Un recorrido exclusivo por la sala donde está colgada la Monalisa o posa sin brazos la Venus de Milo. ¿A quién no le gustaría tener ese privilegio? A mediados del año pasado, la cantante Beyoncé y su marido el rapero Jay-Z lo tuvieron al grabar el videoclip de la canción Apeshit en las instalaciones del Museo del Louvre. Más allá del mensaje racial y antihegemónico del videoclip, varios repararon en el "negocio" que supuso para la institución francesa alquilar sus espacios como parte de la política de la administración de su director Joëlle Cinq-Fraix. Claro que no es primera vez: películas como El código Da Vinci de Ron Howard y La Mujer Maravilla de Patty Jenkins, tuvieron como telón de fondo el Louvre.
Lo cierto es que prestigiosas instituciones culturales ofrecen sus espacios o bien como forma de marketing, o de llano para aumentar sus recursos. Por el video de Beyoncé y Jay-Z, circuló en la prensa que la tarifa del Louvre fue de 23 mil euros, unos $ 18 millones, pero su mayor ganancia fue la visibilidad que le dio: en 2018 el Louvre logró más de 10 millones de visitas y, según sus datos, el 50 % eran de menores de 30 años, que habrían llegados atraídos por Beyoncé y Jay-Z.
Del mismo modo, la National Gallery o el Museo de Londres arriendan sus salones por unos 9 mil euros, o sea $ 7 millones. En Chile hace tiempo se instaló esta tendencia y estas últimas tarifas son similares a las que manejan las instituciones culturales locales. Claro que varias prefieren no revelar los valores, aduciendo a que son demasiado variables. Todas coinciden, eso sí, en tener criterios estrictos para elegir los eventos, con la idea de que estén alineados con sus políticas internas. Entre las actividades más usuales están los seminarios o charlas, lanzamientos de libros, ferias culturales o de innovación, cócteles o cenas privadas.
Ganancia estratégica
Es sabido que el Museo de Arte Contemporáneo cuenta con un estrecho presupuesto y por eso fue una de las primeras instituciones en adoptar la estrategia del arriendo como modelo de negocio, desde 1994. Desde el MAC sólo revelan que este ítem "representa un porcentaje importante del monto total" del presupuesto que este año asciende a los $ 450 millones. El arriendo tiene una tarifa de $ 4 millones y entre los eventos se cuentan cócteles de empresas, seminarios, lanzamientos y a veces videoclips o fotos publicitarias.
"Sólo una vez casi lo prestamos para el matrimonio de una artista, pero finalmente no se hizo", cuenta el director del MAC, Francisco Brugnoli. "Tenemos el mejor hall neoclásico de Chile y yo esperaría usarlo sólo para arte, pero no es posible. Los eventos son algo necesario y se esperaría que fuese la sexta parte del financiamiento total, pero no llegamos, siempre hay déficit", agrega.
En tanto, sus vecinos del Museo Nacional de Bellas Artes aseguran que por ser una institución dependiente del Estado no arriendan sus espacios, pero sí los ceden para eventos públicos o privados y "en ocasiones éstos pueden realizar donaciones al museo que contribuyen a su funcionamiento y mantención", explica su director Fernando Pérez. Además el arquitecto dice que esto tienen que ver con ser "consciente de la calidad y las características del Monumento Nacional en que se aloja el museo" y como "una manera de establecer redes con agentes externos y dar a conocer su patrimonio artístico".
La posibilidad de promocionar los espacios más allá de la simple ganancia económica, es lo que ha motivado a la Fundación Teatro del Lago a realizar los grandes encuentros regionales en su espacio de Frutillar. A través del sitio web, ofrecen sus diferentes salones con una tarifa media de $ 6 millones diarios. "Nuestro teatro tiene un estándar internacional en una ciudad de audiencias limitadas. Estos eventos posicionan al teatro como un espacio descentralizado de Santiago", cuenta el director ejecutivo Fernando Ortúzar. Y enumera entre los eventos del último tiempo, la celebración de los 40 años del Banco Bice con la presentación del chelista Yo-Yo Ma y el cóctel inaugural de la regata Santander-Armada de Chile.
"Realizamos algunos matrimonios en el pasado, pero desde que nos conformamos en fundación en 2017 establecimos criterios claros para el arriendo de eventos, como que estuvieran acorde con los grandes temas agenda como innovación, tecnología, medioambiente o que también fueran importantes para nuestra región", dice Ortúzar.
No transar la cultura
"Priorizamos los eventos que se vinculen con la cultura y no acogemos proyectos que vayan en contra de nuestra misión o entorpezcan nuestra labor artística", dice Felipe Mella, director del Centro Gabriela Mistral (GAM), representando a varios de los espacios entrevistados en esta nota.
Quizás por su ubicación privilegiada, a pasos de Plaza Italia, el GAM es uno de los espacios más solicitados: en 2018 se hicieron 72 eventos externos, frente a los 45 al año que suelen realizarse, por ejemplo, en CorpArtes, ubicado en Las Condes. En el caso del centro con financiamiento público, los arriendos comerciales, incluidos los locales que posee con contrato anual como la cafetería y el restaurante, representan el 13,8% de su presupuesto.
Para CorpArtes, que es una institución de carácter privado, sólo el 5% de su financiamiento proviene de la línea de arriendos. "Cada evento se evalúa en su propio mérito para hacer las definiciones reales de disponibilidad de fecha. Para nosotros es diferente si el arriendo es solicitado por una institución con fines de lucro o una sin fines de lucro y por lo mismo los precios son diferenciados", dice Francisca Florenzano, directora ejecutiva de CorpArtes. "Todos hemos sido testigos de cómo algunos centros culturales del país se han ido desperfilando y han ido perdiendo su importancia en términos de generadores de programación artística y cultural de calidad, por potenciar un modelo de negocios que se parece más al de un centro de eventos que al de una organización vinculada a las artes y la cultura. Son dos cosas muy distintas y que hay que cuidar de no confundir", agrega Florenzano.
Para la directora del Centro Cultural La Moneda (CCLM), Beatriz Bustos, los recursos adicionales de este modelo de negocio de arriendo son deseados, pero no deberían representar en ningún caso una variación importante de los ingresos. "Estos recursos son complementarios y están sometidos a variables que no permiten dar estabilidad ni continuidad a un proyecto de largo plazo. Es vital el apoyo del Estado para asegurar el financiamiento de las instituciones culturales con vocación pública e inclusiva. Ese es el modelo que internacionalmente se reconoce como viable", asegura. En el sitio web del CCLM se promocionan los arriendos de los espacios que están en el orden de los $ 300 mil y $ 7 millones.
La directora del Museo de Artes Visuales, Cecilia Bravo, dice que el arriendo de sus espacios es inevitable y en su caso nada despreciable: representa el 10% de su presupuesto anual. "Siempre tratamos de que sean lo menos posibles, priorizamos los que vayan acorde con nuestra línea editorial y que no nos obliguen a cerrar el museo para esos efectos. La clave es que se realicen en otros horarios o que puedan suceder en paralelo a nuestras exposiciones, hemos tenido varias lanzamientos de libros de esa forma", cuenta.
Proteger el patrimonio
El carácter de sus misiones, orígenes y líneas curatoriales difieren totalmente pero algo tienen en común el Museo de la Moda en Vitacura y el Museo de la Solidaridad Salvador Allende en barrio República, y es que ninguno arrienda sus espacios expositivos.
En el caso de la casa de la familia Yarur Bascuñán, convertida en museo por el heredero Jorge Yarur, no se hace porque el inmueble es histórico (una de las primeras residencias de la comuna) y los arriendos podrían "afectar su peso patrimonial". Sí están disponibles los 13 mil metros cuadrados de jardines donde se hacen lanzamientos de marcas, videos y fotos publicitarias, al igual que la cafetería y el hall de ingreso con valores que van de los $ 500 mil a los $ 4 millones.
A su vez, el museo que lidera la curadora Claudia Zaldívar protege la colección de obras considerada una de las más importantes del país y que incluye óleos de Joan Miró, Frank Stella, Alexander Calder y Roberto Matta, entre otras. De todas formas tiene disponibles su sala de conferencias para eventos, en su mayoría lanzamientos de libros y charlas, con precios que van de los $200 mil a los $ 500 mil.
"El arriendo es sintomático de una institucionalidad que no se preocupa adecuadamente de su patrimonio, pues existen riesgos de conservación y seguridad inherentes a las piezas exhibidas, además del cuidado de la imagen pública del espacio", dice Claudia Zaldívar.
El tema es que para todos, los fondos asociados a eventos no son insignificantes. La directora del MAVI, Cecilia Bravo, lo resume así: "El arriendo es como un mal menor, es algo de lo que ninguna institución se siente muy orgullosa, pero es algo que resulta necesario para generar recursos. Uno busca un tipo de arriendo que no pase la línea cultural y a veces eso es complejo".
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