Cerca de las 17.30, el grueso del público ya no es el mismo en el VTR Stage: no es el que hasta hace una hora disfrutó del legado de Bob Marley, en la voz de su hijo Ziggy, o el que llegó otras cuatro horas antes para ver a los colombianos de Monsieur Periné. Ahora, el denominador común es el color negro, se aprecian más cabelleras largas, poleras con estampados metaleros, y da un poco la impresión de que el promedio de edad disminuyó.
Hay, también, rumor de mosh: Bring Me The Horizon sale a escena.
—Oye, ¿y cómo este flaco no se desgarra la voz? —le pregunta uno de los presentes a su partner, mientras Oliver Sykes interpreta "MANTRA", la primera canción de la jornada.
El show hasta hace un par de semanas, precisamente, era una incógnita por ello. En febrero el frontman de la banda parida en Sheffield, Inglaterra, debió cancelar el final de su gira norteamericana por los problemas con su voz: nuevamente, y a grito limpio, había roto sus cuerdas vocales. En entrevista con La Nación, de Argentina, Sykes admitió que en otro momento, más joven, hubiese pasado de largo pero esta vez era más difícil el caso. También, se mostró acaso más maduro: "Nunca en mi vida fui un cantante de oficio, así que sigue siendo un aprendizaje constante", sostuvo. Recién los primeros días de marzo, en sus redes sociales, tranquilizó a los fanáticos hablando de una total recuperación.
Han pasado un poco más de cinco minutos desde el inicio y Oli ya quiere ver un poco de desorden: para continuar con "The house of wolves", le exigirá al público los primeros mosh —pogos, como prefiera— que se verán en la presente edición del festival.
—I need a fuckin' circle! —les grita, justo antes de que se formen cuatro espacios entre el público y comience la aplanadora.
De ahí en más, lo que se podía adivinar: Bring Me The Horizon suena como un camión, no ha perdido fuerza con el tiempo, pese a sus reinvenciones, a que se ha ido desligando del metalcore. Una banda a la que se le definió en sus inicios como un engendro más dentro del death metal y ese hardcore extremo noventero, pero que se redefinió tomando prestados algunos recursos de la electrónica y del pop, que le permitieron incluso presentarse en el Royal Albert Hall acompañados de una numerosa orquesta.
Este sábado, Sykes y compañía exhibieron un setlist arrollador, con una intensidad poco habitual para Lollapalooza, y con algunas de las incrustaciones melódicas que han trabajado en esta suerte de proceso de búsqueda sonora. Con tan sólo doce canciones, un repaso a los éxitos de That's the spirit (2015) —"Happy song", "Follow you", "Drown" y "Throne"— y de amo (2019) —"Mantra", "Mother tongue", "Nihilist blues" y "Medicine"—, aprobaron en su tercera vez en el país.