En julio de 2016, de seguro inspirados por el entonces reciente y exitoso estreno de la mirada fílmica que Jon Favreau dio a El Libro de la Selva –que logró el aplauso de la crítica y el público, además de sumar más US$ 960 millones en taquilla-, los estudios Disney dieron la noticia que su lista de clásicos animados llevados a la acción real se engrosaría con un remake de Aladino, la cinta que en 1992 llevó a la pantalla el famoso cuento de Las Mil y Una Noches.
Con el paso de los años y la puesta en marcha de su producción, varios anuncios vinieron a despertar las alertas sobre el resultado final de la nueva película. El primero fue la elección de su director: Guy Ritchie el realizador británico que se había hecho de un nombre por títulos marcados por la acción como Sherlock Holmes y El Rey Arturo. Más tarde se conoció que Will Smith encarnaría al azulado genio y, poco después, que los casi desconocidos Mena Massoud y Naomi Scott serían Aladdín y Jasmín, respectivamente.
Pero el estreno de Aladdín, como se titula esta versión dejando atrás el nombre de Aladino, viene a borrar la incertidumbre al desplegar en pantalla un colorido mundo que mucho le debe a la realización de los 90, donde se destacan nuevas canciones y un renovado sentido a la trama original con el empoderamiento de su figura femenina principal.
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El relato se inicia varios siglos atrás, en el mítico reino árabe de Agrabah. Pero a diferencia de la cinta animada, el inicio de la historia se conoce de boca de un marino que viaja junto a su familia a bordo de su nave y quien comparte dicho relato con sus pequeños hijos. Un personaje que más tarde se sabrá que está totalmente relacionado con los hechos que está por relatar.
Así se conoce primero a Jafar (Marwan Kenzari), el visir o consejero del Sultán que busca con desesperación y con nulos resultados a quien cumpla con ser "un diamante en bruto", para que logre acceder a una cueva encantada en el desierto, donde en medio de grandes tesoros se esconde una lámpara que puede dotar de un impensable poder a quien la posea. De forma paralela también se hace presente en la historia un joven ladronzuelo llamado Aladdín (Massoud), quien se hace acompañar del mono Abu y roba solo para sobrevivir.
En medio de las calles de Agrabah el destino del muchacho se cruza con el de una bella joven que ve no con muy buenos ojos que los habitantes del lugar estén pasando hambre y se pone en problemas al darle pan a unos niños sin tener el dinero para pagarlo. Aladdín se convierte en su salvador y casi de inmediato surge la atracción entre él y la muchacha, que esconde que su verdadera identidad es la de la Princesa Jasmín (Scott), única hija del Sultán (Navid Negahban) y quien en esta versión no duda en dejar en claro su intención es algún día llegar a gobernar el reino.
Pero la irrupción de Aladdín en palacio, en busca de quien él supone que es una de las damas de compañía de la princesa, lo pone en el camino de Jafar. Así, de un minuto a otro, el joven es transportado por el visir y sus hombres a una misteriosa cueva, a la que ingresa con la advertencia de solo tomar la mencionada lámpara. Sin embargo, por accidente el muchacho queda atrapado en la cueva y libera a Genio (Will Smith), quien estuvo prisionero por más 10 mil años en ese objeto y lo recompensará con la concreción de tres deseos.
Este es inicio de marcha una colorida secuencia de escenas cargadas de acción, varias canciones y la presencia de Will Smith como el genio, quien logra superar el hecho de que en muchas de sus apariciones en pantalla sea azul y de tamaño extra large, dotando de encanto a un personaje que todos recordaban por la cinta original y la voz del desaparecido Robin Williams. Además de resaltar la capacidad vocal de la pareja protagónica, Massoud y Scott, y la gran química que logran desplegar en pantalla.