Te di te doy todo
Qué importa que la fecha no calce en un número redondo. Es el hito lo que vale y Fome lo es. Los Tres era lo más grande que había musicalmente en Chile en el remate del siglo XX, en las antípodas de la modernidad de La Ley o Lucybell, y la taquilla de Tiro de Gracia.
Siglos desde que Los Tres presentaron oficialmente Fome en sociedad en un desaparecido teatro en Valparaíso hace 22 años. Viajaron cámaras cuando aún la música chilena era noticia en la televisión para un show memorable. En el intertanto Los Tres alcanzaron máximo fulgor, se desmembraron y rearmaron con la pérdida de piezas originales hasta hoy irremplazables. Como decía Joe Strummer, tu banda es tan buena como lo es tu baterista, y los de Concepción nunca fueron mejores que con Pancho Molina en las baquetas. Esa muñeca rúbrica en su música jamás fue recuperada.
Álvaro Henríquez es un sobreviviente y muchos de los aplausos que se lleva esta noche de viernes cuando aparece en el escenario del teatro Coliseo para rendir Fome íntegramente, álbum que fanaticada y la mayoría de la crítica considera su mejor momento, obedecen a esa categoría. La gente ovaciona no solo el lindo escenario ataviado de rojo con el título del álbum en la memorable tipografía al fondo, sino porque sabemos que el músico de Concepción perfectamente podría ser un recuerdo. Sin embargo está aquí plantado, recuperado y hasta rejuvenecido junto al bajista y compinche Roberto "Titae" Lindl, alineación que completan Sebastián Cabib en guitarra y Boris Ramírez en batería, más otro histórico como Cuti Aste, refuerzo tradicional en directo.
El sonido no es de los mejores cuando el set enfila hacia "Bolsa de mareo" antecedida por el instrumental "Claus". La batería muy arriba, reseca y azotada, poca guitarra para Cabib y la voz de Henríquez sepultada bajo el coro masivo del teatro. Del bajo, ni hablar. Desde la mesa hicieron lo que se pudo con el micrófono del líder porque prácticamente durante todo el concierto el público cantó con ganas la mayoría de los versos, voces de generaciones mezcladas de una audiencia que ha cambiado con las décadas. Flashback. En los 90 Los Tres gozaban de una gran fanaticada femenina hoy diluida. A la vez asoma renovación entre los seguidores, mucha gente que jamás vio a la alineación original, entonando a todo pulmón un himno de guitarras ensoñadoras como "Olor a gas". Son los efectos de la buena música en el tiempo, la trascendencia de las canciones memorables por el talento, la inspiración y la belleza de su artesanía.
En "Antes", lo más cerca que Los Tres ha estado de The Who, la banda se explayó recargada. Cambio de pista emocional ante la intimidad solitaria de Henríquez en "Me arrendé", con el teatro emocionado ante la dualidad de un artista que construyó fama de espeso y acabronado, expuesto frágil y sincero en una pieza conmovedora.
Cerrado el álbum, Los Tres hicieron un bis de media docena de canciones dejando para el final "Moizefala", "Déjate caer" y "La espada & la pared", del álbum del mismo nombre de 1995 que algunos consideramos como su peak creativo, el momento más genuino, un disco donde no sobran canciones como sucede en algunos pasajes del último tercio de Fome. Puede transcurrir medio siglo y "Restorán" seguirá pareciendo relleno. Detalles por cierto. Qué importa que la fecha no calce en un número redondo, los artistas, sus managers y la prensa de facción revisionista dejaron atrás esa regla. Es el hito lo que vale y Fome lo es. Los Tres era lo más grande que había musicalmente en Chile en el remate del siglo XX, en las antípodas de la modernidad de La Ley o Lucybell, y la taquilla de Tiro de Gracia. Era una institución superior que rendía culto a la tradición, orgullosa y respetada.
Foto: Reinaldo Ubilla.
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