Sex education es una serie estrenada en febrero en Netflix. Presenta a Otis (Asa Butterfield), un adolescente que intenta pasar desapercibido en la escuela, hijo de una terapeuta sexual (interpretada magistralmente por Gillian Anderson) que por distintos eventos termina convirtiéndose en una especie de terapeuta sexual (informal, claro) de su escuela. La serie muestra cómo los adolescentes se relacionan con el sexo, el bullying, la escala social del colegio, las frustraciones y la relación de una madre que empieza a ver a su hijo crecer. Todo en un tono que va desde la comedia, los enredos y el drama preciso y emotivo cuando es necesario. Sin embargo, la serie es necesaria por otros motivos.
En sus ocho capítulos, Sex education se hace cargo de dos problemas importantes. El primero es cómo vivimos en una sociedad hipersexualizada y los adolescentes de hoy deben enfrentarse a su desarrollo hormonal y sexual mientras son bombardeados de imágenes sugerentes y sexuales en todos los medios de comunicación masivos. Además, gracias a Internet, no hay que esforzarse demasiado para ver porno. En una esquina nos enfrentamos a ideas preconcebidas sobre cómo debe ser el sexo, el valor de la virginidad o nuestro propio líbido mientras que en la esquina opuesta existe cierto estatus social para quienes cuentan con estas experiencias.
Muchas series adolescentes generan la idea de que todos los adolescentes son estúpidos, narcisistas y dispuestos a todo por la aprobación de los otros. Es inevitable no comparar la serie con 13 reasons why, que a pesar de que se hizo cargo del bullying y el suicidio adolescente, tenía el gran problema de que era difícil empatizar con personajes y muy fácil considerarlos imbéciles (incluso entendiendo su contexto social y su personalidad). En Sex education logras empatizar con los personajes sin importar cuan "absurdo" pueda ser su problema: desde la chica que quiere abortar hasta con la chica que envió nudes y necesita evitar que se divulguen en la escuela.
El segundo problema del que se hace cargo es el de la precaria educación sexual que recibimos (casi) todo el mundo. En el primer capítulo muestran cómo el profesor de biología realiza una clase de educación sexual a raíz de un brote de ladillas. La clase consiste en poner un condón en un plátano y en reconocer las distintas partes de la vagina. Hasta ahí pensé que obviamente los británicos van un paso más avanzados, no sé cuántos colegios en Chile enseñan a poner un condón, pero en el mío eso no sucedió.
¿Por qué digo precaria? Porque básicamente pensamos que la educación sexual es enseñar sobre métodos anticonceptivos y maneras de prevenir las ETS. Sin embargo, quitamos toda la carga afectiva propia de la sexualidad. A esto no me refiero con que se debe estar enamorado o en una relación para tener sexo, muchas veces nuestra conexión con la sexualidad está relacionada a nuestra autoestima y nuestra manera de vincularnos con el resto. Uno de los personajes masculinos tiene problemas para acabar, a medida que la serie avanza vemos el estrés que vive este chico y su conflictiva relación con su padre. A priori separamos lo que es nuestro "yo" sexual del "yo" que vive el día a día, cuando es imposible que lo que vivimos afecte un aspecto y viceversa.
En ese mismo aspecto, Sex education demuestra que muchas prácticas sexuales están enseñadas por el porno y la ficción. En un capítulo, una chica que vomitó al practicar sexo oral a su novio, busca consejo para hacerlo sin vomitar, sin embargo Otis le pregunta: "¿Por qué sientes que debes practicarle sexo oral a tu novio?".
Creo que este es el mejor valor de la serie, nos enseña a cuestionarnos nuestras prácticas sexuales que asumimos como obvias, necesarias y que se "deben" hacer. Más que enseñar una manera de tener sexo, la serie valida distintas miradas a la hora de encontrarse con el sexo y el placer. Y eso, estimados, es bueno cuestionárselo a cualquier edad.
https://www.youtube.com/watch?v=swLQpygWDBk