"Mas, he aquí la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. Y a la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; pero, ¡ay de aquel hombre por quien es entregado! Ellos entonces comenzaron a preguntarse entre sí cuál de ellos sería el que haría esto", (Lucas 22: 22-24).
Cuando Jesús llamó a sus discípulos para cenar aquel jueves que daba por finalizada la Cuaresma, sabía que sería su última cena. Uno de sus cercanos seguidores, Judas Iscariote, lo había entregado a los romanos y otro lo negaría tres veces previo a su crucifixión.
Fue ese momento de alto simbolismo para la tradición católica, que Leonardo Da Vinci -el pintor, inventor y arquitecto florentino- inmortalizó en una pared de un monasterio en Milán. Sorpresa, ira e indignación, fueron las reacciones que Da Vinci plasmó como parte de la obra que le encargaron realizar.
Cenar con Jesús
Cuatro años demoró el artista en realizar la misión encomendada por el duque italiano Ludovico Sforza, un noble que buscaba una imagen para el refectorio del monasterio, gran sala en la que los sacerdotes se reunían a comer. Entre 1494 y 1498, Da Vinci subía en andamios para pintar por horas, ignorando horarios de comida y sueño.
Con dimensiones de 460 x 880 cm, el hombre de "La Gioconda" se esforzó por crear una imagen que en realidad no responde a la época representada, sino que se asemeja al estilo propio de Milán del siglo XV.
La mesa en la que Jesús y sus discípulos comparten el pan y el vino, era similar a la utilizada en el monasterio. Manteles, vasos y utensilios emulaban el estilo de la época para que la pintura se integrara al comedor y los personajes bíblicos "acompañaran" a los monjes en sus comidas.
Imagen: La última cena, Iglesia de Santa Maria delle Grazie en Milán, Italia. (Google Maps).
Los Apóstoles
De izquierda a derecha, los doce apóstoles retratados son Bartolomé, Santiago y Andrés -con expresiones de horror-, y le siguen Judas, Pedro y Juan. Judas Iscariote está en actitud insidiosa al dirigirse a Juan, quien comúnmente es confundido con María Magdalena por su forma más bien afeminada.
En actitud serena y calma, está Jesús en el centro de la mesa, escuchando las reacciones de sus seguidores. Sus pies -que originalmente sí fueron dibujados por Da Vinci-, yacen ocultos por una puerta que se incluyó años después en aquella pared del monasterio.
A la derecha del 'Mesías', están Tomás, Santiago el Mayor y Felipe pidiéndole explicaciones, evidentemente exaltados, y en último lugar Mateo, Judas Tadeo y Simón conversando entre ellos sobre la terrible noticia que acababan de recibir.
Piedras Preciosas
En 2016, una historiadora italiana llamada Elisabetta Sangalli, hizo un descubrimiento en torno a las vestimentas elegidas por Da Vinci para su obra: todos portaban una piedra preciosa en sus túnicas.
"Observando bien los detalles, me fijé en el broche pintado por Leonardo a la altura del cuello de Cristo y seguí observando y lo noté en otros", dijo a EFE la autora del libro Leonardo e le dodici pietre del Paradiso (Leonardo y las Doce Piedras del Paraíso)
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Destacando la piedra elegida para Jesús, Sangalli explicó la relevancia de la esmeralda, la cual se asocia a la tribu Leví, la única con acceso al sacerdocio. "La piedra es considerada portadora de paz y símbolo del Renacimiento, y hasta la Edad Media se relacionaba con la regeneración", detalló la historiadora. Juan, en tanto, tiene un diamante, que en hebreo se traduce como 'Yahalom' o 'puro de corazón'.
Restauraciones fallidas
Leonardo Da Vinci usó la técnica de pintar óleo sobre yeso seco, lo que provocó un deterioro rápido y constante de su obra ubicada en un lugar donde abunda la humedad.
Si bien actualmente se puede visitar la gran creación de Da Vinci -conservada en su lugar original por las grandes dimensiones que imposibilitan su traslado-, desde el siglo XVIII que se ha sometido a una serie de alteraciones que casi logran su pérdida.
En 1726, Michelangelo Bellotti intentó devolver los colores a su esplendor original, pero fracasó en el intento. Pocos años después, Pietro Mazza intervino pero logró un efecto que tapaba detalles relevantes. Incluso Napoleón estuvo involucrado en los peores años de la pintura, ya que al cruzar la frontera de Milán ordenó cerrar aquel salón para preservar "La última cena", lo cual fue ignorado por un general que usó el espacio como establo.
En la década de los 70, se puso en marcha un proceso de restauración integral que duró 20 años, finalizando en 1999. Y desde 2017, se aplica un proyecto para conservar las condiciones ambientales óptimas al interior del antiguo monasterio.