Carácter y ambición. Son señas de un disco enlazado con su época y al mismo tiempo lanzado en más direcciones al presente y al futuro. Cuando presentaron Fome en 1997, Los Tres supieron sacar provecho de las máximas posibilidades disponibles en ese momento para dar a conocer la música de un grupo de rock en Chile, y ahí está su ambición. Pero lo hicieron con una música que es cualquier cosa menos predecible ni efectista, sino por el contrario única y de larga vida, y ahí está su carácter. Con ese disco, como en toda su trayectoria, Los Tres fueron más allá de los patrones y supuestos del momento, de los estándares musicales ajenos e incluso de los propios.
El reportero abajo firmante vio en 1995 al grupo dar un precursor concierto Unplugged chileno en esa capital continental del rock latinoamericano de los '90 que fue el canal MTV Latino en Miami, tal como vio al mismo grupo tocar en 1997 en el festival Tordesilhas de Porto Alegre, Brasil, con otros nombres globales de ese rock continental como Café Tacvba e Illya Kuryaki and the Valderramas, y en un país donde el título del disco que estrenaban en esos días, Fome, significa "hambre". Y no está mal como significado. Hambre como convicción de hacer escuchar en el continente una música que nadie más estaba haciendo. Lo firma el productor del disco, el neoyorquino Joe Blaney, en su entrevista para el libro de aniversario del álbum publicado en estos días:
"El grupo estaba realmente unificado en ese tiempo, y eso se escucha en Fome, en el modo en que Los Tres están tocando juntos".
Como un signo de los tiempos, Fome habla de sí mismo y además de su entorno. Primero por las consideraciones extramusicales. Es sabido que los años 90 son la última época en que el negocio multinacional de vender discos fue una industria poderosa, antes de su declive o su transformación a causa del inminente escenario digital que venía en camino. Los Tres, como muy pocas figuras de la música popular chilena de ese tiempo, ganaron un lugar prioritario en esa industria. Tras un primer disco producido por la única casa grabadora que tuvo la lucidez y la visión de prestar oídos al grupo a comienzos de los 90, es decir el sello independiente Alerce, en 1993 Los Tres se unieron a Sony Music, con el respaldo que implicaba un sello transnacional como ese, desde en la actividad en vivo hasta en la saga de estupendos videoclips filmados por Germán Bobe y la creciente presencia del grupo en las radios, con un reguero de éxitos grabados en los álbumes Se remata el siglo (1993), La espada y la pared (1995) y el citado Los Tres unplugged (1996).
Sobre esa misma marcha en 1997 Los Tres echaron mano a su status prioritario y volvieron a EE.UU. para grabar este siguiente disco, y hubo nuevos singles radiales desde "Bolsa de mareo" hasta "Olor a gas" y "La torre de Babel". En una época de recursos disponibles a gran escala en la industria disquera del Chile de los 90, el grupo se valió de esas plataformas para cimentar su impacto. No sólo tenían canciones memorables; además eran relevantes para las audiencias, que es la mejor definición de música popular.
Y luego habla la música por sí sola. Más allá de todo lo personales que sean las letras de Fome, en una canción como "De hacerse se va a hacer" se encuentra el reflejo de una contingencia del país y de la época, con una alusión subyacente a esos años de post-dictadura, justamente expresado en esos términos: subyacentes. "Saludo de baratas/ informe en planta baja" se oye entre esos versos, cambiados en alguna época por la línea "informe en Punta Peuco" cantada por Álvaro Henríquez en vivo si había que ser más explícito. Por debajo de la belleza, el terror; detrás de la melancolía, la maldad. Esa maldad que luego se vuelve balada de crimen en la canción "Pancho", y esa belleza que se multiplica por todo el disco, en melodías y armonías como las de "Olor a gas", "Toco fondo", "Jarabe para la tos", "De hacerse se va a hacer", "Me arrendé" y más para la antología.
Los Tres venían de fijar un estándar, tal vez el más significativo de su carrera, cuando en 1995 fueron a Miami a grabar ese show para MTV Latino y sobre todo cuando en 1996, gracias a la aparición del correspondiente disco Los Tres unplugged, habían puesto a medio país o más a escuchar cueca chora de Roberto Parra y a cantar y bailar jazz guachaca con “Quién es la que viene allí”. Fome es el disco siguiente a ese paso y es, entre otras cosas, lo opuesto: un disco a menudo eléctrico, que en sus pasajes más electrizantes, como en “Bolsa de mareo”, llega a ser incandescente. No hay nada malo en los músicos que encuentran un estilo y se mantienen fieles a él. Al revés, es una prerrogativa. Pero en esa perspectiva salta a la vista y a la oída con más claridad el arrojo que hace falta para elegir lo contrario. Para no quedarse quieto en un sonido ni en un estilo, y para no sólo buscar, sino encontrar, que es lo mejor, nuevas formas de hacer una canción. Los Tres nunca hicieron un disco similar al anterior, y hace 22 años, en Fome llevaron esa actitud más lejos que nunca hasta entonces, con un disco arrojado también hacia el futuro y que conforme pasa el tiempo no deja de crecer.