Game of Thrones: la última serie del resto de nuestras vidas
Estamos de paso en la edad de oro de las series y en el escenario hay al menos diez producciones mejores que GOT, pero eso no quita el insuperable valor de GOT como fenómeno.
Haciendo espejo con lo local, Game of Thrones (GOT) siempre estuvo más cerca de fenómenos como La Madrastra, Alguien te mira, Perdona nuestros pecados o la actual Pacto de Sangre que de El Señor de los Anillos. Tampoco es cierto aquel comodín que en sus inicios vendió al drama de HBO, basado en los libros de George RR Martin, como una mezcla entre Los Soprano y la mitología de Tolkien. Falso, porque para empezar la saga está más cerca (y le debe más) a Dune de Frank Herbert que a la epopeya de la Tierra Media, que fue pionera (en 1965) en aquello de mezclar política y sexo con fantasía, además de ver lo imaginario y épico desde una perspectiva matriarcal. El asunto es que por mucho que nos duela a los fans más dogmáticos, GOT es más un fenómeno televisivo que literario. Lo que hemos visto en estos ocho años no es la obra de Martin sino una saga con una autoría muy distinta, la de David Benioff y D.B. Weiss. En sencillo, la piedra filosofal es Game of Thrones y no Canción de Hielo y Fuego. Benioff y Weiss lograron lo que Peter Jackson no pudo: construir algo nuevo desde una obra ya existente. GOT es un cover a Martin; GOT es a la televisión lo que Pet Shop Boys hizo con "Always on my mind" de Elvis Presley, una obra maestra hecha de otra obra maestra.
¿Realmente GOT es una obra maestra? Estamos de paso en la edad de oro de las series y en el escenario hay al menos diez producciones mejores que GOT -Fargo, El Guardaespaldas, El Terror, El Cuento de la Criada e incluso The Expanse, solo para empezar- pero eso no quita el insuperable valor de GOT como fenómeno. Y en esa categoría ningún programa de televisión actual se le acerca. GOT es tremenda, manipuladora, masiva; un disco de grandes éxitos, es Queen en pantalla chica y ante esa realidad no hay competencia. Una joya como Peaky Blinders (Netflix) es arquitectura de Frank Lloyd Wright pero GOT es la Catedral de Chartres.
Se ha subrayado hasta lo insufrible que el reactor principal de GOT es la manipulación hacia con nosotros: iniciada en disfrazar con dragones y espadas un relato que es una reflexión acerca del poder religioso y político, y que por mucho que nos esforcemos en propiciar revoluciones y cambios los héroes siempre pierden la cabeza y siempre, pero siempre, habrá alguien pisoteando al más débil: ayer hombres musculosos con hachas y penes gordos, hoy mujeres de cabellos largos y con historial de abusos que montan dragones como armas de superioridad aérea ¿Queda claro que en la serie los dragones no son bestias mitológicas, sino la ventaja de tener Fuerza Aérea a la hora de ejercer hegemonía? También que su estructura dramática nos ha mantenido amarrados a través de bombazos emocionales equivalentes a que cada año tu pareja te termine de la más dolorosa manera. Exacto, es descaro, pero también uso maestro de las formas del drama y de la estructura de la narración. Y ante eso no queda más que ponerse de pie. Aplaudir y rendirse.
Nos guste o no, GOT es algo a lo que no se puede escapar. Salió de la televisión y superó a HBO para convertirse en un constructo cultural irrepetible. No es necesario haber visto un capítulo para saber a qué se refiere alguien con la expresión "the winter is coming". La frase es la nueva "que la fuerza te acompañe". Por eso GOT es la última gran serie del resto de nuestras vidas, porque su fin marca el término de una manera de ver televisión. ¿Recuerdan ese video de la señora que llora el final de La Madrastra con aquello de que nada más la va a entretener? Por ahí va la cosa.
Con GOT se cierra medio siglo de evento televisivo y larga realmente la era de las pantallas individuales. La masa eclipsada por el yo, Instagram por sobre Facebook. las series a partir de ahora serán una experiencia personal y esto se debe fundamentalmente al cambio del soporte. la geométrica proliferación de plataformas de streaming harán de la oferta algo tan grande que aritméticamente será imposible el surgimiento de un fenómeno colectivo al nivel de la epopeya de los Stark, los Lannister y los Targaryen; del mismo modo como hoy en la música es inviable la aparición de discos pivotes como Revolver, Dark side of the moon u OK computer. El problema no es la calidad o el arte, sino la cantidad, finalmente la matemática de las cosas. GOT es el estertor final de la serie fenómeno, de la teleserie y del espectáculo en pantalla chica. quizás este abril sea la última vez que nos reunamos en grupo a ver tele (salvo eventos deportivos) y eso es histórico, más que los premios y logros de la aventura de Jon Snow (el hielo) y Daenerys Targaryen (el fuego). Dios es un guionista macabro, no es casual que este mes también se acabe pacto de sangre, que en nuestro espejo (apuesto) será también la última telenovela del resto de nuestras vidas.
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