"Sacaste la pinta de Axl", le dice en tono de broma un fanático a otro en la entrada del Caupolicán. El aludido, quien viste shorts, una polera de Slash y zapatillas blancas con caña, recibe el comentario con humor. No se conocen, pero comienzan a hacerlo: forman parte del grupo que llegó temprano a hacer la fila para ver el show de Slash junto a Myles Kennedy and The Conspirators. Son cerca de las 15.00, faltan varias horas para la apertura de las puertas, pero el recinto santiaguino ya comienza a albergar a los primeros entusiastas. A esa misma hora, un grupo de afortunados es testigo de la prueba de sonido del conjunto, que se extendió por más de una hora.

La de ayer fue la cuarta vez de Slash junto a Myles Kennedy en Chile (2011, 2012, 2015, 2019), esta vez en torno a la gira de Living the dream, el buen disco lanzado en 2018 por el supergrupo. Tour, que según el propio Slash, ha despertado entusiasmo en el público. "Ha sido realmente asombroso. Hay una marcada diferencia comparado con el tour de World on fire, el que fue excelente para mí. Pero ha habido notables diferencias con el tour de ahora. Las nuevas canciones todos las cantan", dijo el guitarrista en una entrevista con este medio en abril de este año. Y es que, por otro lado, la unión entre Kennedy y Slash hoy ya cuenta con 9 años de iniciada. Fue en 2010 cuando el cantante de Alter Bridge se unió al guitarrista para iniciar una dupla que hoy muestra solidez tras tres discos y varias giras juntos.

Ese recorrido ha hecho que el guitarrista hoy pueda prescindir de tocar temas de Guns N' Roses o de Velvet Revolver, como en anteriores shows: en 2011, 8 canciones fueron de Guns, 2 de Velvet y 1 de Slash's Snakepit. Nada más lejano a la actualidad, donde solo una canción pertenece a su banda madre.

Como una suerte de héroe, donde la guitarra y el sombrero son la armadura y los solos son los poderes especiales, Slash aparece en el escenario con su impronta mágica. Su imagen es una marca que ha trascendido en el tiempo: Prácticamente es la misma de la época de Appetite for destruction a fines de los 80. La misma que sale de una iglesia desértica en "November Rain" para hacer un solo asesino que podría reconocer hasta el menos rockero de los rockeros. La misma que se adueñó del mundo a comienzos de los noventa junto al rebelde Axl Rose. Y esa representación es la que no deja desapercibido a nadie. El público se abalanza al costado derecho del escenario para lograr la mayor cercanía con el músico. Basta que Slash se apreste a disparar licks blueseros para que los presentes se apuren en sacar sus teléfonos para guardar ese momento. Después de todo, frente a ellos se encuentra una leyenda viviente. Uno de los últimos estandartes del hard rock americano y emblema de las seis cuerdas por más de 30 años.

La hardrockera "The call of the wild" da el inicio y se transforma en jolgorio puro. Kennedy muestra de entrada calidad vocal escoltada por la aceitada banda, compuesta por Todd Kerns en bajo, Brent Fitz en batería y Frank Sidoris en segunda guitarra. "Halo" y "Standing in the sun", del Apocalyptic love (2012), siguen sin dar respiro. "Back from Cali" suena a clásico moderno y "My antidote" es una de las reconocidas del disco nuevo. El carismático Todd Kerns, quien se pasea por el escenario alzando los puños e interactuando con el público, se apodera con fuerza de "We're all gonna die", que en el disco Slash (2010) estuvo en voz de Iggy Pop. Le sigue "Doctor Alibi", también ahora cantada por Kerns, trayendo el recuerdo de Lemmy Kilmister. En "Wicked Stone", Slash regala un solo de más de 10 minutos, anestesiando a los presentes entre fraseos interminables con wah wah y complejos licks que abarcan todo el mástil.

En un minuto, Kennedy inicia una interacción vocal de pregunta-respuesta con el público lo que termina en una especie de imitación de Freddie Mercury en la película Bohemian Rhapsody. El recinto se llena de risa. "Freddie fue el mejor" dice el cantante, para seguir con: "Es uno de los shows más divertidos de los que tengo recuerdo".

"Nightrain" arremete como un obsequio Gunner y genera desenfreno total. Kennedy se mete al bolsillo los tonos altos con un relajo zen, mientras Slash trae el recuerdo siempre presente de Guns N' Roses. "Avalon" y "Anastasia" ponen fin a más de dos horas de intenso show. Con todo, Slash defiende sus banderas. No da tregua en poner la guitarra como un tótem, no descansa en crear riffs gancheros y en mantener el formato de banda de rock. Y el género seguirá vivo mientras esos bastiones sean defendidos por héroes como él.

Fotos: Miguel Fuentes (The Fanlab)