La electrónica en Lollapalooza: la fiesta sólo se transforma
"En 2019, con el fervor adolescente mutando hacia el trap, la curatoría electrónica presenta un desafío interesante de cara al futuro", afirma el periodista y músico electrónico Nicolás Castro.
Apenas cuatro años atrás, en la versión 2015, nada parecía detener a la música electrónica en Lollapalooza. El fenómeno global del EDM –Electronic Dance Music, término vago y generalista, pero que se asocia específicamente a los beats más efectistas- había crecido exponencialmente desde el debut de la cita creada por Perry Farrell en 2011.
Cuando se publicaron los horarios y escenarios, los rockeros tradicionales y fanáticos de lo alternativo pusieron el grito en el cielo. Skrillex y Calvin Harris salían del Perry Stage, nombre que recibe el Movistar Arena durante el festival, para cerrar uno de los escenarios principales en cada uno de los dos días. Atrás quedaba la gloriosa edición 2014, según ellos, en la que se pudieron deleitar con Pearl Jam, Soundgarden, Arcade Fire, Pixies, Red Hot Chili Peppers y Nine Inch Nails.
La euforia juvenil ahora se tomaba la elipsis completa y con un marco de público apabullante, confirmando que lo de Deadmau5 en 2013, quien tuvo el mismo honor, no era un espejismo aislado debido a un cartel más débil. Era una ventana hacia el futuro inmediato.
La medida respondía a lo que venía siendo una constante en el Arena: pasadas las cuatro de la tarde, el aforo de 15 mil personas no daba abasto. Las filas eran eternas y el público sub 25 se negaba a dejar la cúpula gigante para no perder su puesto y que el baile no terminara nunca.
Pero este año, la fiesta parece haber cambiado drásticamente de foco. Al menos al juzgar por los primeros días. Sólo llegada la noche, para el turno de los nombres más importantes, no se pudo entrar. Durante el resto, amplios espacios se veían en las plateas. ¿Se acabó el fervor juvenil? No, al contrario. Sólo se repartió entre las nuevas estrellas de la cita: los músicos urbanos, algunos de los cuales ya fueron asignados a ese escenario.
Claro, el EDM ha recibido duros golpes en el último tiempo: la trágica muerte de Avicii y el fiasco del festival Fyre los más grandes. También, el cada vez más drástico y rápido paso del tiempo. Los mismos Skrillex y Calvin Harris hoy prefieren producir artistas y hacer canciones radiales antes que viajar por el mundo soltando canciones sospechosamente sincronizadas con fuego y visuales.
En 2019, con el fervor adolescente mutando hacia el trap, la curatoría electrónica presenta un desafío interesante de cara al futuro. La expansión de Aldea Verde, donde se pudieron ver beats mucho más autorales y con énfasis en lo latinoamericano (especialmente impecables estuvieron los shows de Nicola Cruz, Nova Materia, Rubio, Valesuchi y DJ Raff), y una futura apertura más democrática del Lounge -reservado lamentablemente sólo para la pulsera VIP en esta edición-, abren la posibilidad cierta de generar un oasis en la zona del parque hacia Rondizzoni.
Una fiesta diferente que puede entregar necesarios y más que ganados espacios a la creciente y cada vez más notoria escena latinoamericana de electrónica, que hace vibrar fin de semana a fin de semana las ciudades de la región.
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