Este domingo millones de televisores alrededor del mundo van a sintonizar el mismo canal, a la misma hora. No para ver al hombre llegar a la Luna, ni para ver la Copa del Mundo: para ver el final de una serie. De fantasía. Con dragones y zombies, con reinas y bastardos, enanos y prostitutas, con espadas, castillos, brujas y sacerdotes. Un logro que HBO sabe, es histórico: nunca antes una serie había convocado a tantas generaciones al mismo tiempo. Quizás por eso decidieron tomarse dos años para el cierre de su proyecto más exitoso hasta la fecha, y han guardado bajo siete llaves los secretos que el final nos va a mostrar.

Esta historia se está construyendo desde 1996, cuando el primer tomo de Canción de Hielo y Fuego, Juego de Tronos, fue publicado en Estados Unidos. El autor, George R. R. Martin, era medianamente conocido en esos tiempos: guionista y escritor de fantasía, tenía un par de publicaciones a su haber, pero ninguna con el alcance o la trascendencia que lograría, con el pasar de los años y luego con la consolidación a través de la serie, esta saga de libros. En más de una ocasión, Martín ha hablado de la influencia que la obra de Tolkien ha tenido en el desarrollo de Canción de Hielo y Fuego. Como gran admirador, ha sabido homenajear y al mismo criticar algunas de las formas de El Señor de los Anillos, como lo son su falta de visión política y de sexualidad. Martín resolvió esos vacíos, dándole más importancia a la mujer en su historia.

En Game of Thrones, el poder más grande lo tiene una mujer, Daenerys Targaryen. En su contraparte, la enemiga más despiadada, Cersei Lannister, también es una mujer. Ninguna de ellas está casada, construyeron sus reinos y consolidaron su poder a través de jugadas políticas y bélicas, que han mantenido la historia tensa desde su principio. Las motivaciones de estos personajes se mueven desde el poder a la venganza constantemente, y en ninguna ocasión tienen que ver con conquistar un amor. Son dos mujeres que gozan de su sexualidad sin culpa, libremente y sin darle mayor importancia. Han estado enamoradas, han estado casadas, pero no se han definido por eso, sino que por sus propias acciones y logros. Tampoco son dulces, ni sumisas, sino que al contrario: son capaces de todo por llegar a su objetivo.

Aunque claro, en el continente de Westeros ser mujer es ser una moneda de cambio, que se consolida con el matrimonio y los hijos. Por eso lo hermoso está en que Martin nos cuenta una historia con personajes que hacen de todo para lograr su independencia en un mundo construido por hombres y para hombres, y lo logran. Game of Thrones derroca patrones clásicos de la fantasía, como la doncella en apuros y el caballero, para llenar su historia de personajes femeninos que se empoderan, se quiebran, se levantan y derrotan sus circunstancias, evidenciando que el patriarcado es realmente una cosa medieval.

Puede que Jon Snow sea el Luke Skywalker de nuestra generación. Pero Daenerys Targaryen es sólo como ella misma, porque ni Morgana ni Xena, ni siquiera la mismísima Buffy, lograron las proezas de una heroína que no tiene nada, más que las ganas de demostrar que ella es la más fuerte de todes.