza del cuerpo masculino y, sobre todo, no tenerle miedo.