Jordi Gracia (1965) es un ensayista de prestigio en su país y vino a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires como parte de la delegación oficial de la ciudad invitada, Barcelona. Gracia ha escrito una decena de libros, entre los que destacan Estado y cultura. El despertar de una conciencia crítica bajo el franquismo, El intelectual melancólico y las biografías de Ortega y Gasset y de Cervantes. En 2004 obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo con La resistencia silenciosa. Fascismo y cultura en España.
Puede decirse que su obra abarca un abanico de temas: el franquismo, el ensayo, el intelectual, historia de la literatura española y figuras emblemáticas de la tradición de su país. En El intelectual melancólico Gracia trata la figura de aquel intelectual que se pregunta por qué la gente ya no lee a los clásicos; para él esta figura es incapaz de entender los cambios sociales que ha sufrido Europa en los últimos cincuenta años, que hizo que la educación fuera universal, y creó una nueva casta de lectores con gustos no necesariamente sofisticados. Gracia cree firmemente que hoy se leen muchos más clásicos que antes y que la cultura se ha multiplicado, pudiendo acceder a los bienes culturales aquellos que antes no lo podían hacer. Podría decirse que hace una defensa del bestseller, pero va más allá de eso. Por otro lado, para él, El Quijote sintetiza lo popular y lo altamente literario.
De esto y mucho más habló durante una fresca mañana sobre Buenos Aires en un bar de Palermo, el mismo día en que le dispararon a un diputado nacional en la plaza del Congreso.
-En El intelectual melancólico está esa caricatura del intelectual que añora el tiempo pasado donde se leían a los clásicos y…
-Mentira. Digo los pocos que leían a lo mejor sí leían a los clásicos, pero lo que ha pasado es lo contrario: la democratización de la cultura que ha venido desde mediados del siglo XIX hasta hoy ha propiciado que la gente lea muchísimo más de lo que leyó nunca y también a los clásicos. La democratización o la vulgarización de la cultura no ha extinguido la lectura de clásicos de primerísimo nivel, lo ha compatibilizado más bien con lecturas de nivel inferior, que no veo que tengan nada de malo, porque eso no ha eliminado la existencia de élites y minorías que siguen leyendo a James Joyce. Pero además a Joyce no lo leyó jamás ninguna masa, y a Kafka tampoco, y a Faulkner tampoco, o sea no nos inventemos trolas, ¡son mentiras!
-En ese mismo libro planteas que ese intelectual ha sido incapaz de entender el fenómeno de la universalización de la educación en Europa, que permitió como sugeriste recién que haya nuevos lectores, que no necesariamente tienen gustos sofisticados.
-Es una reacción defensiva contra una transformación que no han sido capaces de interiorizarse en términos ni ideológicos ni culturales, es decir en lugar de apreciar el don de que inmensos porcentajes de la población hayan accedido al saber universitario repudian un sistema que ha generado la sensación de reserva india por parte del intelectual de élite, cuando en realidad ese intelectual vive favorecido gracias a las condiciones de una cultura masiva y, sin embargo, desprecia esa cultura masiva, como si él no fuera beneficiario.
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El intelectual melancólico (Anagrama), de Jordi Gracia.[/caption]
-¿A qué te refieres exactamente con ser favorecido?
-Favorecido, porque ellos salen en los medios, publican en las editoriales más importantes, tienen contratos mucho mejores, porque la industria editorial y los medios disponen de una audiencia infinitamente superior a la que tenían antes, por tanto pueden pagarles mejores anticipos y salen más por la tele, o sea que es una forma elegante de la opulencia. Han vivido en la opulencia, pero no quieren reconocer las condiciones de esa misma opulencia. Quiero decir con esto que no quieren reconocer la complejidad que ha generado que ellos en sus respectivos ámbitos, que pueden ser músicos, diseñadores, arquitectos, escritores, se han beneficiado de la transformación comercial del sistema cultural, y no quieren asumir la extensión o la vulgarización de la cultura, como si eso fuese un defecto o una deficiencia de los sistemas culturales occidentales, cuando a mí me parece que es una virtud.
-Da la sensación de que esas personas que han accedido a una educación completa, luego a bienes culturales y a la lectura, son el público del bestseller. ¿Es así?
-No necesariamente, lo que ha habido es una multiplicación en todos los niveles del saber cultural. La multiplicación ha consistido en que ha crecido la oferta cuantitativamente en cada uno de los niveles de una imaginaria jerarquía cultural, y eso significa que tanto el saber elitista como el saber popular han aumentado su capacidad de influencia social, de venta, de repercusión mediática, y no soy capaz de detectar qué tiene de malo eso, no lo veo, salvo que alguien se haya hecho la ilusión de que los lectores masivos de Ken Follet o de Frederic Forsyth debían ser también lectores de Horacio, ¿es que alguna vez Horacio ha sido leído masivamente? Pues claro que no. Ha sido estrictamente elitista, es al revés: desde que existe el libro de bolsillo en Europa y en Occidente y en América Latina ha sido posible que la gente lea a Horacio en esas ediciones de bolsillo. Entonces dónde está el problema. ¿Es que eso ha eliminado la posibilidad de leer a Horacio en latín? Claro que no.
-Sucede algo paradójico y es que el escritor de nicho mira con recelo al escritor bestseller. La otra vez decía un editor que obviamente un bestseller vende más que un escritor de nicho, pero si se analizan los porcentajes de lectura éste no tiene lectores más fieles, en el sentido de leer el libro entero, que los de nicho. Entonces la única razón para sentir recelo hacia un bestseller es el dinero que está en juego.
-Lo sientes como una agresión: que otros vendan más muchos autores lo sienten como una agresión, como si se les estuvieran quitando mercado, y no es verdad, entre otras cosas, porque hay una fantasía un tanto morbosa que finge que escribir bestsellers es algo que se puede programar y calcular. Se publican centenares de novelas destinadas a ser bestsellers que no venden nada, ¿así que alguien cree de verdad que un bestseller se puede programar? Porque si no todos los editores estarían forrados, porque sería cosa de mezclar sexo, intriga, historia y ya está, un bestseller, y la verdad es que centenares de libros se quedan en el camino, al final sólo uno o dos sí venden.
-Cervantes, del cual hiciste una biografía, conjuga precisamente las dos cosas: fue bestseller y también fue un genio de la literatura.
-El Quijote fue un bestseller total y a la vez es el top de la literatura, así que mejor que él para mostrar estas contradicciones que te hablo no hay. Pero también podemos irnos a García Márquez: un autor top literariamente y un bestseller arrasador. ¿Se pueden combinar las dos cosas? Claro que se pueden combinar, pero de ahí no se puede derivar que todo bestseller sea de gran calidad literaria y tampoco se puede derivar que un autor de muy pocas ventas sea excelso, porque no es verdad, porque hay autores de muy pocas ventas y que está muy bien que tengan esas ventas.
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Miguel de Cervantes. La conquista de la ironía (Taurus), de Jordi Gracia.[/caption]
-¿Qué te motivó hacer la biografía de Cervantes?
-Fue inmediatamente después de entregar el manuscrito de la biografía de Ortega y Gasset a Taurus, que era un encargo. A la editorial le gustó mucho y un día me reunieron para comer y al final de la comida, con algunas copas encima, me dijeron: "Y tú no harías una biografía de Cervantes". Y en mi cabeza yo dije: Sí, por supuesto. Pero pedí una semana para pensarlo, que en realidad lo que quería era hablar con unos cuantos amigos, entre ellos Francisco Rico, amigo personal por muchos años y un cervantista reconocido. Y qué más felicidad que estar dos años íntegramente dedicado a releer a Cervantes y a escribir la biografía, y por tanto ¿qué intenté hacer? Intenté la versión más solvente desde el punto de vista documental-informativo que yo era capaz, es decir la relectura global de toda su obra, e intentar volcar toda esa información hacia una biografía real que tuviese impulso narrativo en el que te quedaras inmerso en la cabeza de Cervantes, porque el mecanismo era que era Cervantes el que va contando su propia biografía a través de la selección que yo hacía de sus textos que podía permitir imaginar la transformación que él vive para poder escribir El Quijote. Porque El Quijote es la segunda vida de Cervantes, debería estar muerto Cervantes con cincuenta años en 1600, pero en lugar de morirse se inventa otro Cervantes, el que ya ha vivido, el que ya se ha desengañado, el que ya ha renunciado al pensamiento totalitario, a la fe religiosa exterminadora del infiel musulmán y ha empezado a adoptar un punto de vista premoderno, es decir como si se estuviera adelantando a la sensibilidad ilustrada de entender que la realidad es más compleja de lo que suele decir la fe y que por lo tanto era mejor atender a lo real para ver dónde está lo bueno, dónde está lo malo, y por eso lo subtitulé La conquista de la ironía, como resultado de una maduración y de una reeducación que Cervantes hace de sí mismo y de ahí nace una cosa tan extraña, extravagante y alucinante como El Quijote.
-Se ha dicho que Cervantes aprendió a escribir El Quijote mientras lo estaba haciendo y que hay rasgos donde se puede apreciar eso, rasgos de la escritura, es decir que un momento se da cuenta por dónde va la cosa.
-Lo comparto totalmente. De hecho, desde el punto de vista filológico se puede demostrar y lo hizo un profesor cuyo nombre no recuerdo que el origen del Quijote es una novela ejemplar más, de cuarenta o cincuenta páginas, hasta que de golpe Cervantes se da cuenta de que en ese personaje hay un corazón que bombea una forma de novela distinta, y esa novela distinta va a hacer el desarrollo de la primera parte del primer tomo del Quijote, cuando le inventa un compañero, Sancho Panza, al principio no hay Sancho Panza, y cómo la experiencia de dos personas tan dispares, y una de ellas muy madura (el Quijote como personaje) y probablemente portavoz en gran medida de los sueños, de las ilusiones, del idealismo del propio Cervantes, le puede servir como mecanismo de narración del mundo. Así que por supuesto que se detecta en marcha la escritura de la novela, pero en la segunda parte todavía más. Después del éxito fulgurante que tuvo el libro al publicarse a finales de 1604, Cervantes abandona la idea de continuar, él ha terminado, sólo que ese éxito y las tonterías que se dicen sobre El Quijote lo vuelven a excitar, y entonces cómo empieza la segunda parte, discutiendo las lecturas que los idiotas hacen y escribe cosas como que para escribir sobre un loco hay que tener la cabeza muy clara. Esa segunda parte es deslumbrante desde el punto de vista de la invención novelesca, del artefacto.
-¿Qué tan leído te parece que es hoy El Quijote?
-Me parece que sigue siendo leído, si me apuras incluso con iniciativas como las que tuvo Andrés Trapiello de adaptarlo al lenguaje actual, creo que le han hecho un gran favor, porque todas las traducciones que existen son adaptaciones al lenguaje contemporáneo; la única que no era la castellana, claro, porque lo leemos en el lenguaje de hace cuatro siglos. Ha sido una buena idea hacerlo y ha vendido decenas de miles de ejemplares. Y tú me dirás: Y bueno, una cosa es cómpralo y otra cosa es leerlo, ¡lo sé!, pero eso vale también para García Márquez y para muchos otros. Me da la impresión de que El Quijote es más leído de lo que creemos.
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Jacques el fatalista (Alfaguara), de Denis Diderot.[/caption]
-Lo otro es la influencia que ha tenido en otras tradiciones. Por ejemplo, en Jacques, el fatalista, de Diderot, es evidente la influencia del Quijote, están los dos personajes, la comicidad…
-La influencia que tú marcas fue tardía, un siglo y medio después, es decir que tardó ese tiempo en entenderse la lección de esa novela. Es muy impresionante. Por eso decía que la escritura de esa novela se adelanta un siglo y pico a la sensibilidad de la Ilustración, a la percepción relativizadora, estética, irónica del mundo de los valores humanos, se adelanta tanto que nadie se da cuenta de lo que hay ahí, hasta que llega el siglo XVIII. O sea la genialidad del Quijote es por muchas razones, pero una de ellas es adelantarse a aquello que vamos a hacer los demás, a eso que va a hacer la modernidad histórica, que arranca de la Enciclopedia (también autoría de Diderot), de Voltaire, somos hijos de todo eso.
-En Bouvard y Pécuchet, de Flaubert, en cambio, da la sensación de que no comprendió bien El Quijote, entre otras cosas porque el chiste se repite.
-Yo creo que sí que lo entiende porque en Madame Bovary, Flaubert lo ha entendido, a lo mejor Bouvard y Pécuchet es otro modelo de libro y seguramente ahí no opera el modelo del Quijote.
-Porque parecen dos Sanchos o dos Quijotes.
-Exacto, porque ese no es el modelo de esta novela. El modelo está más bien en Madame Bovary, pero en ella misma está operando eso, siendo un solo personaje, y sobre todo quien opera es la cabeza, el narrador que está actuando ese sí ha aprendido la lección de Cervantes, ese nosotros del plural de la primera línea de la novela muestra que ese sí aprendió la lección, Bouvard y Pécuchet yo diría que es otra cosa. Además Madame Bovary se trata de una mujer plagada de ilusiones quijotescas.
-En El loro de Flaubert, de Julian Barnes, está esa discusión de dónde empieza la novela moderna. Dice algo así que si bien El Quijote es esa primera pulsión, Madame Bovary es el inicio de la novela moderna. ¿Concuerdas con eso?
-La novela como género moderno, es decir como género capaz de un estallido en múltiples direcciones, es El Quijote, pero es verdad que Madame Bovary es la cristalización de una de las direcciones que apunta Cervantes, como la posmodernidad literaria de los últimos cincuenta años es otra potenciación de otra de las direcciones que está en El Quijote: la metaliteratura, la autoexhibición de un artefacto que se fabrica.