Es difícil no asociar el nombre "Ziggy" a una figura distinta a David Bowie y su famoso personaje de apellido Stardust. Pero el hijo mayor de Bob Marley eligió su nombre artístico porque su padre se lo dio, y este a su vez lo obtuvo de las varias formas de denominar un cigarrillo de marihuana.
Pero la hierba no guarda mayor relación con lo que el público de Lollapalooza presenció. El enfoque del show fue el amor, la justicia y las ganas de cambiar al mundo. "Nosotros cambiamos los tiempos", cantó Ziggy Marley en su tema cortafuegos de la jornada, y comenzó marcando la diferencia al arrancar su show tres minutos antes de lo programado.
Sin una gran introducción musical, sin videos ni proyecciones estrambóticas en pantalla, el mayor de los hijos Marley subió al escenario como cualquier persona. Tomó su guitarra y simplemente dijo: "¿Quieren escuchar algo de música?".
Junto a dos coristas que desbordaban alegría entre sonrisas y bailes, interpretó su sencillo de 2018 "Rebellion Rises", canción que invita a rechazar los principios del odio y la violencia, no muy diferente a su sucesora de 2016 "We are the people" que llama a distinguirnos de las corporaciones y las marcas en stock.
El sello de Bob Marley está marcado a fuego en las letras, melodías y modos de Ziggy. Si bien ha hecho carrera propia con ocho premios Grammy en el cuerpo, es innegable que si la música de Bob fuera una película, la obra de su hijo sería una secuela.
Pero esto, lejos de ser visto como algo negativo, funciona como una segunda vida del legado rastafari musical. La versión contemporánea del hombre tras "Is this love" y "Three little birds", se lució sobre el escenario sin mayores pretensiones que llevar la música a la joven audiencia presente.
Tras interpretar "Amen", nuevamente cantó para generar cambios enfrentándose al sistema establecido por medio de "World revolution", esta vez junto a sus hijos pequeños que danzaron y apoyaron los coros en el estribillo.
Criticar las figuras que ostentan el poder, fue otro de los pilares en un show plagado de mensajes que mezclaban la idea de rebelión con paz y amor. Con "See dem fake leaders" y un medley que fusionó "Justice" con "Get up, stand up", a ratos, era complejo distinguir entre Ziggy y un concierto en honor a su padre Bob.
El público mayoritariamente millennial, supo reconocer uno de los himnos del Rey del reggae y alzaron sus manos cual protesta pacifista al ritmo interpretado por la banda Melody Makers.
Comenzó a sentirse un amago de lluvia que pronto cesó al ritmo jamaicano del Ziggy original "I will be glad", seguido de los recurrentes recuerdos de su padre en "Coming in from the cold" junto a The Wailers y "One love", que tuvo a la audiencia del VTR Stage clamando por un amor, un corazón, unirse y sentirse bien.
El cierre con "Beach in Hawaii", "Love is my religion" y "Look who's dancing" no logró dejar el espectáculo con la energía en alto, ni la misma vibra que los grandes éxitos de los 70 provocaron en el público. Sí detonó el suave vaivén de los cuerpos envueltos en el olor a hierba y una cálida despedida mientras veían nuevamente danzar a los nietos de Bob.
Ziggy Marley hizo una amalgama entre fiesta, protesta y homenaje. Siguiendo los pasos de su padre, difundió el amor a través de la música, trajo el baile a la pista con sus coristas que derrocharon talento y sus hijos que pusieron la cuota de ternura, y dio a las nuevas generaciones una suerte de clase denominada: Bob Marley para principiantes.