Cuando el tramo final de la jornada dominical de Lollapalooza ofreció una selección de solistas de variados registros como Sam Smith, Ana Tijoux, Macklemore y St.Vincent el show de Arctic Monkeys aparecía casi como una rareza. Como un resabio de aquella época en que aparecieron bandas que revitalizaron el lenguaje del rock con su revisión a los orígenes como música de baile. Pero en esta ocasión, los ingleses demostraron que a estas alturas superaron ese techo y hoy por hoy tienen una obra sólida que se sostiene por méritos propios.
Como si fuera una escena de un descarte de Twin Peaks, la iluminación rojiza y misteriosa ofreció un marco para la entrada con un doblete para golpear a la audiencia: "Do I wanna know?" y "Brainstorm", que luego dieron paso a una revisión de éxitos para el deleite del público que a esa hora llenó la explanada del Parque O'Higgins.
No faltaron los temas que nos recordaron el repertorio más antiguo e intenso del conjunto: "I bet you look good on the dancefloor", "Teddy Picker" y "Libray Pictures", el que alternaron con las composiciones de ese gran disco con guiños a la música negra que es AM, como "Why'd You Only Call Me When You're High?".
En vivo el grupo se sostiene sobre dos ejes: uno es el cantante Alex Turner, quien con peinado de los 50', traje y lentes oscuros, atrae la atención del espectáculo sobre sus hombros con sus interpretaciones vocales muy expresivas y cada vez más dolientes. Ello lo hace protagonista de la sección más calma del show en que el grupo indaga sobre los temas de Tranquility Base Hotel & Casino. Ahí, como un crooner indie, Turner prescinde de tocar un instrumento y se lanza a cantar como si estuviera en un bar.
El vocalista ha contado cómo cambiar el punto de partida de la composición, hacia los teclados, lo llevaron a esas grandes canciones que son "Star Treatment", "Four Out of Five" y "One Point Perspective", las que marcan la parte más serena del show, recibida con algo de indiferencia por parte del respetable, menos paciente a la hora de ser desafiado a escuchar.
El otro puntal es el baterista Matt Helders. En una banda de rock, tener un buen músico a cargo de las baquetas es como tener a un gran arquero en un equipo de fútbol. Con su potencia y su habilidad para sacar sonido a su kit Premier, el percusionista es clave para marcar los diferentes tiempos del concierto y el diseño sonoro del grupo.
Ya con menos gente, la sección final terminó con una vuelta al cancionero más explosivo con "Arabella" y "R U Mine?". Los de Sheffield mostraron un camino para comprender la supervivencia a una era en que el pop y los ritmos urbanos se imponen: un repertorio que invite al oyente, pero que también respete su propia inquietud creativa.