Todos asisten a este culebrón; los que quieren y pueden, pero también a los que no les quedó de otra. En este último bando milita Alcestes, El misántropo de Molière que escandalizó a la audiencia parisina de 1666. Acostumbrados a verlo con peluca y entre fastuosos salones de la Corte, ahora se dejará caer en una fiesta de vísperas de Año Nuevo en el Chile actual. No hay nada que celebrar, piensa: la anfitriona, su amada Celimena, está condenada a ser una aduladora e hipócrita más. El necio y colérico Alcestes sabe que su única alternativa es el destierro, pero volverá a tropezar con la misma piedra: el amor.
"Es una comedia para la gente honesta", decía Molière (1622-1673) sobre El misántropo. Ya mayor, hipocondríaco y abandonado por su joven esposa, la actriz Armande Béjart, el dramaturgo francés echó afuera toda su rabia contra la sociedad, plasmando la hipocresía y la ridícula adulación al poder de aquella época. Amada y odiada, para algunos es su más oscura y amarga obra. Otros, la consideran su texto cumbre.
"Aquí conviven dos obras: está el discurso de Alcestes, pero el subtítulo de la obra, El atrabiliario enamorado, corre también con fuerza. Eso provoca una contradicción constante: aquí los malos pueden ser perdonados y los buenos cuestionados. Ese mensaje me resulta muy actual", dice el director Álvaro Viguera (1979), quien el 29 de junio estrenará con su productora La Santa una versión de El misántropo en el Teatro Municipal de Las Condes.
Tras cerrar su trilogía dedicada a Bertolt Brecht, Anton Chéjov y Arthur Miller, Viguera quiso meterse en la comedia con otro autor fundamental. "En eso apareció Molière", cuenta.
La última vez que el autor francés pisó tablas locales fue en 2016, en el Teatro Nacional, con una versión de El avaro que hoy pocos recuerdan. "En general, los montajes que se han hecho de Molière en Chile han sido desde el punto de vista del señor y la peluca. Respeto esa tradición de la comedia francesa, pero son piezas de museo. Esta comedia filosófica abría un gran espectro de posibilidades para mí como director, e investigamos y le dimos una estética que ronda la androginia y el coleccionismo de arte. Además, el texto le venía perfecto a Rafael Gumucio, que es una especie de misántropo chileno", añade.
La verdad en décimas
Escrita en cinco actos y en verso, El misántropo transcurre en un día, en casa de Celimena, una bella y joven viuda rodeada de pretendientes. Gumucio -con quien Viguera ya trabajó en La grabación, Sunset Limited y Tío Vania- no solo traslada la acción a un Año Nuevo en el Chile actual, sino que además pone a Celimena (Paloma Moreno) a la altura de Alcestes (Francisco Melo), como símbolo del feminismo.
El elenco lo completan los actores Álvaro Espinoza, Matías Oviedo, Natalia Grez, Rodrigo Lisboa, Mariela Mignot y Cristóbal Mühr.
"El mundo de la Corte nació en la época de Molière, pero sigue hasta hoy casi sin cambios", según Gumucio, quien reescribió cada escena en décimas: "En las clases altas los códigos casi no han cambiado. La gente no se bate a duelos, pero lo que hacen por las redes sociales se parece mucho a eso. Aquí los personajes dicen cosas normales de un modo refinado y cosas refinadas de un modo sencillo. Quien conozca el original no reconocerá casi ningún diálogo, pero sí la obra", agrega.
Para Viguera, los pelambres y amiguismos hacen del texto "un reflejo de la manera de hacer política en Chile". Gumucio concluye: "El misántropo representa dos dramas: el del hombre que quiere ser parte del mundo y difamarlo, y del que ama a la única mujer que no puede amarlo a él. No se resigna al imposible, pero no hace nada para cambiarlo y espera que el amor y la sociedad se adapten a él. Es un drama cada vez más actual".