Chernobyl llega a su fin: terror y sacrificio
Cuando este viernes Chernobyl llegue a su fin, no sólo quedará como una gran miniserie histórica, como el recuento de un desastre, sino que también como la producción que 33 años después logró que por fin viéramos la cara política, científica y también humana del accidente.
Hasta hace sólo unas semanas parecía que
Game of thrones
era la única serie de la que todos hablaban o que todos veían al mismo tiempo, desprendiendo la sensación de que se trataba de un hito que no volvería a ocurrir por mucho tiempo. Eso hasta que HBO lo hizo de nuevo, durante el mismo mes, y con una apuesta que no tiene nada que ver con la gran épica fantasiosa del Juego de Tronos, sino que con una historia tan real como terrible.
Con más o menos detalles, todos saben -y algunos recuerdan- lo que pasó en 1986 en la central nuclear de Chernobyl. El catastrófico accidente en el reactor número 4, que no fue previsto ni bien manejado y que terminó con decenas de muertos en esos días, producto del accidente mismo, y miles o decenas de miles en las semanas, días, meses y años que llegaron después.
La explosión es el inicio de la miniserie de HBO, lo mejor que ha entregado la pantalla chica en lo que va del año. Y es un punto de partida para episodios que viajan entre el terror, la impotencia y la tristeza.
"En términos de radiación, me han dicho que es el equivalente a una radiografía de tórax", dice Boris Shcherbina (Stellan Skarsgard), miembro del Comité Central del Partido Comunista Soviético en una reunión de altos mandos al día siguiente de la explosión, en el segundo capítulo de la historia. "Un reactor RBMK usa Uranio 235 como combustible. Cada átomo de U-235 es como una bala, viajando casi a la velocidad de la luz. Penetrándolo todo en su camino. Madera, metal, cemento, carne. Cada gramo de U-235 contiene más de un billón de trillones de estas balas. Ese es un gramo. Chernobyl tiene tres millones de gramos y en este momento se está incendiando. Los vientos llevarán partículas radioactivas a todo el continente. La lluvia las hará bajar sobre nosotros. Esos son tres millones de billones de trillones de balas en el aire que respiramos, el agua que bebemos, la comida que consumimos. La mayor parte de estas balas no van a dejar de disparar por 100 años. Algunas de ellas por 50 mil años", le responde Valery Legasov (Jared Harris), el director de un instituto de Energía Atómica.
Él es uno de los héroes de la historia y uno de los responsables de que el desastre no fuera aún más devastador. Como él hay otros, en una serie que entre sus múltiples aciertos traspasa a la audiencia el horror vivido por esos días sin necesidad de escenas efectistas buscando la emoción fácil.
También posee la combinación precisa de las historias políticas que retratan a los altos mandos y las buenas y malas decisiones que tomaron, con el drama humano de quienes murieron, de quienes fueron a combatir el incendio, de quienes estaban tranquilos en sus casas creyéndole a un gobierno que no quiso evacuarlos ni informarles hasta cuando ya fue demasiado tarde. Es un homenaje a las víctimas y a los que trabajaron sin descanso para evitar una catástrofe global.
De esa forma, cuando este viernes Chernobyl llegue a su fin, no sólo quedará como una gran miniserie histórica, como el recuento de un desastre, sino que también como la producción que 33 años después logró que por fin viéramos la cara política, científica y también humana del accidente; que sintiéramos el terror de un desastre que hasta hoy sigue impactando.
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