Game of Thrones: el frío

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Aunque el frío definió el tono de los espacios y marcó la tensión del capítulo que anoche transmitió HBO, no fue capaz de permear el espíritu y el carácter de los personajes. Desde sus diversos objetivos y deseos, cada uno sostuvo el curso de su historia con fuerza y determinación, y gracias a esa heterogeneidad de intenciones y empeños, el relato tuvo gran riqueza dramática.


El frío. El frío por todas partes. El frío que hiela el espinazo. El frío que invade todos los rincones posibles de Invernalia, colándose incluso a través de las frágiles chimeneas, que arden como sin ganas, débiles, inútiles frente a lo que se avecina. Y se debe tal vez al otoño que ha llegado a nuestras propias casas, con sus noches gélidas, pero el frío que vimos anoche parecía salir de la pantalla y avanzar, sigiloso, bajo las mantas de nuestras camas y helarnos el cuerpo y el carácter, tensando nuestros nervios y sumergiéndonos en la bruma blanquecina que flota alrededor de la fortaleza de los Stark.

Como en sus mejores momentos, la serie creada por Benioff y Weiss entregó un capítulo de enorme brío dramático, donde los personajes estuvieron expuestos a situaciones de diversa intensidad emocional, todo esto bajo la gran ola de subrepticia tensión que ha marcado esta temporada final: el avance del Rey de la Noche hacia Invernalia. Frente a la inminencia del horror y del final, los personajes fueron capaces de desprenderse de toda superficie y actuar movidos por sus pulsiones más honestas. Por ende, nada quedo al azar. Cada escena importaba y esas decisiones a las que se enfrentaban eran tal vez las últimas de sus vidas: representan mucho más de lo que vemos en la pantalla; poseen una dimensión compleja, que se proyecta hacia otros estadios de humanidad. Desde esta perspectiva, lo que hace Jaime Lannister con Brienne of Tarth es mucho más que un gesto de amistad empujado por la embriaguez del vino: que Jaime nombre a Brienne "Sir" no solo define y concluye la relación de ambos en toda la serie, sino que utiliza el vehículo narrativo para expresar la compleja mirada que tiene George R. R. Martin acerca de la mujer y su rol en esta historia. La posición adquirida por Brienne es, por una parte, una justa y admirable recompensa para la dignidad, el honor y la fuerza que ha demostrado of Tarth en el pasado, pero más importante aún, es un cambio de paradigma en el mundo de GOT; o más que un cambio, la constatación de que hombres y mujeres son seres complejos, ambiguos y capaces de mucho más de lo que simples definiciones de género delimitan.

Aunque el frío definió el tono de los espacios y marcó la tensión del capítulo que anoche transmitió HBO, no fue capaz de permear el espíritu y el carácter de los personajes. Desde sus diversos objetivos y deseos, cada uno sostuvo el curso de su historia con fuerza y determinación, y gracias a esa heterogeneidad de intenciones y empeños, el relato tuvo gran riqueza dramática. Así, presenciamos la primera experiencia sexual de Arya Stark, algo que había estado sugerido e implantado desde el episodio anterior. Frente a Tánatos, Arya quiere antes palpar a Eros, y a través de ella el capítulo aborda no solo una deuda de la serie con el personaje, sino también permitió abrir el tono y enriquecerlo.

Si para gran parte de los personajes, el inminente enfrentamiento con los caminantes blancos es el fin último en sus horizontes vitales, para Daenerys el ascenso al Trono de Hierro es más relevante que la amenaza del Rey de la Noche. El triunfo y la posibilidad de dominar los Siete Reinos se están transformando en una obsesión, y es evidente que sus decisiones con respecto al futuro de la corona serán la gran incógnita de aquí al final de la serie. Más aún; lo que nos han sugerido Benioff y Weiss al final de este segundo episodio, es si Daenerys Targaryen será capaz de aceptar y permitir que Jon Snow reclame su legítimo ascenso al Trono de Hierro por sobre ella. Es una compleja incógnita, pero antes se nos avecina el festín de la batalla a las puertas de Invernalia.

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