"Uno es una retahíla de fragmentos zurcidos", dice la poeta y traductora Verónica Zondek, quien por estos días presenta una antología de su obra, Ojos de agua, publicada por el sello Lumen, el mismo que ha antalogado a Nicanor Parra, Gabriela Mistral, Enrique Lihn, entre otros y otras. "No siempre se ven o hablan los mismos retazos".
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Y así continúa su presentación biográfica:
"Nací en Santiago un verano de 1953 y soy primera generación nacida en esta tierra de padres judío-alemanes-polacos educados en Chile y escribo poesía y también la traduzco".
Ojos de agua reúne parte importante de la poesía que desde los años ochenta ha publicado Zondek. Una poesía que, por ejemplo, ha recibido elogios de Gonzalo Rojas ("Zondek es para mí necesaria. Me llega en un alambre único, de vibración distinta").
Zondek es licenciada en Historia del Arte por la Universidad Hebrea de Jerusalén y vive, ya desde hace quince años, en Valdivia.
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"Yo vivía en Jerusalén, que en aquel entonces era una pequeña ciudad de no más de 180.000 habitantes y por lo tanto era una ciudad a escala humana y caminable que además tenía esa intensidad de ciudad universitaria zambullida en la historia y el conflicto que no la dejaba dormir nunca en sus laureles además de mucha e intensa actividad cultural", dice sobre sus años universitarios en Israel. "Por otro lado, era una ciudad y una universidad donde confluían alumnos de pueblos diversos, desde palestinos, drusos y beduinos, a ortodoxos rusos y griegos, a europeos de distintos países, y a yemenitas, marroquíes, tunecinos, latinoamericanos, georgianos, africanos, etcétera".
-Hace tiempo que vives en Valdivia: ¿esta mudanza fue planeada, improvisada o una mezcla de ambas?
-Sí, fue planificado, o más bien, deseado. Vivo en Valdivia hace ya 15 años, pero estuve por llegar hace 22. Por un lado, Santiago nos tenía abrumados y en medio de esa sensación cada vez más aguda, conocimos a Valdivia y a nuestros amigos gracias a un curso de Técnica Hayter que Menashe, mi compañero de vida, tomó con la grabadora valdiviana G. Guzmán. Eso bastó. Fue mágico. El deseo se materializó, supimos cómo salir de Santiago, a qué y dónde, y eso sucedió como suceden las cosas, con naturalidad y tiempo. Fue la ciudad y la gente que conocimos en esa ocasión y la sensación de que en ella existía aún vida a escala humana, calles para caminar, algo de tiempo para conversar y escuchar, espacios para posar los ojos, silencios preciosos, percepción de ser parte de algo más que un ajetreo imparable y agotador. No sé. Fue y ha sido eso y más.
-¿Cuánto influye el paisaje chileno en la poesía local?
-Creo que el paisaje o más bien la fuerza de la naturaleza y su presencia, no pueden estar ausentes de la poesía chilena porque en ella somos y lo sabemos. ¿Quiénes seríamos si no fuésemos parte de su tremebunda realidad? La fuerza y el poderío de lo natural en nuestro entorno, no nos permite olvidar eso.
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Tal como dice en la contraportada, Ojos de agua incluye poemas largos y breves, antiguos y recientes, sobre Santiago y Valdivia. Y asimismo sobre "los partos, la respiración, la muerte, el poder, la usura y la escritura misma."
"Un ojo de agua es un manantial que surge en el lugar más inesperado y fluye y da vida. No se trata de ir tras él, ni de controlarlo", dice sobre el título Ojos de agua. "Es algo que se instala y tiene sentido propio".
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Verónica Zondek no solo es conocida por su obra poética: lo es, también, por su labor como traductora.
Autores como el poeta, dramaturgo y artista visual santaluciano Derek Walcott; o la poetisa canadiense en lengua inglesa, ensayista, traductora y profesora de literatura (y suerte de rockstar por estas latitudes) Anne Carson; ambos han sido traducidos por Zondek.
-¿Siempre estuviste interesada en la traducción?
-Traducir para mí es un hallazgo que se me dio por cosa banal o no tan banal, pero real. Cuando tuve a mi primer hijo, por estar en ciudad sin otra familia que la nuclear, me fue muy difícil trabajar fuera de la casa y un día se me ocurrió que podía traducir tesis y otras cosas profesionales sin moverme de la casa, sólo con mi Simon & Schuster a mano y la máquina de escribir. Y así empecé. Obviamente entonces ni pensé en traducir poesía porque entonces la cosa era ganar dinero y recurrí a lo que podía darlo. Lo de la traducción poética se me dio mucho después y además con más conocimiento y experiencia tanto lectora como escritural.
-¿Y qué significa traducir poesía para ti? Te lo pregunto porque es tal vez una de las disciplinas de traducción más complejas (el eterno dilema entre respetar la "música" lírica versus la intención; o forma versus contenido).
-Traducir poesía es para mí, un oficio y un trabajo completamente comprometido, pero sobretodo una forma de leer más hondamente, de enriquecerme con otros y también de abrir la voz de alguien desconocido o mal traducido, a mi juicio, a otros lectores como yo. Es un viaje que me aleja de mí sólo para traerme de vuelta con más fuerza y siempre más rica, más ancha. Es quizás una obsesión más de las muchas otras en las que me involucro y siempre me deja feliz, cuando siento que lo logro.
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"Estuve con ella, pero no traduciéndola", dice sobre el paso de Anne Carson el pasado octubre, 2018. Red Doc> ya lo había traducido la misma Zondek y ya había sido publicado por Trilce en México, por LOM en Chile y por Bajo la luna en Argentina; y que pronto saldrá en Colombia por Uniandes. "Me tocó presentarla antes de su conferencia en la UDP y luego hacer una lectura compartida de Red Doc> en inglés y castellano. Y tuve algunos momentos privados con ella en los cuales pudimos conversar y conocernos y hablar de ciertas cosas".
https://www.youtube.com/watch?v=bh1ttOjZU70
-Otro de los poetas que has traducido es Derek Walcott. La masculinidad de Walcott es una masculinidad, a ratos, avasalladora (o por lo menos así me parece a mí al leerlo). ¿Qué es lo que te interesó de Walcott?
-Pues, es justamente lo que me interesó en el caso de él y sobretodo porque trabaja con el cruce de culturas, lenguas e identidades que son temas que a mí me interesan mucho. De hecho, he seguido traduciéndolo, aunque no he publicado ni mostrado eso. Para traducir a otro, en el caso de Walcott y también de todos los otros y otras que he traducido, hay que buscar en uno mismo esas hebras que te contactan con esas diferencias y creo que, al menos en mi caso, siempre están. Uno tiene necesariamente un lado masculino que es interesante de despertar y, por otro lado, todos somos resultado de una mixtura entre lenguas, razas y culturas.
-¿Y cómo reflexionas sobre la idea de la identidad (si es que la reflexionas) al traducir a alguien que no es de tu género y en el caso de Walcott, además, alguien que no es de tu raza?
-Desde el tiempo de los antiguos errantes y deambuladores hasta hoy, los seres humanos no han dejado de moverse y mezclarse y por eso que el asunto de la pureza es una idiotez máxima. Descubrir esas hebras en uno mismo a través de la escritura de otro y otra, es un hallazgo fascinante y estremecedor. Descubrir cuáles son las hebras aproximadamente equivalentes en tu propia lengua, es ampliar el mundo conocido. Todo esto es, para volver al comienzo de esta entrevista, retomar y zurcir esa retahíla de fragmentos que iluminan el cuerpo del género humano. Las lenguas y las manifestaciones humanas incluyendo las de la escritura, encierran misterios a develar, modos de estar en el mundo y nos abren al conocimiento y a la empatía con la otredad. Y a mí, eso me parece un acto político de suma importancia.