A Bertrand Mandico nunca le sentó bien la convención, la realidad, el traje a rayas o cualquier cosa que tuviera que ver con las normas de lo previsible. Formado en la prestigiosa Escuela de Animación Gobelins de París, Mandico se ha movido siempre a ras de suelo o en los márgenes de la institucionalidad fílmica de su país, apostando por la fantasía como su único credo. En 20 años de carrera logró realizar 14 cortometrajes en esta sintonía inconfundible y recién en el 2017 tuvo tiempo, dinero y actores para hacer su primer largo.
Llegó lejos: su película Los muchachos salvajes (Les garçons sauvages) fue elegida la mejor del año 2018 por la revista Cahiers du Cinèma, probablemente la publicación de cine más prestigiosa de Europa, cuna de la Nueva Ola francesa a fines de los años 50. Más atrás quedaron, entre otras, The post de Steven Spielberg o El hilo fantasma de Paul Thomas Anderson.
Estrenada en el Festival de Venecia a fines del 2017 y recién lanzada comercialmente en Francia en febrero pasado, Los muchachos salvajes llega insólitamente a Chile hoy, en Santiago al Cine Arte Alameda, Cinemark Portal Ñuñoa, Sala K y Casona Nemesio Antúnez. Curiosamente la película y su propio realizador ya habían estado en el país en octubre del 2018 en el marco de una retrospectiva del Festival de Valdivia.
Responsable de innovadores avisos publicitarios en la televisión francesa (labor que entre otras cosas le entrega estabilidad económica), Bertrand Mandico es un aventurero de la mezcla de géneros y estilos. La excepción es el realismo, al que es alérgico.
"En general estamos borrachos de naturalismo y realidad", comenta desde París. Y enfatiza: "Abundan las filmaciones de videos de vigilancia, las películas sobre familia, los reportajes, los documentales, los videos de YouTube e incluso la ficción quiere ser realista. El realismo se lo traga todo, mientras que la fantasía se guarda en el armario".
En Los muchachos salvajes también hay borrachos, pero más bien de fantasía desbordada. La película se inspira lejanamente en Los chicos salvajes (1969) de William Burroughs, pero en términos concretos las influencias literarias van desde Julio Verne hasta El señor de las moscas (1954) de William Golding. La trama transcurre en un indeterminado año de principios del siglo XX, cuando cinco muchachos de buena familia son enviados como castigo a la isla de Réunion en las costas del sur de Africa. Han cometido un crimen y la sociedad estima que deben ser "reformados".
De ahí en adelante todo parece un sueño febril: el paisaje tiene características fabulosas, las plantas son mayormente carnívoras y de aspecto fálico, los chicos (personificados por actrices) comienzan poco a transformarse en chicos, un científico medio loco aparece de la nada. Al mismo tiempo se establecen las señas de identidad del cine de Bertrand Mandico: barroquismo visual, neón abundante, guiños al cine de ciencia ficción B de los 50, predilección por las mujeres, stop motion.
Para el cineasta, el cine mundial ha cometido un pecado mortal al renunciar a su derecho a soñar. "Hemos dejado a Hollywood la posibilidad de invertir en la imaginación. Me parece importante que nosotros nos apropiemos de la fantasía y que tratemos de dar otros enfoques", dice.
En este sentido, un cineasta como el chileno Raúl Ruiz, siempre militante del absurdo, es un correliogionario estético de Mandico: "Su cine me fascina porque privilegia la aventura, género descuidado por los autores debido a su alto costo. Para Ruiz eso no era problema: lo abordó a su manera, encontrando soluciones visuales extraordinarias. Se las arregló para crear tomas muy espectaculares con casi nada, sólo con efectos ópticos. Es el príncipe del cerebro".
Así como maneja opiniones fundamentadas para alabar a alguien, el responsable de Los muchachos salvajes tiene argumentos para ser severo y criticar. Lo hace con el actual cine de su país: "Me gusta cuando está diversificado y da lugar a cineastas singulares. Me exaspera cuando veo un desfile de comedias mediocres o películas de autores académicos, naturalistas, sin amor por el cine. Creo que la imaginación debe recuperar el poder".
Es el mismo defecto que los cineastas de la Nueva Ola francesa hicieron notar en las páginas de Cahiers du Cinèma al referise al "cine de la academia" de Francia. Por lo mismo, que la publicación haya elegido el filme de Mandico como lo mejor del 2018 es coherente con su historia contra las convenciones: "Leo y compro los Cahiers desde que tenía 17 años. Su elección es un reconocimiento que me llena de orgullo y una señal de que los críticos apoyan la renovación estética del cine francés, pero con cierta cinefilia".
Bertrand Mandico
Cineasta francés
Nació en en 1971 e hizo su primer corto en 1997. Estrenó Les garçons sauvages en Venecia 2017 y el mediometraje Ultra Pulpe en Cannes 2018.