Cineasta, poeta, líder de la banda de rock industrial M. K. B. (Messagero Killer Boy), Frédéric-Jacques Ossang aparece en el lobby de un hotel del barrio bonaerense de Palermo vestido completamente de negro y con una sonrisa de amabilidad en el rostro. Lo acompaña Elvire, su pareja y musa de todas sus películas desde 1997.
Hace años, cuando su nombre era un misterio en el submundo de los artistas de culto, no era fácil encontrar un retrato suyo en Internet y uno podía imaginarlo con el ceño fruncido en medio de la lobreguez de algún club parisino. Pero no es más que una caricatura que choca con la cortesía y amabilidad de un cineasta difícil de encasillar en algún movimiento en particular. Es que su cine —siempre en blanco y negro y celuloide— avanza por carril propio, bebiendo de fuentes como la experimentación surrealista, la distopía de William Burroughs, el film noir, el Situacionismo de Guy Debord, las sociedades secretas de Roberto Arlt, el Expresionismo alemán, el cine ruso de los años 20, la Nouvelle Vague e incluso las películas de James Bond, entre otras inspiraciones.
Ossang —quien estuvo en Buenos Aires para participar de una retrospectiva organizada por el Malba— comenzó realizando cortometrajes experimentales a principios de los 80, hasta que en 1985 estrenó "El caso de las divisiones Morituri", largometraje centrado en una juventud proletaria y punk que se rebela contra el orden establecido. La película fue aclamada por el mismísimo Hubert Bals, quien le abrió las puertas del Festival de Rotterdam. Desde entonces, el director ha ido construyendo una filmografía que abarca un puñado de cortos y cuatro largometrajes más. El último es 9 dedos (2017), travesía marítima con referencias a Valparaíso que le debe tanto a Jean-Pierre Melville y a Jean-Luc Godard como a las aventuras de Joseph Conrad.
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Joe Strummer y Ossang en Iquique.[/caption]
Hay, sin embargo, una película que destaca en su catálogo: Docteur Chance (1997), filmada en 1996 en Chile con un elenco que combina talentos locales como Francisco Reyes y Sergio Hernández con figuras internacionales de la talla de la "almodovariana" Marisa Paredes y Joe Strummer, el recordado líder de The Clash. Fascinantemente extraña, la cinta sigue a un gángster sin futuro que se obsesiona con una bailarina y, siguiendo pistas, termina viajando a Chile donde lo espera un tipo misterioso (Strummer). La cultura punk se cruza con el western y la ciencia ficción en una película que, durante años, fue un tesoro subterráneo.
"La idea de filmar en Chile fue gracias a Raúl Ruiz", cuenta el cineasta. "Él fue un maestro para nosotros en los tiempos de la escuela de cine. Nos considerábamos sus discípulos. Yo solía juntarme con él en París y me lo encontraba siempre en el Festival de Rotterdam. El quería producir mi segunda película (Le trésor des iles chiennes) pero no fue posible. Lo terminó haciendo Paulo Branco, su productor habitual. Cada vez que nos encontrábamos, Raúl me decía, gritando, 'he visto tres veces La isla de la droga. Era un genio, una persona muy interesante".
-¿Cómo fue tu primer encuentro con Chile?
-Yo quería salir de Europa. Gané un fondo y partí a Chile, Argentina y Uruguay buscando locaciones. Fui invitado, por recomendación de Ruiz, al Festival de Viña del Mar. Él me acompañó. Estaba contento por volver. Esto fue en 1993. Fue muy interesante porque había productores y directores de Latinoamérica. Luego volví a Chile en 1994. Me quedé dos meses. Viajé por casi todo el país, de Puerto Montt a Iquique, y me di cuenta de que era más difícil producir una película ahí que en Argentina, pero seguí adelante. No fue fácil pero al final encontré a un canadiense que vivía en Chile, Louis Bronsard. El me presentó a Carlo Bertin, y así armamos una suerte de federación de productores. Entonces el guion fue incorporando elementos chilenos. Me interesó la geografía, los puertos como Valparaíso e Iquique, el desierto de Atacama, y también el hecho de que es una tierra de poetas y grandes novelistas. Años más tarde conocería Roberto Bolaño. Creo que es el último gran genio de mi generación.
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Joe Strummer y Elvire.[/caption]
"Joe me decía 'vamos a hacer una película punk de la edad clásica'"
Docteur Chance es una road movie cargada de referentes. Francisco Reyes interpreta, de hecho, al poeta maldito Georg Trakl y el personaje de Strummer lleva el nombre de Vince Taylor, el excéntrico y maldito cantante de rockabilly británico que inspiró a David Bowie para la creación de su personaje Ziggy Stardust
-¿Es verdad que en un principio contactaste al mismísimo Taylor para que actúe en la película?
-Sí. Escribí la primera versión de Docteur Chance en 1991 y me puse en contacto con Vince Taylor. Era una persona increíble, muy excéntrico. En esa época él estaba viviendo en Suiza. Yo no sabia que estaba tan enfermo. Ese mismo año murió de un cáncer de los huesos. Entonces pensé en Joe Strummer porque Taylor era su ídolo. The Clash hizo una muy buena versión de "Brand New Cadillac", su canción más conocida.
-¿Qué te interesaba de Taylor?
-Yo creo que era muy punk. Era ruidoso en una época en que el rock and roll era dulce. Curiosamente él hizo carrera en Francia y fue tremendo. En los 60, el público destrozó el Palais des Sports porque decían que él era un símbolo de violencia, el ángel negro de la destrucción. Pero era un buen tipo. Recuerdo que me dejaba mensajes en la contestadora. Decía: "Soy Vince Taylor, chanteur de rock and roll".
-¿Strummer se entusiasmó desde un comienzo con la invitación?
-Sí. Lo contacté por fax. Le encantó la idea de interpretar a Vince Taylor y también participar en una película independiente. El era un compañero de ruta en el cine. Ya había trabajado con Alex Cox (Straight to hell, 1987), Jim Jarmusch (Mistery Train, 1989) y Aki Kaurismäki (Contraté a un asesino a sueldo, 1990). Pasamos tres semanas increíbles con él en Chile. Estaba algo cansado antes de venir, pero cuando llegó me dio su confianza y su energía. La necesitábamos. El primer día tuve que reemplazar a un actor francés que estaba en crisis. Fue un rodaje difícil. Strummer me decía "vamos a hacer una película punk de la edad clásica". La idea era construir una tumba del siglo XX pero con admiración, homenajear a pintores, escritores, a las vanguardias, al rock and roll.
-Él siempre pareció entender que el punk existe desde mucho antes que su oficialización…
-Joe decía que el punk nació en el año 1908 con el Manifiesto futurista de Marinetti y con la Revolución rusa. Ahí explotó todo. Se puede trazar una línea desde ahí, pasando por The Stooges (ríe). Creo que el siglo XX fue el siglo del punk. Otro punk antes del punk es el poeta y boxeador Arthur Cravan, quien inspiró a André Breton. Bueno, volviendo a Joe, él tenía un nexo con Chile, no solo por asuntos políticos. Tenía amigos chilenos en Londres y era cercano a la banda Corazón Rebelde, a quienes conocí en París. Estaba muy entusiasmado con filmar en Chile. Amó el norte, donde filmamos sus escenas: Atacama, Iquique y Mamiña.
De pronto, Elvire, quien en la película interpretó a una bailarina llamada Ancetta, recuerda algo: "Creo que Joe compartió con los punks del norte. Recuerdo que compró una guitarra tradicional chilena y salía a tocar con ella. Era una persona muy especial".
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Pedro Hestnes y Marisa Paredes.[/caption]
"La película fue muy mal recibida en Valdivia"
Tras un rodaje complicado que Ossang define como "un accidente", el director enfrentó el montaje con la libertad de siempre. A diferencia del resto de sus películas, en esta experimentó con el color, jugando con el revelado para provocar "experiencias químicas fotográficas". Finalizado el filme, la casa productora francesa se declaró en banca rota. Los problemas no terminaron ahí. Docteur Chance se estrenó en el Festival de Valdivia y tuvo una mala acogida.
"Francisco Reyes me dijo que la película fue muy mal recibida. Había gente que opinó que es lo contrario de lo que se debe hacer en cine", recuerda el director. "Pero en Locarno nos fue bien. El crítico de cine y director artístico de festivales, Marco Müller, amó la película y lamentó que no ganara la competencia".
-Durante mucho tiempo fue difícil encontrarla…
-Sí. Por suerte soy ahora dueño de los negativos. En Francia se lanzó en un boxset. La resurrección de la película ocurrió acá en Buenos Aires en el 2003. Yo no estaba pasando por una buena época porque me costaba mucho hacer cine, pero encontré una juventud entusiasmada que podía entender mis películas más que en Francia. Creo que Docteur Chance ha envejecido bien. El año pasado, me hicieron una retrospectiva junto a Amos Poe en el Anthology Film Archives de Nueva York. Jim Jarmusch, quien es admirador de mis películas, quería ir pero estaba terminando The dead don't die. Hoy es una obra valorada y eso me pone contento porque no fue fácil hacerla. De hecho, fue toda una aventura.