Morrissey: "Prefiero morir en un escenario que en un sofá cubierto de migas de pan"

Morrissey

En 2013, el artista habló con La Tercera de sus siete shows en Chile y del colapso de salud que casi lo tumba para siempre.


Ni audiencias fervorosas ni relatos de triunfo tejidos en estadios o camarines. El mayor recuerdo que Steven Patrick Morrissey (54) tiene de su última gira, guarda relación con una escena lapidaria.

"Fue algo terrible. Había tocado en enero en Ohio, y me sentía perfecto, pero a la noche siguiente colapsé en el hotel. Perdí la conciencia y, cuando la recuperé, estaba cubierto en sangre negra y no sabía lo que era. Me llevaron rápido a un hospital y descubrieron que tenía una úlcera, esófago de Barrett, y luego todo remató en una neumonía doble. Pasé más de cuatro semanas con suero, pero me rehusé a una transfusión de sangre. Me las arreglé para hacer algunos shows más en EE.UU., pero cuando llegué a México los doctores me dijeron que parara. No poder terminar el tour fue devastador, pero los médicos me advirtieron: 'Hace unas semanas casi te mueres, ¿y ahora dices que vas a hacer 18 shows más? ¿Estás tratando de matarte?'. De hecho, creo que eso era lo que estaba haciendo", revela el cantautor a La Tercera desde Londres, en una conversación dominada por la gracia y el sarcasmo que convirtió en trozos centrales de su cancionero.

Para evitar que el colapso culminara en tragedia, el artista optó por cancelar durante el verano 25 fechas en Norteamérica, decisión que encendió las alarmas en torno a su estado de salud y que abrió una amplia interrogante acerca de su futuro en los escenarios. Hasta ahora.

A partir de julio, uno de los créditos más venerados de la música británica resolvió volver a la ruta con un tour sudamericano que empieza el 8 de julio en Lima y que, entre el 15 y el 26 de ese mismo mes, concretará siete fechas en Chile, con escalas en ciudades como Concepción y Puerto Montt, y hasta con un espectáculo gratuito en Movistar Arena, itinerario local casi inédito para una figura de su envergadura (ver recuadro). De paso, su visita al continente le servirá para torcer el diagnóstico de un grupo de doctores que le habló de muerte y que le sugirió alejarse para siempre de los shows y las giras.

-¿Qué sintió cuándo le dijeron eso?

-Pensé que eran agentes encubiertos de la familia real británica tratando de deshacerse de mí. Hablando en serio, no me preocupé en demasía, porque eventualmente todos fallecen algún día y en mi caso sería mejor morir en un escenario que en un sofá cubierto de migas de pan. Sí, los doctores me dijeron: '¿Te das cuenta de que te estás muriendo?'. Pero es algo tan abstracto de escuchar que no sabes qué hacer. Además, todos nos estamos muriendo -incluso cuando dormimos nos estamos muriendo lentamente-, pero, hasta que suceda, debes dar todo lo que tengas. Ya habrá mucho tiempo para descansar, una vez que lleguemos a la tumba.

-¿Nunca ha imaginado la idea del retiro o de tomarse pausas más prolongadas?

-No, pero tengo 54 años y siempre he pensado que la gente de 54 debería ser, con mucha suavidad, sacrificada y puesta a dormir, porque hacen que el mundo se vea desaliñado. Nunca imaginé que duraría tanto en la música, y puedo recordar que, cuando era chico, tener 54 años parecía como tener 104. Me siento sin edad la mayoría del tiempo.

-¿Cómo se mejoró para volver a las presentaciones?

-Me hice unos exámenes en Londres y salieron muy buenos. Me veo un poco extraño, pero me siento muy bien. Además, me estimula volver a países como Brasil: es asombroso lo que ahí está pasando. En todas partes la gente está despertando, porque ya está cansada de que le impongan impuestos y más impuestos. Es como si algunos gobiernos quisieran que las personas fueran siempre pobres. La mayoría de los líderes políticos vive en 1968 y siempre están impactados que las masas hayan avanzado. El dinero que gastas en un Mundial de Fútbol es obsceno cuando ves la pobreza en Brasil. En contraparte, en Inglaterra la gente no protesta, porque está demasiado cómoda y asume que alguien más lo hará por ellos. En mi país, el gobierno sólo escucha al pueblo cuando quieren sus votos y, una vez que los tienen, la gente se puede ir al infierno.

-En Chile, su venida es poco habitual: cantará en ciudades por donde las figuras anglo no pasan, dará shows pequeños publicitados como "noches íntimas" y otro gratis para 15 mil personas.

-Me encanta Chile, incluso si voy a pararme sin hacer nada, que es lo que habitualmente hago. Así que volver allá es magnífico, además que nunca he tenido una 'noche íntima' en mi vida… Y para cualquier artista es muy fácil estar sólo en las ciudades más grandes, pero el público está en otras partes, por lo que la gente aprecia cuando haces un esfuerzo por desviarte de las rutas comunes. Puerto Montt está al fin del mundo, lo que encaja perfecto conmigo. Eso sí, no me voy a subir a un avión pequeño, así es que voy a tener que caminar desde Puerto Montt hasta Santiago. Es posible que me atrase un poco… Y con respecto al show gratis, me gusta que vaya gente que de otra forma no iría. Hasta le puede gustar lo que ven en el escenario, uno nunca sabe, ¿no?

-Acá, la idolatría hacia su figura supera lo artístico y es parte de una moral donde sus fans imitan su jopo y siguen su veganismo. ¿Por qué se ha perpetuado ese vínculo?

-Es que todo acerca del rock y el pop hoy se ha convertido en nada y la única meta es el marketing. Cada día en la página de noticias de AOL hay una historia insignificante y ridícula acerca de Beyoncé sólo porque alguien pagó para poner su cara ahí. Todo es placement, porque los artistas no son suficientemente interesantes como para captar la atención de la gente. Es obvio que a mí me importa más la música y la gente lo agradece, sobre todo cuando los zombies y las marionetas se han apoderado de todos los aspectos de la música.

-Su último paso por el país fue en el Festival de Viña, un evento que encarna todo lo que usted desprecia, con premios, animadores de TV, etc. ¿Cómo lo recuerda?

-Sí, fue muy extraño, pero tampoco horrendamente extraño. Es que nunca tendría la oportunidad de hacer algo así en EE.UU. o Inglaterra, porque la industria más oficial no me soporta. Piensan que voy a molestar a sus pacientes de hospital. En cambio, en Chile, el público es relajado, juguetón, sano, natural, aunque alguna prensa aún insiste en que atraigo sólo a gente que se siente miserable e infeliz. Mis conciertos son cualquier cosa, menos suicidas.

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FOTO:FRANCISCO LONGA/AGENCIAUNO[/caption]

La broma de Dios

De manera casi casual, el hombre de "Suedehead" alude a una verdad histórica: la industria discográfica más formal nunca lo toleró demasiado. Desde que en 1982 irrumpió al frente de The Smiths, siempre prefirió trabajar con una disquera independiente (Rough Trade Records) y sus canciones disfrutaron de un rendimiento comercial relativo, vía crucis que devino en la disolución del cuarteto apenas cinco años después, aunque bajo un legado de guitarras y letras con carácter y sensibilidad que destacan entre lo más brillante e influyente de los 80, aparte de éxitos reconocidos por casi todos, como "Ask", "How soon is now?" y "Panic".

-¿Fueron complejos sus inicios musicales en los 80?

-Cuando empecé en esto, sentía como si Dios me hubiera hecho una broma, porque me costaba mucho relacionarme con la gente, no podía hacerlo con nada ni con nadie. Me sentía como un experimento científico que en cualquier momento podía fallar.

-¿Qué aspiraciones tenía al formar una banda?

-No tenía aspiraciones. Estaba adormecido y en shock en la mayor parte del tiempo. No podía creer que la gente comiera animales y alrededor sólo escuchaba incoherencias. No es que me sintiera superior, pero pensaba que la raza humana era algo repugnante. Incluso hoy, ver las noticias significa el punto más bajo de cada uno de mis días. Pero bueno, gran parte de mis experiencias en los 80 las detallo en mi autobiografía, la que llegará pronto a librerías. La encontrarán en la sección Psiquiatría y Salud Mental.

-Si siempre odió la fama, ¿cómo fue hacerse conocido, involucrarse en un ambiente regido por el ego y convertirse en una celebridad?

-Hasta hoy sigue siendo difícil lidiar con todo eso. Tengo una audiencia, pero lo que más tengo es mi integridad. El negocio musical no me celebra, porque no entienden a alguien que no es fabricado. Y no soy una celebridad. Esa es una palabra trágica. Ser celebridad es como ser un bufón o un payaso.

-Su aparición en la música coincide con el mandato de Margaret Thatcher. ¿Qué sensación tuvo con su reciente muerte?

-Thatcher siempre fue un desastre. Por ejemplo, conozco su historia con Pinochet. Como todos los dictadores, también puso a la policía contra las personas de su propio país, pero siempre con una sonrisa en la cara. No sé por qué algunos líderes políticos piensan que tienen derecho a lanzarle lacrimógenas a la gente. Cuando ella murió, la prensa trató de convertirla en una santa, pero pronto desistieron, cuando se dieron cuenta de que la gente no se lo creyó ni por un minuto. David Cameron bajó de inmediato en las encuestas, así que rápidamente dejó de mencionarla. Le salió el tiro por la culata.

-Uno de los aspectos que más se asocia con su figura es la defensa animal. ¿Cómo controla lo que se vende en sus conciertos?

-Ningún recital que hago se confirma a menos que, a través de un contrato, se haya acordado que no se venderá ninguna clase de carne animal.

-En marzo, incluso logró que, por primera vez en su historia, el Staples Center de Los Angeles sólo vendiera comida vegetariana.

-Sí, algunos salieron a decir que esa noche el Staples no fue 100% vegetariano, pero eso es falso. Sucede que algunas personas tienen sus palcos privados y aparentemente ingresaron su propia vaca muerta a escondidas, pero es algo que no tenemos cómo evitar. No podíamos realizar pesquisas buscando rebanadas de estómago de cerdo en todo el lugar. El hecho es que todo lo que se vendió fue libre de carne animal, por lo que, si alguien más se animara a hacerlo, sería igual de histórico.

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