Ottessa Moshfegh: a la bella durmiente le gustan las pastillas

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Ottessa Moshfegh. Foto: Roberto Ricciuti/Getty Images.

La autora estadounidense Ottessa Moshfegh es una de las revelaciones literarias del último tiempo. Y todo gracias a una novela sobre una veinteañera que decide dormir por un año entero, la protagonista de Mi año de descanso y relajación. Si bien a primeras puede que parezca una trama simple —y hasta frívola—, el libro retrata a la perfección nuestros híper-conectados tiempos



A veces sucede: entre las novedades locales y extranjeras te encuentras por fin con un libro que no solo rápidamente te engancha (algo no menor en la era Netflix), sino que después de dar vuelta la última página te causa un vacío similar, justamente, a cuando el último capítulo de tu serie favorita ha finalizado y te quedas sin nada más que ver.

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La novela se llama Mi año de descanso y relajación y la autora lleva el novelesco nombre de Ottessa Moshfegh. Para los que no la conocen, para aquellos y aquellas que no han disfrutado de su anteriores novelas y macabros cuentos (recomiendo especialmente los cuentos, aún sin traducir al español) solo basta con decir que Ottessa Moshfegh es una autora estadounidense de 38 años.

Y nada más que eso.

Porque su última novela —la cual recién llega a librerías chilenas— no necesita de una autora que la defienda.

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Mi año de descanso y relajación (Alfaguara).[/caption]

Mi año de descanso y relajación es uno de esos pocos libros que cruza el umbral literatoso; me refiero, claro, a que consigue conectar con lectores y lectoras más allá de los limitados círculos intelectuales.

Suena contradictorio, pero sí: este libro, el cual es sobre una chica que justamente no quiere hablar con nadie, que "pausa" su vida, ha causado que mucha gente conecte. Mi teoría es que renunciar (o pausar) siempre ha sido una de esas fantasías que todos deseamos y hasta contemplamos (en Chile incluso a las vacaciones le decimos "escapar"). Y por ende Moshfegh toma algo muy humano para crear material literario (y le agrega una necesaria cuota de humor negro).

"No puedo señalar ningún acontecimiento concreto que provocase mi decisión de hibernar. Creía que la vida sería más llevadera si el cerebro tardaba más en condenar el mundo a mi alrededor", dice la narradora de Mi año de descanso y relajación. La verdad es que no se dice mucho de la protagonista. Solo que tiene 26 años, vive en un barrio adinerado de Nueva York, es fanática de Whoopi Goldberg y tiene una amiga, Reva (bulímica y cuya madre está enferma), quien es la única persona que parece preocuparse por ella y visitarla.

Todo esto, además, sucede un año previo al 11 de septiembre del 2001. (Lo cual tiene importancia en las últimas páginas).

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"Al principio, solo quería unos sedantes para acallar mis pensamientos y mis juicios, ya que el aluvión constante me ponía difícil no odiar todo y a todos", dice la protagonista, quien no sale de su barrio, con suerte cuando va a terapia para buscar las pastillas que la ayudan a dormir.

Y más adelante: "Y eso era justo lo que quería, que mis sentimientos pasaran como luces que brillan delicadas a través de la ventana, que me sobrepasaran, que iluminasen algo vagamente familiar, luego se desvanecieran y me volvieran a dejar en la oscuridad".

Para los que aprecian a esos personajes punzantes, un poco oscuros y apáticos, pero a la vez divertidos, esta es una de esas novelas que te hará reír de lo malas personas que podemos llegar a ser.

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Ottessa Moshfegh. Foto: David M. Benett/Dave Benett/Getty Images.[/caption]

La trama es bastante simple, y por eso mismo funciona, y por eso mismo, también, puede que sea anticlimática. Porque claro: la premisa es llamativa, pero ok, ya se durmió la protagonista: ¿y ahora qué?

Bueno: Mi año de descanso y relajación no es Games of Thrones. No sucede mucho. A veces, cuando la narradora duerme, hace cosas que luego no recuerda. O va a sitios sin darse cuenta. Sale a la esquina a comprar. Y encuentra objetos en su departamento.

Gran parte de las páginas son más bien reflexiones astutas y acertadas, y muy pausadas, sobre la vida de la protagonista. Y lo que sucede cuando desaparecemos del mundo. Lo cual suena muy actual. Porque desaparecer, hoy, puede ser algo tan llamativo (lo misterioso es siempre más llamativo que lo omnipresente), como hiriente (hacerle a alguien un "ghosting").

Y es verdad: la narradora de Mi año de descanso y relajación vive en una era pre-iPhone. Es decir, puede desaparecer en paz. Y además sus padres murieron. Tiene plata. Tiene una amiga (Reva), la cual le recuerda por qué es mejor no relacionarse con la gente (Reva no es muy inteligente). Aun así, pese a que todo sucede hace 17 años, Mi año de descanso y relajación parece decirnos más sobre nuestros tiempos, y sobre el uso de fármacos, que sobre el 2001.

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"Mientras veía películas comía galletitas saladas con formas de animales y tomaba trazodona y zolpidem y Nembutal hasta que volvía a dormirme. Así perdía la noción del tiempo. Pasaban los días. Las semanas. Unos cuantos meses", dice la narradora.

Puede que hibernar se esté volviendo una ocupación de tiempo completo. O por lo menos es una opción que cada vez más gente toma. Con tanto que ver en Netflix, con tantas formas de "hablar" con tus amigos sin tener que verlos a la cara, con tantos servicios para pedir comida desde el teléfono; con todo eso, claro, cuesta salir de la casa.

No sé si Mi año de descanso y relajación conectará con tantos lectores en Chile (y en América Latina). ¿Lo leerán esos que usan Instagram y Goodreads como redes comunitarias y literarias?

Sospecho que sí.

Y si no sucede, es simplemente porque la literatura se ha vuelto poco transgresora por estos días. Así que pese a que por afuera un libro como este tenga un airecillo culturatoso (debería haber sido publicado por la colección Literatura Random House, junto a Virginie Despentes, y no en Alfaguara, junto a Carla Guelfenbein), no lo es. Al contrario. En Mi año de descanso y relajación hay una soltura y libertad que pocas veces se encuentra en los mesones de novedades literarias. Es una novela existencialista, narcótica, rutinaria y profundamente misántropa.

Moshfeg explora más de lo que está pasando a nuestro alrededor que muchas otras novelas y cuentos que buscan forzosamente decirnos cómo pensar y qué pensar (nota al pie: ¿por qué la literatura chilena, últimamente, parece escrita para satisfacer la demanda de papers académicos del Instituto de Estética de la PUC?, ¿no debería buscar conectar con las nuevas generaciones de lectores y lectoras, esas que ya casi que nacen con un Smartphone en su mano?).

Claro: esta es una novela durmiente. Rumiante. Sedativa. Sin fuegos artificiales. Y llena de ansiolíticos. Es una novela que no necesita la ayuda de las redes sociales. Ni de premios (¿dudosos premios?) como el Alfaguara o el Planeta o los símiles en Estados Unidos. Porque Mi año de descanso y relajación es el tipo de libro que silenciosamente, tarde o temprano, encuentra lectores. Y que entonces los despierta. Zamarrea. Y vuelve a mandar a la cama.

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